Estrategia Internacional N° 10
Noviembre/Diciembre  - 1998

CONTRA LA ESTRATEGIA DE CONCILIACIÓN DE CLASES, POR LA ALIANZA REVOLUCIONARIA OBRERA Y CAMPESINA

Javo Ferreira

La existencia de una situación en extremo conflictiva en el Chapare, con picos de extrema violencia, ha llevado al conjunto de la izquierda latinoamericana y boliviana en particular, a ver a la misma como el simple enfrentamiento entre cocaleros y el estado, reduciendo el cúmulo de contradicciones sociales a sus expresiones más visibles que, lejos de ser expresión de ligereza intelectual o ignorancia, lo que buscan es la justificación de la estrategia de los campos progresivos, y de colaboración con las distintas burocracias campesinas, liquidando la estrategia de la guerra civil agraria, como intentaremos demostrar en este artículo.

Una estructura de clases no tan simple

Luego de la reconversión del aparato productivo operado en 1986 en Bolivia, la penetración imperialista en el agro no ha tenido límites. Ya en EI Nº 9 explicábamos cómo la penetración de la industria capitalista en el agro, con sus naturales consecuencias depredadoras, era una de las causas centrales de la creciente resistencia campesina en Latinoamérica, y donde estos elementos se ven confirmados incluso en algo tan “particular” como el Chapare -en sus rasgos esenciales, y no tanto en la periodización planteada-. No sólo estamos presenciando una guerra contra la coca, como pretende mostrar la burguesía y toda la izquierda, aunque con diferentes argumentos, por supuesto, sino que bajo esta envoltura se está llevando a cabo un salvaje despojo de tierras a los campesinos pobres por parte de las grandes empresas petroleras como la Maxxus y la GAPS1, así como de las empresas agro industriales y/o cooperativas agrícolas dedicadas a la explotación de castaña, palmitos, frutas tropicales, y madera, donde, a modo de ejemplo, de este último producto se extraen 60 camiones de alto tonelaje diario rumbo al mercado mundial2.

La erradicación del cultivo más rentable como es la coca (ya que se puede cosechar de 3 a 4 veces al año), se dé ésta en forma forzosa, como es la actual política del gobierno, o concertada sobre la base de promesas por parte del estado de asesorar y financiar cultivos alternativos -financiamiento que por otra parte nunca llega- obliga a la familia campesina a vender sus parcelas a estas empresas, únicas que pueden controlar grandes sumas de capital, ya que la riqueza natural y la existencia de petróleo, así como una creciente mano de obra que presiona sobre la tierra han provocado una extraordinaria valorización de la misma.

Esto se puede observar con total claridad en un brutal aumento de la renta absoluta del suelo, que aunque no existan grandes latifundistas, en el estricto sentido del término, ésta se lleva adelante a través de los campesinos más acomodados, que ante la ausencia de maquinaria y otros implementos se encuentran imposibilitados de producir en todo su chaco3, y aquí es donde aparece la necesidad de arrendar el resto de su tierra. El campesino no prpietario, es decir el arrendatario, está obligado a entregar el 50% (!!) de su producción al dueño de la tierra (renta absoluta en especie) en concepto de pago por el uso de la misma, aumentando la diferenciación interna del movimiento campesino y, específicamente, el cocalero.

Esta diferenciación interna del campesinado se ha acentuado en los últimos años con el desarrollo del cultivo alternativo propuesto por el gobierno, ya que todos los cultivos con que se reemplaza a la coca requieren de mayor inversión de capital en abonos y fertilizantes, y que ante la ausencia de éstos, las familias campesinas deben atenerse a la mera fertilidad del suelo, y que por tratarse de micro regiones con importantes desigualdades de fertilidad y estabilidad del suelo, provoca profundas desigualdades en la calidad y cantidad de los productos obtenidos, desarrollando de esta manera una renta diferencial, lo que no era necesario en el caso de la coca, por ser su carácter mas rústico. Para comprender la magnitud de esta renta daremos un ejemplo: en la localidad de Chimore los campesinos tienen un costo de producción de 1,50b$ por unidad de ananá, y en el Valle de Mariposas, a unos veinte minutos de distancia, el costo de producción asciende hasta llegar a los 3,50b$ por unidad, ganancias verdaderamente extraordinarias al servicio de las grandes empresas agrícolas y campesinos ricos, producto de una transferencia de plusvalía de un sector a otro a través del mercado.

Sin embargo aquí no se termina el asunto, ya que la existencia de peones agrícolas no sólo al servicio de las grandes empresas agro industriales sino también al servicio de los campesinos acomodados que cobran un salario de 2 a 3 dólares diarios, algo muy generalizado, más de lo que nuestros “izquierdistas” quieren ver. La ausencia de una organización independiente de estos sectores producto por un lado de condiciones objetivas, como es su carácter migratorio permanente, y subjetivas, como es la ausencia de una política organizacional por parte de las organizaciones políticas y sindicales de la zona, permiten que los sectores acomodados del campesinado puedan asegurarse el control del movimiento campesino y de sus organizaciones, imprimiendo al carácter objetivamente revolucionario de las luchas campesinas un carácter reformista, de negociación permanente con el estado, y subordinando las grandes luchas campesinas a la mera presión parlamentaria de Asamblea de la Soberanía de los Pueblos (ASP). Todos estos elementos son de vital importancia ya que muestran el grado de penetración de las relaciones capitalistas en el agro, liquidando los esquemas ridículos de la “comunidad” y sus relaciones de reciprocidad que quieren ver nuestros populistas-indigenistas latinoamericanos, y a los cuales los centristas del movimiento trotskista se han adaptado de la mano de su superficial visión de cocaleros vs. umopares4.

El cuarto componente de esta intrincada estructura de clases presente en el Chapare, está dado por un nuevo proletariado que surge en estas tierras, formado por casi 7000 personas, y donde un alto porcentaje se encuentra al servicio de las empresas petroleras de la zona, sin sindicatos, sin experiencia política ni sindical, que en su mayor número provienen del campesinado y que han perdido sus parcelas a manos de las mismas empresas petroleras o agrarias, o en el mejor de los casos, que han optado por el cultivo alternativo y que hoy se hunden económicamente, ya que no existen mercados para la exportación, y donde el mercado interno se encuentra saturado provocando el hundimiento de los precios.

La erradicación forzosa de la coca, y el cultivo alternativo esconde en última instancia una tendencia a la proletarización forzosa y un brutal saqueo de los recursos naturales a manos de las grandes corporaciones multinacionales. La “lucha contra el narcotráfico”, con sus más de 500 campesinos asesinados en los últimos 10 años, incendio de viviendas, violación de mujeres, etc., es en realidad una guerra de carteles por el control de uno de los negocios latinoamericanos más rentables, y donde el papel del estado es funcional a los intereses de una u otra camarilla capitalista.

Las burocracias obreras y campesinas: Un obstáculo hacia una alianza de clases de carácter obrero revolucionario

Si las multinacionales, de la mano de la militarización del Chapare han venido descomponiendo a la sociedad campesina, en su avance han recreado nuevas formas de solidaridad entre los distintos sectores de clase, no sólo en el terreno político, sino también en el terreno económico, y donde el papel de las federaciones sindicales se ha visto acrecentado al tener que tomar medidas que preserven la integridad del movimiento. Así, los sindicatos y federaciones se han visto obligados no sólo a garantizar el mantenimiento de las familias erradicadas mediante el aporte del conjunto de la comunidad, sino también cuando al producirse malas cosechas por los efectos climáticos, por ej., el sindicato impide que los arrendatarios se vean obligados a entregar parte de sus cosechas a los dueños de la tierra, ya que de lo contrario provocaría la división entre los campesinos ricos y pobres, debilitando al movimiento frente al estado, y las fuerzas de represión. Sin embargo esta solidaridad entre los distintos estratos del campesinado contrasta con la incapacidad orgánica del campesinado de incorporar y hacer suyas las demandas del resto de las clases explotadas, no sólo en un terreno nacional, sino en el Chapare mismo, particularmente nos referimos al proletariado petrolero, y al semi proletariado agrícola, donde los primeros se encuentran en condiciones de hacinamiento, sin seguridad social, con meses enteros sin francos, y donde tienen prohibido hablar su lengua materna, el quechua, para evitar su organización5. A diferencia del campesinado, la clase obrera ha mostrado a lo largo de la historia su capacidad para incorporar y defender las demandas y derechos democráticos de distintas clases sociales oprimidas, sin embargo el movimiento campesino por su carácter de propietario o de aspirante a propietario de tierras no ha logrado superar esta limitación estructural –donde el caso ejemplificador de esto fue la negativa por parte de los sindicatos campesinos, muy respetados en la zona, de ayudar en la conformación de sindicatos obreros durante la huelga de junio– y que en el caso de los peones agrícolas la negativa a que éstos tengan una organización independiente es más conciente ya que en primer lugar atentaría contra la extracción de plusvalía por parte de los campesinos acomodados, actuales dirigentes del movimiento campesino en su conjunto.

De esta manera, las “democráticas” asambleas campesinas dejan de ser tales, cuando los peones agrícolas, en su mayor parte integrantes de los comités de autodefensa y de los sindicatos, sólo pueden participar en calidad de individuos, pero no organizados como sector social diferenciado con demandas propias, como son salario, seguridad social, etc.

El movimiento campesino quedará así organizado de tal manera que, tanto por el carácter antiimperialista de la pelea planteada, como es la defensa de la tierra y la demanda de libre cultivo y comercialización de la coca, es decir un programa democrático radical, como por el sector dirigente del mismo, es decir las capas altas, y la crisis de subjetividad y partido proletario, las luchas campesinas de carácter revolucionario, serán transformadas en luchas de extrema presión sobre, (y dentro) del estado burgués semicolonial boliviano como lo muestran los intentos de Evo Morales6 de frenar la violencia en el Chapare apoyándose en los aspectos “progresivos” de la ley 1008, ley la que se apoya precisamente el gobierno para encarcelar, asesinar y expropiar a cientos de campesinos.

El movimiento campesino dirigido por los sectores más acomodados para enfrentar la erradicación de la coca se encuentra cruzado por una contradicción insalvable, ya que si desea lograr estos objetivos no queda otro camino que el proletariado levante las demandas campesinas, empezando por unir sus propias filas dividadas y fragmentadas por la cómplice acción de la burocracia cobista, en organismos que sean capaces de mostrar en las calles sus disposición al combate, como un pre requisito para nacionalizar el conflicto y sacarlo de ese estrecho marco regional en que se encuentra hace una década, lo cual también significaría el desarrollo de la guerra civil agraria. Tanto las burocracias obreras y campesinas son un obstáculo para el desarrollo de una verdadera alianza obrera y campesina de carácter revolucionario, que expulse de una vez por todas al imperialismo y sus agentes como las burguesías nacionales garantizando la tenencia de la tierra, así como el libre cultivo, comercialización e industrialización de la coca.

Las tareas de los revolucionarios

Luego de la huelga general de abril que desarrollamos en EI n° 8, durante el mes de agosto, en La Paz, y después de 15 años, se realizaba la primer asamblea general de los trabajadores fabriles, con la concurrencia de unos 1500 trabajadores con el objetivo de discutir los mecanismos para enfrentar la flexibilización laboral preparada por el gobierno, y que viene avanzando a nivel de fábrica y empresa, mostrando de esta manera que el movimiento obrero intenta dar los primeros pasos en la recomposición de sus filas. Un mes más tarde una importante columna de cocaleros, luego de 23 días de caminata desde el Chapare y los Yungas paceños, ingresaban a la ciudad recibidos por la COB para exigir el cese de la represión en el Chapare. En la última semana de septiembre esta movilización desembocaría en violentos enfrentamientos entre la policía, estudiantes y cocaleros que se encontraban alojados en la Universidad, enfrentamientos que se prolongarían por más de 3 horas diarias en La Paz. Mientras los peones agrícolas y campesinos pobres radicalizan día a día su acción a través de los comités de autodefensa, expresando instintivamente la necesidad de este sector social de lograr alguna forma organizativa, las direcciones campesinas, lejos de llevar hasta el final estas naturales tendencias, sólo se han limitado ha engrosar los “comités de negociación” con el gobierno, desarmando y descentralizando los comités de autodefensa permanentemente, al mismo tiempo que las direcciones obreras se han dedicado a boicotear cualquier forma de auto organización independiente de los trabajadores, impidiendo que éstos puedan ver la potencialidad de sus propias fuerzas, como la de sus aliados en el movimiento campesino como son los peones agrícolas y sin tierra.

Por todo lo que ya expresamos anteriormente, la necesidad de poner en pie un partido que lleve hasta el final el combate contra las distintas burocracias, tanto obreras como campesinas, se convierte en una tarea de primer orden, para que tanto la potencialidad revolucionaria del campesinado pueda encontrar un cauce que rompa con los actuales diques regionales, como también evitar que la clase obrera se vea sumergida en el fango de una mayor esclavitud. Sin embargo este combate, lejos de reducirse a los clásicos e impotentes, “adjetivos” del lorismo7 debe estar orientada por la pelea por el desarrollo de organismos independientes del movimiento de masas, y particularmente de la clase obrera, única forma de trasladar el poder de decisión desde los sillones de la COB hasta las calles y las fábricas. El segundo aspecto central, y en combate contra las distintas burocracias campesinas es la pelea por el desarrollo de las contradicciones latentes que ya explicamos mas arriba, es decir, el de la pelea por lograr la expresión de los sectores mas explotados del agro, construyendo en primer término sindicatos del proletariado agrícola y del semi proletariado en el Chapare, así como combatiendo la política de las burocracias campesinas de mantener fragmentados los comités de autodefensa. Su centralización y su armamento son las claves para impedir el desarrollo de nuevas y mayores masacres a las familias campesinas. El centrismo trotskista, en su adaptación a la política conciliadora de estas burocracias ha abandonado tanto la pelea por la estrategia soviética como expresión de la lucha por la dictadura del proletariado, como la estrategia de la guerra civil agraria, y ha adoptado la lógica de los “campos progresivos” al intentar ocultar la profunda diferenciación interna en el agro.

La tarea de los revolucionarios de construir un partido orientado tanto por la estrategia soviética como la de la guerra civil, lejos de ser la expresión de específicas tareas nacionales, constituye la materialización nacional de un genuino internacionalismo proletario, es decir, de la pelea por reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional.

Notas:
1 Empresa dedicada a la exploración y perforación petrolera de origen norteamericano y colombiano.
2 La ausencia de trabajos realmente serios por parte del estado boliviano así como de diversos intelectuales, sobre la real situación económica y social del Chapare, nos ha obligado ha realizar una experiencia empírica y donde todos los datos que presentamos en este trabajo han sido extraídos de entrevistas personales con dirigentes del Trópico como son Luis Cutipa, secretario Ejecutivo de la Federación de Carrasco Tropical, Margarita Teran Secretaria Ejecutiva de Centrales Unidas del Trópico, Julio Tagle asesor político - sindical de Carrasco Tropical, así como también de numerosas conversaciones con trabajadores petroleros, y colonizadores del Chapare.
3 Parcela, que en términos medios puede oscilar de 1 a 10 hectáreas, salvo sectores minoritarios que pueden llegar a las 50 Hs.
4 Unidad Móvil de Patrulla Rural.
5 Los trabajadores de la GAPS organizaron una huelga para exigir el pago de salarios durante el mes de junio, esta tuvo éxito a partir del hecho que durante la organización, la comunicación entre los piquetes de distintos campamentos se realizó en este idioma para evitar alertar a la patronal.
6 Dirigente de las Confederaciones campesinas y actual diputado de ASP.
7 G. Lora dirigente del POR