Estrategia Internacional N° 7
Marzo/Abril - 1998

Francia: La extrema izquierda 1 y la discusión sobre el reagrupamiento de los revolucionarios
¿COMO AVANZAR HACIA UN REAGRUPAMIENTO PRINCIPISTA?

Silvia Novak

En los últimos meses, con la emergencia de la lucha de los desocupados, Francia se ha confirmado como uno de los centros más avanzados de la lucha de clases a nivel mundial, cuestión esta que ya se había puesto de manifiesto desde la gran huelga de veintidós días de los trabajadores de los servicios en noviembre-diciembre de 1995.

Pero el hecho nuevo es que la lucha de los desocupados emerge directamente contra un gobierno de la “izquierda plural”, encabezado por Lionel Jospin y el Partido Socialista, y contra las centrales sindicales cómplices de este gobierno, la Central Francesa de Trabajadores (CFDT) y Force Ouvrière (FO), no así de la CGT (comunista) que apoyó el conflicto. A ocho meses de asumido, el gobierno de Jospin se ha demostrado claramente como un gobierno socialimperialista, antiobrero y antipopular. Todas las medidas tomadas o impulsadas por el gobierno de la coalición del Partido Socialista (PS), el Partido Comunista (PCF), el Movimiento de los Ciudadanos (MDC), los Verdes y el Partido Radical, han configurado una casi total continuidad con el anterior gobierno de derecha de Juppé: aprobación del tratado de Amsterdam, cierre de Renault-Vilvoorde, privatización de France Télécom y Air France, salvataje del Crédit Lyonnais, promulgación de las leyes antiinmigración de Chévenement, anualización del tiempo de trabajo y flexibilización laboral bajo la cobertura de la “ley de las 35 horas”. Y por último, un rechazo frontal a las reivindicaciones de uno de los sectores más sumergidos y explotados del proletariado francés: los desocupados.

Pero es indudable que al calor de las luchas de los dos últimos años -la huelga de diciembre del 95, los dos huelgas de camioneros, el movimiento de lucha de los inmigrantes contra las leyes Pasqua-Debré, la lucha de los desocupados, e infinidad de conflictos parciales por fábrica, establecimiento o rama- ha surgido en el país una amplia vanguardia de luchadores obreros y juveniles. Esta amplia vanguardia, que incluso está dando destellos de radicalización, se encuentra dispersa en sindicatos, organizaciones juveniles, y movimientos asociativos de todo tipo. Esta vanguardia, que ha comenzado a interconectarse, a tratar de ligarse, es la base sobre la que se puede estar gestando un resurgir de la lucha política de masas, pero que esta vez iría directamente contra el gobierno de la “izquierda plural”.

Esta situación ha venido provocando movimientos incluso en el seno del Partido Comunista: un 20% del partido votó en contra de entrar al gobierno de Jospin, y un 5% votó en contra de las tesis de la dirección en su último Congreso. Además, la corriente interna de oposición llamada “Izquierda Comunista”, que se declara “antiestalinista” invitó -en un gesto inédito- al conjunto de las organizaciones trotskistas francesas a celebrar en común en Aubervilliers el 80º Aniversario de la Revolución Rusa (finalmente, sólo participaron Voz de los Trabajadores y la Izquierda Revolucionaria).

Esta situación también ha impactado en el seno del movimiento trotskista -que hoy constituye la mayoría de la extrema izquierda, más allá de la existencia de otros pequeños grupos de tendencia anarquista- donde se está desarrollando un amplio proceso de discusión alrededor de cómo construir un verdadero partido revolucionario. De este proceso forma parte el surgimiento –ya a mediados de 1995- de tendencias de oposición dentro de dos de las principales organizaciones centristas que hablan en nombre del trotskismo: la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y Lutte Ouvrière (LO). En la primera, la oposición la constituye la Tendencia Revolución (TR), con 4 miembros en el comité central y cerca del 20% de los votos expresados en el último congreso de la Liga de fines de enero de este año. En LO, por su parte, se produjo la ruptura de los compañeros que hoy conforman Voz de los Trabajadores (VDT), y además, permanecen en oposición en su seno los camaradas de la Fracción de Lutte Ouvrière (FLO), agrupados alrededor del Boletín “La Chispa”. En los últimos meses, el proceso de interconexión y de discusión entre estas tendencias se ha profundizado. El II Encuentro Obrero del 10 y 11 de enero, del que participaron las tres tendencias, y otras seis organizaciones2 de la extrema izquierda francesa, es una muestra de ello. El encuentro, que reunió a 500 militantes demuestra que hay, a la izquierda de las corrientes tradicionales del centrismo “trotskista”3 francés, grupos y militantes que resisten sus orientaciones oportunistas o sectarias, y que ha comenzado la discusión sobre cómo construir una alternativa revolucionaria.

Este panorama constituye sin duda un paso positivo, en un país en el que las condiciones de la lucha de clases hacen urgente la tarea de construir un verdadero partido trotskista capaz de presentarle a la vanguardia que se está forjando una alternativa revolucionaria frente a las traiciones de los partidos reformistas y las burocracias sindicales, y frente a las capitulaciones del centrismo “trotskista”. Por esta razón, desde la Fracción Trotskista, creemos nuestra obligación revolucionaria aportar nuestra visión sobre este proceso.

OPORTUNISMO Y SECTARISMO: DOS VIAS DE CLAUDICACION DEL CENTRISMO “TROTSKISTA” FRANCES

Las corrientes provenientes del trotskismo en Francia no son grupos marginales, sino corrientes con figuras públicas ampliamente reconocidas, como Arlette Laguiller de LO y Alain Krivine de la LCR, con importante peso electoral y con inserción en la vanguardia obrera, sindical, estudiantil y de las asociaciones de inmigrantes y desempleados. Pese a esto, es indudable que es la claudicación de las tres mayores organizaciones del centrismo “trotskista” en Francia, la LCR, LO y el Partido de los Trabajadores (PT), lo que está estimulando también la discusión sobre el reagrupamiento.

Esta claudicación por la vía de la adaptación a los partidos reformistas y a las burocracias sindicales, las ha inhabilitado -y lo siguen haciendo hoy-, para presentar una alternativa revolucionaria a la vanguardia en los acontecimientos más importantes de la lucha de clases desde 1995 hasta la fecha. En el caso de la LCR y el PT, esta adaptación se da por la vía oportunista, ya sea a los partidos reformistas directamente (la LCR), o a la burocracia traidora de FO (el PT), lo que los ha transformado prácticamente en partidos de tipo reformista, subordinados al régimen imperialista burgués de la IV República.

En el caso de LO, esta adaptación es más indirecta, por la vía del abstencionismo sectario, pero igualmente impotente para presentar una alternativa revolucionaria.

En 1995, La LCR levantó, ya casi al final de la huelga, un programa reformista “de izquierda”, y se negó, durante los veintidós días que duró la lucha, a combatir hasta el final a la dirección burocrática de los sindicatos. No hacía entonces más que preparar su política de adaptación al PS y al PC dos años más tarde, por la vía del apoyo crítico al gobierno de Jospin. Esta política abiertamente oportunista de claudicación a un gobierno antiobrero y socialimperialista la llevó a avanzar enormemente en el proyecto liquidacionista4 que viene impulsando, sin terminar de concretar, desde hace ya varios años. Es así que su XIII Congreso -realizado a fines de enero de este año, y que fue cubierto y reflejado por la prensa burguesa- aunque no logró la mayoría de votos necesarios para cambiar el nombre y los estatutos de la Liga, fue un enorme paso adelante hacia el abismo reformista. El proyecto de la LCR es claro: construir un partido reformista de izquierda amplio, “no delimitado estratégicamente”, para ubicarse como el ala izquierda de la “izquierda plural”, apostando a una futura ruptura de la coalición y a capitalizar el surgimiento de alas que giren a la izquierda dentro de los partidos reformistas.

Para darle base a esta política, utiliza como excusa una supuesta derrota de la clase obrera mundial en 1989, que marcaría el fin de la época de “guerras, crisis y revoluciones” definida por Lenin en 1914, es decir, el fin de la división entre reformistas y revolucionarios, y el de la necesidad de un partido leninista. Incurre así en una doble falacia, ya que, si realmente se hubiera producido esta derrota, en primer lugar estaría planteada más que nunca la política de Lenin de separar claramente a reformistas de revolucionarios; y en segundo lugar, sería imposible que hubiera hoy en Francia un gobierno de los partidos reformistas. Toda esta “teorización” no es más que una excusa para ir alegremente hacia el reformismo, construyendo una “fuerza amplia antineoliberal”. Para avanzar en este proyecto, no dudan en sobrepasar todo límite. Como ejemplo, basta mencionar que en algunos lugares del país han realizado listas comunes para las próximas elecciones regionales, nada más y nada menos que con el MDC del ministro del Interior Chévenement. ¡Es decir, una alianza con el jefe de la policía francesa, cuyo nefasto proyecto antiinmigrantes5 acaba de ser votado en la Asamblea Nacional por los diputados de la “izquierda plural”!

Para ubicarse, entonces, como ala izquierda de la “izquierda plural”, la LCR en las luchas, a pesar del gran activismo desarrollado por sus militantes en las mismas (como en el reciente movimiento de los desocupados), juega el rol de impedir que éstas se transformen en una lucha abierta contra el gobierno de Jospin. Este rol se ve claramente en la crítica que, correctamente, le hicieron los compañeros de la TR a la orientación de la dirección de la Liga durante la lucha de los desocupados: “... el problema ... reside en el hecho que, en el momento más fuerte de la movilización la dirección de la LCR titulaba en la tapa de Rouge 6’¡Rumbo a izquierda, Jospin!’, que hizo poner en la bandera de la LCR para la manifestación parisina del último sábado ‘A izquierda, a izquierda’, que el título del volante difundido era ‘Jospin, el método no es bueno’. De la misma manera, en la columna de la LCR no se cantaba ninguna consigna que cuestionara claramente a Jospin y a su política, mientras que, sin embargo, sectores enteros de la manifestación gritaban “Jospin debe ceder”. De la misma forma, el rechazo a plantear la reivindicación de las 32 horas, con el pretexto de que el parlamento discutirá próximamente la ley Aubry sobre las 35 horas, vuelve a poner a la LCR por detrás de varias organizaciones sindicales cuyas banderas reivindicaban esta exigencia.”7

De esta manera, la LCR intenta llevar hasta el final en Francia la que ha sido su política para su organización internacional –el pomposamente llamado Secretariado Unificado de la IV Internacional- cuyas distintas secciones, como en México, Brasil, España, etc., se han diluido en partidos reformistas, como el Partido de Trabajadores de Lula en Brasil y la Izquierda Unida española, en corrientes reformistas como el Ejército Zapatista de Liberación nacional (EZLN), y otros ejemplos por el estilo.

El PT francés -si es que puede seguir considerándose como parte del movimiento trotskista-, continúa con su escandalosa adaptación a la burocracia sindical de Force Ouvrière (FO), que hoy, lejos de estar en la “oposición”, como durante el gobierno de Juppé, es una de la patas más firmes de la política de “pacto social” del gobierno de Jospin. El hecho de que esta central no sólo se haya negado a apoyar el movimiento y los reclamos de los desocupados, sino que además lo haya rechazado y enfrentado, no les ha generado la más mínima necesidad de plantear ninguna crítica al ala supuestamente “trotskista” que hegemoniza el PT.

El PT, al contrario de la LCR, considera que 1989 ha abierto un período tan terriblemente revolucionario... que ha borrado la división entre reformistas y revolucionarios. Vemos entonces cómo las caracterizaciones son usadas también por el PT sólo como excusa para avanzar hacia el reformismo, integrándose directamente a la burocracia de FO, y transformándose por esa vía en capituladores al gobierno de Jospin y al régimen imperialista francés.

En 1991, el antiguo Partido Comunista Internacionalista (PCI)8 dirigido por Lambert se disolvió, abocándose a la construcción del PT (que continuaba al anteriormente MPPT) que, bajo la forma de un frente único de tendencias, intenta ocultar el pase al reformismo de lo que alguna vez fuera una fuerte corriente trotskista. El PT levanta un programa de reformas, defiende a ultranza a la “República” –¡República burguesa e imperialista de Francia!- contra la “regionalización” impuesta por Maastricht, en una posición rayana con el más vil de los nacionalismos.

La refracción a nivel internacional de esta orientación es la lucha por la construcción de una “internacional de los trabajadores” en general, una especie de vuelta a la I Internacional, la llamada Asociación Internacional de los Trabajadores, dentro de la cual actúan los lambertistas, autoproclamados “IV Internacional”. ¡Como si las direcciones y corrientes contrarrevolucionarias en el seno del movimiento obrero –stalinismo, socialdemocracia, burocracias sindicales, populismo, maoísmo, etc.- ya no existieran, y como si los obreros y pueblos oprimidos de todo el mundo no hubieran sufrido en carne propia, durante todo el siglo XX, las consecuencias de su política contrarrevolucionaria! Es en este marco, por ejemplo, que considera progresiva a esa cueva de burócratas traidores que es la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y hace campañas en su defensa.

A diferencia de la LCR y el PT, Lutte Ouvrière se ubica indudablemente más a la izquierda, y ha mantenido su independencia frente a los partidos reformistas Pero su impotencia es consecuencia de su política sectaria y abstencionista, que, por ejemplo, la llevó a desaprovechar completamente el hecho de haber sacado un millón y medio de votos en las elecciones presidenciales de 1995. Por supuesto que no afirmamos aquí que LO hubiera debido lanzarse a la organización de todo ese millón y medio de votantes, pero sí que esta enorme cantidad de votos mostraba que había un espacio a la izquierda de los partidos reformistas que podía aprovecharse con una política revolucionaria ofensiva, para utilizar su peso como polo de atracción electoral al servicio de un reagrupamiento revolucionario de la vanguardia obrera, juvenil e inmigrante.

Pocos meses después, LO enfrentó la huelga de noviembre-diciembre con una visión completamente fatalista y abstencionista, considerando que ésta estaba, desde el vamos, completamente dirigida por las burocracias sindicales y que no había nada que hacer, al menos si no intervenía el proletariado industrial. Consecuentemente con su derrotismo, terminaron haciendo el balance de que el 95 había sido una huelga “para nada”.

A principios de 1997, LO se negó a participar en las movilizaciones de los inmigrantes y los intelectuales contra las leyes Pasqua-Debré, cediendo así completamente a la conciencia racista y chovinista de la aristocracia obrera francesa, en lo que configura sin duda el aspecto más reaccionario de su orientación política.

De conjunto, la política de LO es una combinación de pasividad sectaria en general, con un intervención de tipo sindicalista en las luchas por empresa, y con un ferviente electoralismo en época de comicios, que se expresa, por dar sólo un ejemplo, en las veinte páginas que en el Nº28 de su revista Lutte de Classe, dedican a publicar los resultados electorales de LO. Hacen allí un recuento, circunscripción por circunscripción, de los votos obtenidos en los diferentes procesos electorales desde 1993 hasta 1997, los resultados comparados desde 1973 hasta la fecha, y los de las demás fuerzas de la extrema izquierda en relación a LO, en el colmo del electoralismo. Queda claro entonces que, para esta corriente, el crecimiento de su partido no se mide en relación a los sindicatos y organizaciones de vanguardia que dirigen, a su inserción entre la juventud, la clase obrera, los desocupados y los inmigrantes, sino... ¡en la cantidad de votos obtenidos en las últimas dos décadas! Esta orientación sindicalista a nivel de empresa, sectaria y electoralista, se traduce en una organización de tipo “secta testimonial”, incapaz de transformarse en un instrumento de organización para los mejores elementos de la vanguardia que se orienten hacia la revolución, a pesar de que muchos de ellos la toman como referente electoral.

Su trabajo internacional es prácticamente inexistente, y su organización se limita a pequeñísimas secciones asentadas sobre todo... en los dominios coloniales del imperialismo francés (es decir, francoparlantes), como la Martinica, Guyana, etc. LO configura así uno de los casos más extremos conocidos de nacional trotskismo, opuesto al programa del internacionalismo proletario.

¿QUE TIPO DE REAGRUPAMIENTO NECESITAMOS LOS REVOLUCIONARIOS?

Frente a este panorama de capitulaciones e impotencia de las organizaciones centristas tradicionales, el proceso abierto de discusión sobre el reagrupamiento es un hecho auspicioso. En primer lugar, porque deja en claro cuán equivocados estaban aquellos que opinaban que el movimiento trotskista luego de la degeneración de la IV Internacional era un movimiento cristalizado, incapaz ya de reaccionar. Demuestra que los acontecimientos de la lucha de clases pueden golpear sobre sectores de los grupos y militantes, y llevarlos a cuestionar la política capituladora de las organizaciones a las que pertenecen. No es casual que este proceso se esté desarrollando en Francia después de 1995, año que no sólo marcó el regreso de la lucha política de masas en ese país, sino que fue el punto de inflexión a nivel mundial para el comienzo de la contraofensiva de las masas en varios países.

Este proceso de discusión plantea hoy en Francia una oportunidad para superar la impotencia oportunista o sectaria de las organizaciones tradicionales del centrismo “trotskista”, comenzando por reagrupar a los revolucionarios sobre bases principistas, en un momento sin duda crucial, ya que los acontecimientos de la lucha de clase van “in crescendo”, y urge construir un partido trotskista de vanguardia para intervenir con una política revolucionaria en próximos combates de la vanguardia y las masas. Un partido así podría canalizar la energía revolucionaria de muchos honestos y abnegados militantes del movimiento trotskista, hoy enchalecada y esterilizada por el desbarranque centrista, y sería un fuerte punto de apoyo para avanzar en la reconstrucción de la IV Internacional.

¿Cuáles son los puntos de partida positivos en que acuerdan los compañeros de las distintas tendencias que participan hoy en esta discusión? En primer lugar, una definición clara del gobierno de Jospin como pro-burgués y antiobrero; la necesidad, por lo tanto, de que la clase obrera no confíe en él y lo enfrente directamente, y un rechazo a toda política de “apoyo crítico” o de abstencionismo sectario. En segundo lugar, un acuerdo -aunque lamentablemente, todavía general e impreciso- sobre la necesidad de la construcción de un verdadero partido revolucionario, enraizado en la vanguardia y con un programa de acción que plantee la necesidad de derrocar al capitalismo, contra los intentos de crear partidos reformistas de izquierda o bien sectas estériles e impotentes.

Pero, a la vez, esta oportunidad implica un enorme peligro: de no hacerse sobre bases principistas -es decir, internacionalistas- que delimiten claramente reformistas y centristas de revolucionarios, puede culminar mañana en un nuevo reagrupamiento centrista, algo más a la izquierda que las corrientes tradicionales, pero marcado por sus mismas fallas desde su nacimiento.

Los compañeros de las distintas tendencias que discuten hoy las vías hacia un reagrupamiento, tienen acuerdos en algunos puntos de un programa para Francia, y se han propuesto avanzar en un período de militancia en conjunto en las fábricas y empresas. Esto es importante pero, a nuestro entender, totalmente insuficiente para sentar las bases de la construcción de un partido trotskista revolucionario. Avanzar en un programa revolucionario para Francia que de respuesta al problema de la desocupación y los ataques a la clase obrera, al racismo, al intento de unidad burguesa de Europa, que permita enfrentar el carácter imperialista del estado francés y sus consecuencias para las colonias y semicolonias, etc., no puede hacerse, según nuestra visión, más que desde un punto de vista internacionalista. De lo contrario, todo intento de reagrupamiento terminará nuevamente en la impotencia.

Desde la FT, creemos que hay, en la experiencia de la construcción de la IV Internacional en vida de Trotsky, un método principista para avanzar hacia un reagrupamiento verdaderamente revolucionario. Trotsky construyó la Oposición de Izquierda no sólo en base al reconocimiento de la experiencia de la Revolución de Octubre, y de los cuatro primeros congresos de la III Internacional, sino sacando conclusiones estratégicas y lecciones programáticas revolucionarias de la Revolución China del 1925/27, de la experiencia del Comité Anglo-Ruso y la huelga de los mineros ingleses, y más tarde del ascenso del facismo en Alemania, de la Revolución Española y el frente popular en Francia. Hoy, es necesario extraer las conclusiones estratégicas y programáticas de las luchas más importantes del período actual, en el que, sin duda, la situación en Francia es muy importante, pero existen también otros acontecimientos cruciales, como lo fue, por ejemplo, la insurrección en Albania, y lo son hoy, la crisis económica mundial y su expresión en el sudeste asiático, la amenaza de guerra en el Golfo Pérsico, y los acontecimientos del Kosovo. No se trata de discutir y ponerse de acuerdo sobre todos los acontecimientos históricos del siglo XX, sino de elaborar respuestas políticas y programáticas revolucionarias frente a los acontecimientos del período actual.

Daremos un ejemplo claro de lo que queremos decir. La crisis actual del Golfo Pérsico, la amenaza de ataque imperialista a Irak y la imposición por “vía diplomática” de una rendición incondicional al pueblo irakí, han vuelto ha mostrar que en el seno del movimiento trotskista mundial ni siquiera hay acuerdo en algo tan básico como la política leninista hacia una guerra del imperialismo contra una nación semicolonial. En Francia, toda la “izquierda plural” ha salido a felicitar a Chirac por su mediación para impedir el ataque militar norteamericano. Frente a esta situación, sería un gran paso adelante que las tendencias y grupos que participaron del II Encuentro Obrero levanten una política que, partiendo de ubicarse claramente en el bando militar de Irak, manteniendo total independencia de la burguesía husseinista, enfrentara no sólo la política guerrerista del imperialismo yanqui, sino también la política de rendición incondicional de Irak por la “vía diplomática” del propio imperialismo francés, como lo hemos planteado en la declaración común que ha firmado la FT con los compañeros de la LRCI.

Consideramos entonces extremadamente positivo el intento de los compañeros de las distintas tendencias de no discutir por discutir, sino de hacerlo para avanzar en el terreno de la acción común. Pero creemos que esta acción no puede ser sólo en el terreno nacional, sino que es fundamental llevarla adelante en el terreno de la lucha de clases internacional. Por ejemplo, una gran actividad que hoy está planteada –y que proponemos a los compañeros de VDT, la TR, la FLO y los demás grupos que participaron en el II Encuentro Obrero-, es comenzar a discutir ya la realización de una campaña internacional en apoyo a Irak. Una campaña con un programa que exija el inmediato retiro de las tropas imperialistas del Golfo Pérsico y el levantamiento del embargo y de todas las sanciones a Irak, que denuncie la política de los imperialismos y la ONU, tanto en su opción guerrerista como “negociadora”, y que, en caso de un ataque militar directo, se ubique en el bando militar de Irak y por la derrota del imperialismo, sin por eso depositar ninguna confianza en Saddam Hussein. Para avanzar en esta tarea, ponemos a disposición de los compañeros la Declaración común firmada por la FT y los camaradas de la LRCI, que puede ser un punto de partida para iniciar esta discusión. Por supuesto, quedamos a disposición de los compañeros para discutir otras propuestas de acción internacionalista común sobre hechos candentes de la lucha de clases a nivel mundial, como lo son hoy, por ejemplo los acontecimientos del Kosovo.

Notas:
1- En Francia se llama “izquierda” a los partidos reformistas como el Partido Socialista, el Partido Comunista, los Verdes, etc., y “extrema izquierda” a las corrientes que se reclaman del trotskismo principalmente, aunque el término también engloba a pequeños grupos anarquistas, anarcosindicalistas, etc.
2- Pouvoir Ouvrier [Sección Francesa de la LRCI], la Izquierda Revolucionaria [GR – Militant], Alternativa Libertaria [Anarquistas], la Asociación para la unión de los Trabajadores [ART, impulsada por un ex-militante de la LCR y dirigente ferroviario de Rouen, José Peres,], el Comité Sindicalista Revolucionario y el grupo El Obrero.
3- León Trotsky denominaba “centristas” a aquellas organizaciones que oscilaban permanentemente entre la reforma y la revolución. En particular, en la década del 30, denominaba así a las corrientes que, habiendo roto organizativamente con la III Internacional ya dirigida por el stalinismo, o con la Socialdemocracia, se negaban, sin embargo, a enfrentar hasta el final sus políticas contrarrevolucionarias y a construir una nueva internacional y partidos revolucionarios. Hoy, llamamos centrismo trotskista a las corrientes y partidos que surgieron del estallido de la IV Internacional después de la 2º guerra mundial, y que, a pesar de reivindicarse trotskistas en las palabras, han abandonado en la acción la teoría, la estrategia y el programa de la IV Internacional fundada por Trotsky en 1938.
4- Llamamos “liquidacionista” a la concepción que considera como no necesaria la construcción de un partido revolucionario independiente, y que por lo tanto, disuelve las organizaciones revolucionarias dentro de corrientes reformistas más grandes, ya sea socialdemócratas, stalinistas, populistas, etc.
5- Contra la ilusión de la LCR de que el gobierno de Jospin cumpliría con su promesa de derogar las reaccionarias leyes antiinmigratorias de Pasqua y Debré, la “izquierda plural” no sólo mantuvo esas leyes, sino que, con el proyecto Chévenement, las endureció. Aunque retiró la cláusula que exigía a los ciudadanos franceses avisar a las autoridades cada vez que iban a hospedar a un extranjero -medida muy resistida por las clases medias y los intelectuales-, amplió el período de detención en campos de concentración previo a la expulsión, y con la excusa de tratar caso por caso, logró que 150,000 inmigrantes ilegales presentaran una solicitud de residencia, blanqueando sus nombres, direcciones y lugares de trabajo. Hasta hoy, sólo alrededor de 10,000 inmigrantes ilegales se han “beneficiado” con un permiso de residencia de un año, y se calcula que, cuanto mucho, sólo serán otros 30,000 los “beneficiados”. Al resto, les esperan la persecución y la expulsión, ahora que Chévenement y su policía saben dónde encontrarlos.
6- Rouge: semanario de la Liga Comunista Revolucionaria, en el que, desde mediados de 1995, la Tendencia Revolución publica una Tribuna con sus posiciones.
7- Rouge Nº 1764 - 22/01/97
8- Hasta mediados de los’80, el nombre del partido de la corriente lambertista en Francia era el de Organización Comunista Internacionalista (OCI), luego fue PCI, y hoy se ha transformado en PT.