FT-CI

Brasil

El fraude del proyecto del PSOL

29/12/2006

Cuando Lula fue elegido en 2002 generó una enorme expectativa de cambios en la aplastante mayoría de la población brasileña. Se esperaba de él un cambio profundo, aunque sin rupturas, respecto de la política aplicada por Fernando Henrique Cardoso (FHC) en sus ocho años de gobierno, una política de privatizaciones, recorte de gastos en el presupuesto para salud y educación en función del pago de la deuda y ataques al conjunto de los trabajadores brasileños. Lula y el Partido de los Trabajadores (PT), sin embargo, hicieron lo contrario de lo que aquellos que lo eligieron esperaban. Su gobierno mantuvo y profundizó la política de FHC. Ya en el primer año de mandato aplicó la reforma del sistema previsional, que entre otras cosas aumentó la edad para jubilación de los empleados públicos, y tuvo que enfrentarse a una huelga nacional de ese sector. Mantuvo y amplió el llamado “superávit primario”, es decir, reducción de las inversiones del estado para el pago de la deuda pública. Además, el PT estuvo en el centro de uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia del país y tuvo que ver figuras históricas del partido, como José Dirceu y Genoíno, echadas por la borda.

A pesar de todo, al final de su primer mandato, Lula conquistó la reelección con una votación en la segunda vuelta aún más significativa que la de 2002. Fueron 58 millones de votos en 2006, siete millones más que en su primera victoria. En la primera vuelta el candidato derechista Geraldo Alckmin llegó a amenazar la reelección en la recta final, llevando la disputa a la segunda vuelta. Eso le sirvió de alerta a Lula, que había hecho hasta entonces una campaña bastante moderada. Pasó a ubicarse demagógicamente contra la política de privatización y a apoyarse aún más en el plan asistencialista “Bolsa Familia” para presentarse como el candidato de los pobres de este país. Su enorme victoria demostró no sólo que la mayoría de la población brasileña sigue rechazando el neoliberalismo del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y del Partido del Frente Liberal (PFL), sino que el mismo Lula aún puede presentarse como portavoz de este rechazo.

Pero no sin contradicciones. Basta comparar los festejos por la victoria en 2002 y 2006 para ver que las ilusiones en Lula ya no son tan grandes. En 2002 decenas de miles de personas se reunieron en la Avenida Paulista en São Paulo para festejar la victoria petista. Este año, no más de 4 ó 5 mil personas, en su gran mayoría punteros del PT y de los partidos aliados fueron a saludar a Lula. Eso marca un cambio en la relación del PT y del mismo de Lula con el movimiento de masas. Uno de los mayores ejemplos de este cambio fue la huelga de la Volkswagen del ABC Paulista, reducto histórico del PT y de la burocracia cutista durante el mismo proceso electoral. En la asamblea que puso fin a una huelga contra los miles de despidos que planificaba la empresa, el acuerdo del sindicato petista que aceptaba los despidos vía un programa de retiros voluntarios (práctica común durante los años ’90) fue rechazado por más del 40% de los ocho mil obreros, demostrado un enorme desgaste de la dirección del Sindicato de los metalúrgicos, del cual uno de los ex presidentes, Luiz Marinho, ocupa hoy el cargo de ministro del trabajo en el gobierno de Lula. Parte de este desgaste de Lula y del PT en el movimiento de masas, en especial entre los empleados públicos, se expresó en la formación de Conlutas (Coordinación Nacional de Luchas) y en el surgimiento del Partido Socialismo y Libertad (PSOL).

Partiendo de esta situación donde Lula aún tiene un gran respaldo entre los trabajadores pero ya no es capaz de entusiasmar y generar grandes expectativas y donde el control ejercido por el PT y por la dirección de la Central Única de Trabajadores (CUT) en el movimiento obrero se está desgastando lentamente, defendimos a lo largo del año un Frente Clasista, que unificase al Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) y PSOL, Heloísa Helena y Conlutas, alrededor de un programa que pudiese organizar la lucha en defensa de las demandas más sentidas por la población, principalmente de trabajo y salario. Un Frente que pudiese unificar la influencia política de Heloísa Helena, con la influencia sindical de Conlutas y del PSTU, alrededor de un programa y una política clasista, de lucha contra la desocupación y por un salario mínimo que atienda las necesidades básicas de una familia, de apoyo a las luchas que estaban en curso como la huelga de la Volkswagen y campañas salariales importantes tanto en metalúrgicos como en bancarios y de lucha consecuente por la reforma agraria y contra el imperialismo. Un Frente así podría haber sido un gran polo de agrupamiento para el movimiento obrero y de masas, que potenciaría los focos de descontento existentes y facilitaría el camino para batallas superiores de la lucha de clases en el próximo período.

El PSOL, sin embargo, avanzó por un camino opuesto. Organizó el Frente de Izquierda y la candidatura de Heloísa Helena como parte de un frente amplio, antineoliberal, donde los intereses de la clase trabajadora, opuestos a los de la burguesía, quedaron totalmente diluidos o ni siquiera fueron planteados. A lo largo de toda la campaña de Heloísa Helena todos los gestos fueron en el sentido de atraer sectores de la burguesía y de la clase media. El primero de ellos fue la elección del vice, César Benjamin, un intelectual que defiende concepciones desarrollistas burguesas. Más adelante la candidata del Frente de Izquierda recibió el apoyo de sectores burgueses como Antony Garotinho, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y ex gobernador de Río de Janeiro. El propio programa del PSOL fue en gran medida abandonado en la campaña y vimos a Heloísa Helena defender una reforma agraria que no traspase los restringidos marcos de la actual constitución brasileña. Incluso la demanda de una Asamblea Constituyente que no traspase los marcos de la dominación burguesa, tal como está en el programa del PSOL, fue abandonada a cambio de algunas medidas cosméticas de democratización de la actual democracia de los ricos en Brasil.

Es a partir de esta actuación electoral, para la cual el PSOL venía preparándose desde su fundación, que queremos hacer en este artículo un primer balance de este partido, que se presentó como una gran novedad cuando fue fundado y que en estos pocos meses de existencia ya envejeció enormemente. Podemos ver más claramente ahora, a partir del balance de lo que significó la candidatura de Heloísa Helena, el significado de este proyecto de partido “que una trabajadores y sectores políticos con posiciones reformistas y revolucionarias” [1], defendido internacionalmente por el Secretariado Unificado (SU) y por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa, del cual el PSOL es su experimento más avanzado. Más inmediatamente, ha significado en Brasil el fortalecimiento de los reformistas en detrimento de aquellos que se reivindican revolucionarios, y la defensa de las “banderas históricas” petistas de conciliación de clases y adaptación a la democracia burguesa, así como han intentado presentar un desarrollismo burgués senil, un espantapájaros del desarrollismo de la primera mitad del siglo pasado, repitiendo los errores del Partido Comunista Brasileño (PCB) que llevaron a la derrota del movimiento de masas en 1964. Además, para construir este proyecto, ha sido necesario el abandono de toda democracia interna en el PSOL, retomando la práctica del PT, donde son los comités de campaña y los acuerdos entre las distintas tendencias los que definen toda la orientación del partido, dejando a los militantes y los núcleos partidarios, e incluso organismos de dirección regional y local, como simples “ejecutores”. Así, el “nuevo partido” trae consigo una infinidad de viejos oportunismos, repitiendo lo peor de la experiencia del PT.

Con este artículo queremos colaborar en una de las tareas que consideramos más importantes para los que se reivindican revolucionarios en la actual situación brasileña. Avanzar en separar la paja del trigo, es decir, revolucionarios de reformistas, tarea indispensable para poner en pie un nuevo movimiento obrero, que supere las ilusiones en el reformismo y el desarrollismo burgués y pueda hegemonizar el conjunto de los explotados y oprimidos del país en una lucha irreconciliable contra la burguesía en contra de todas sus alas.

DEMOCRACIA INTERNA: SÓLO UNA FACHADA

Una de las grandes banderas de la fundación del PSOL cayó por tierra en estas elecciones. Cuando fue fundado, ese partido se presentaba como portador de una nueva forma de hacer política y de una nueva forma de partido -sin centralismo, con un programa amplio capaz de unificar a todos los socialistas, formado a través de tendencias internas permanentes- que garantizaría la máxima democracia interna en sus decisiones. En la realidad lo que se vio fue justamente lo contrario.

Ya en la preparación del proceso electoral, la democracia interna del partido sufrió un duro golpe. El primer congreso del PSOL fue aplazado sucesivamente por su dirección nacional, en función del proceso electoral y al final lo que se realizó fue sólo un encuentro nacional para decidir sobre la formación de las alianzas y del Frente de Izquierda. En la práctica, la no realización del primer congreso del PSOL fue un golpe de la dirección contra la militancia del partido con el objetivo de mantener las manos libres para definir según su criterio los rumbos de la candidatura de Heloísa Helena.

Y fue lo que pasó. La orientación política del ejecutivo nacional de ese partido y la orientación dada por Heloísa Helena en sus participaciones en debates y en entrevistas contrariaron buena parte de las expectativas de la militancia y del mismo programa del partido. Cuestionada sobre esta contradicción en una entrevista en la Red Globo, respondió simplemente que “programa de partido es una cosa, programa de gobierno es otra”. Esa situación donde los comités de campaña y los mismos candidatos definían todo sin la participación de los militantes y contrariando el mismo programa provisorio del PSOL, se repitió en todo el país en las campañas para los cargos mayoritarios y proporcionales. Por eso, confirmamos lo que decíamos en la fundación del PSOL, que este sería un partido controlado por los parlamentarios y por el acuerdo de cúpula de las direcciones de las corrientes, donde la democracia interna no pasa de una bella frase para los días de fiesta. La ausencia del centralismo en las palabras se convierte en el centralismo más burocrático en los hechos.

UNA ADAPTACIÓN REAL A LA DEMOCRACIA BURGUESA

Cuando fue lanzado el programa provisorio del PSOL, denunciamos la defensa que este partido hacía de un régimen político basado en una nueva constitución, sin cuestionar en nada la democracia burguesa y abandonando la lucha por una república obrera basada en los organismos de democracia directa de los trabajadores, como fueron los consejos rusos durante el ascenso revolucionario. Esa posición era la concreción de la formulación política de los teóricos de la LCR francesa y del Secretariado Unificado, corriente internacional de la cual Heloísa Helena es parte [2], que abandonaron la lucha por la dictadura del proletariado y pasaron a defender que la “revolución es la lucha por la democracia hasta el final”. Esa corriente, que aún hoy se reivindica trotskista y se autodenomina la Cuarta Internacional, abandona el programa y la tradición del marxismo revolucionario, para aproximarse cada vez más a las posiciones reformistas de la socialdemocracia. Esta estrategia de adaptación al régimen democrático-burgués que el marxismo revolucionario define como “el mejor envoltorio para la dictadura del capital” también se expresa de forma avanzada en Brasil.

Tan es así que en el manifiesto del Frente de Izquierda, firmado por el PSOL, PCB e incluso por el PSTU, el PSOL abandona incluso la defensa de una nueva constitución por una fórmula abstracta de “democratizar radicalmente el poder, cambiando su contenido de clase” [3]. Sobre cómo eso sería hecho el manifiesto no dice una sola palabra. No es en vano pues toda la historia de la lucha de clases en el siglo XX, en especial la misma historia brasileña y latinoamericana, comprobó las conclusiones que Marx sacó de la Comuna de París. Es imposible para los trabajadores utilizar el aparato estatal formado por la burguesía para imponer su dominio. La lucha para “cambiar el contenido de clase del poder” no pasa por una “democratización radical” del estado burgués, sino por su completa destrucción y sustitución por un estado “tipo comuna”, como definió Lenin en El Estado y la Revolución. Todas las experiencias que en América Latina intentaron cambiar el contenido de clase del estado burgués, en especial la más avanzada de ellas en el Chile de Allende, condujeron a los trabajadores y el movimiento de masas atados de pies y manos a las más sangrientas dictaduras militares.

Sin embargo, para criticar esa fórmula abstracta no necesitamos recurrir a Marx y Lenin, o a la historia de las revoluciones de América Latina. Basta mostrar cuál fue su concreción en el mismo proceso electoral. En boca de Heloísa Helena, “cambiar el contenido de clase del poder”, se concretó en propuestas extremadamente limitadas de reforma del actual régimen político brasileño. Ella defendió que el Congreso Nacional, ese nido de ladrones y ex torturadores de la dictadura militar, que hoy es una de las instituciones más odiadas y desprestigiadas por la población después del escándalo del mensalao (coimas mensuales, NdT) debería ser fortalecido a través de algunas medidas puntuales como el financiamiento público de las campañas electorales (defendido por el mismo Lula y por sectores del PSDB), por algún mecanismo de revocabilidad de los mandatos, en el marco de una reforma política que permitiese que individuos se lancen como candidatos sin pertenecer a ningún partido. La defensa de una constitución nueva para el país y la defensa de “cambiar el contenido de clase del poder”, terminó limitándose a unas cuantas propuestas democráticas, en el marco de la constitución burguesa de 1988.

UN FRENTE ANTINEOLIBERAL SIN DEFINICIÓN DE CLASE

A lo largo de toda la campaña Heloísa Helena y el PSOL se esforzaron para presentarse como una “alternativa viable” para gobernar el país. Hicieron todos los esfuerzos para alejarse de las luchas y demandas de los trabajadores y del pueblo y acercarse a los sectores burgueses y pequeñoburgueses descontentos con la política del gobierno de Lula y desilusionados con los escándalos de corrupción. No por casualidad el candidato a vicepresidente elegido fue el intelectual desarrollista César Benjamin, quien no solo colaboró en otras elecciones en la elaboración de los programas de gobierno de Lula, sino que llegó incluso a colaborar en la elaboración del preprograma de Antony Garotinho, cuando éste intentaba postularse como candidato del PMDB a la presidencia.
Así, la principal tecla que Heloísa Helena tocó hasta el cansancio fue la denuncia a los bancos y al capital financiero y la defensa de una política de reducción de los intereses que permitiría inversiones en el “sector productivo”. Muchas veces era sorprendente ver la propaganda electoral en televisión y ver a Heloísa Helena defendiendo la reducción de los intereses casi con las mismas palabras de Alckmin. Ella afirmó innumerables veces en la campaña que sólo los banqueros deberían temer a su gobierno, que beneficiaría a los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, los “empresarios productivos”, en fin, a todos independientemente de la clase a la que pertenecen. Ella se esforzó tanto para conquistar la confianza de la “burguesía productiva” que durante la huelga de la Volkswagen del ABC Paulista contra los despidos, mientras Lula suspendía temporalmente la financiación del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) a esta empresa en función de los despidos y de la amenaza de cierre, ella llegó a defender que esa medida era un error, pues el papel del BNDES es financiar empresas “productivas” como la Volkswagen.

Esta es la aplicación de una estrategia de combate al neoliberalismo a partir de un “frente amplio” sin definición de clase, que pretende unificar a los trabajadores con sus enemigos de clase, la burguesía. En un frente como este los intereses de clase de los trabajadores quedan subordinados a los intereses de sectores burgueses que defienden cambios en el “modelo”. La perspectiva de una lucha que parta de las demandas más sentidas de los trabajadores, como la lucha contra el desempleo, y a partir de esto cuestione el poder de la burguesía y la propiedad privada de los medios de producción, preparando las condiciones para la caída de la burguesía y para el inicio de la construcción de una sociedad socialista, fue cambiada por la estrategia de crecimiento económico con redistribución de la renta, una estrategia utópica y reaccionaria. Toda política del PSOL y de Heloísa Helena en estas elecciones fue una repetición en forma de farsa de la política desarrollista clásica que pregona el fortalecimiento del mercado interno y de la burguesía nacional para “desarrollar” el país.

EL ANTIIMPERIALISMO Y LA REFORMA AGRARIA

Uno de los partidos que compusieron el Frente de Izquierda, el PSTU, justificó su completa adaptación a la estrategia del PSOL, defendiendo que el Frente se ubicaba consecuentemente en la lucha contra el imperialismo, aunque en una serie de cuestiones se adaptase al desarrollismo burgués. Nada más falso. El PSOL, al intentar componer un frente antineoliberal que contara con la simpatía de sectores burgueses, abandonó cualquier batalla, por más mínima que fuese, para presentar una política y un programa que pudiera resolver los dos problemas democrático estructurales más importantes en Brasil: la lucha antiimperialista y la reforma agraria.

Heloísa Helena cometió un verdadero crimen político al abstenerse completamente de hacer cualquier declaración sobre la guerra del Líbano. Ni una palabra siquiera en defensa de las masas palestinas y libanesas que estaban siendo masacradas por las bombas sionistas con financiamiento yanqui. Insistió en distanciarse de Chávez y de declarar que el gobierno de Lula estaba siendo muy “blando” con Bolivia en la cuestión del gas. Todo para presentarse como viable para la burguesía brasileña... Incluso el caballo de batalla del PSTU, la campaña por la auditoría de la deuda pública hecha por el Jubileu Sul, ni siquiera fue tocado (aun cuando la campaña ni siquiera planteaba el no pago sino solamente la auditoría). En la práctica, aunque se hablara a veces de auditoría de la deuda, la posición que se afirmó fue la de discutir diversas formas de renegociación, con Heloísa Helena resaltando que la disminución de los intereses reduciría automáticamente el total de la deuda. No existe aquí ni una gota de antiimperialismo y sí un abandono completo de reivindicaciones tan elementales para los pueblos de los países oprimidos como el no pago de la deuda externa y un desprecio criminal por las masas árabes y latinoamericanas.

El mismo desprecio se expresa por la demanda histórica de reforma agraria en Brasil. Para aproximarse a sectores burgueses Heloísa Helena adoptó posiciones extremadamente reaccionarias contra los campesinos sin tierra. Poco antes del inicio de la campaña electoral, militantes del MLST (Movimiento por la Liberación de los Sin Tierra) ocuparon el Congreso Nacional y ella, junto a los parlamentarios del PSOL, sacaron una nota defendiendo el castigo dentro de la ley para los responsables por el acto. Muchos militantes del PSOL argumentaron que eso habría sido sólo un error. Semanas después ella declaró que, de llegar, al gobierno haría una reforma agraria en los marcos de la ley, justamente la misma ley que garantiza la propiedad de la tierra a los grandes latifundistas en Brasil.

FRENTE ÚNICO CON LA “BANCADA DE LA BALA”

Uno de los gestos más siniestros y repugnantes de la adaptación de Heloísa Helena y del PSOL a la democracia burguesa y de su intento por presentarse como “viable” fue su política de “seguridad pública”. A lo largo del año la verdadera catástrofe social que se vive en Brasil explotó a través de confrontaciones entre el PCC [4] (Primer Comando de la Capital) y la Policía Civil y Militar. Decenas de policías fueron asesinados y, en respuesta, la Policía Militar (PM) asesinó en una semana a alrededor de 400 civiles, residentes en los barrios periféricos de São Paulo. La Secretaría de Seguridad del estado, desobedeciendo la constitución del país, negó el acceso a los informes médicos por parte de la prensa y de organizaciones de derechos humanos. Cuando comenzaron a filtrarse las informaciones, lo obvio se confirmó ya no como suposición sino con rigor científico. Al contrario de lo que afirmaba la Policía Militar y el Secretario de Seguridad del gobernador Geraldo Alckmin, que acababa de dejar el gobierno del estado para ser candidato a la presidencia, varios supuestos “bandidos” habían sido ejecutados con tiros en la cabeza o en el corazón y no en enfrentamiento con la PM.

En esa guerra sin fin que se extiende por las periferias de las grandes ciudades de Brasil, especialmente en São Paulo y en Río de Janeiro, todos saben quiénes son las principales víctimas: negros y pobres, ligados o no al narcotráfico, no importa. Frente a cada conflicto entre las favelas en Río de Janeiro, o a cada rebelión en cárceles o Febem (cárceles especiales para menores de dieciocho años, que muchas veces son hasta peores que las cárceles comunes) en São Paulo, los sectores más “duros” de la burguesía brasileña, los ex torturadores de la dictadura militar y quienes los apoyan, reivindican más dinero para la Policía Militar y para la construcción de cárceles, un sistema de información más eficiente, así como leyes más duras y la reducción de la mayoría de edad penal de 18 a 16 años.

Heloísa Helena se negó a meter el dedo en la herida. Es decir, denunciar al alto mando de la Policía Militar por asesinatos y ejecuciones sumarias; exigir la cárcel a todos los responsables por esas ejecuciones; un llamado a organizar en los barrios de la periferia un conteo extra oficial de los muertos así como una investigación independiente, lo que revelaría que la cantidad de asesinados por la PM fue aún mayor que el divulgado; una denuncia clara sobre la responsabilidad de los enfrentamientos, que recae completamente en las espaldas de la burguesía brasileña, no sólo por las condiciones de miseria a las que condena a nuestra juventud. También porque alimenta concientemente el crimen organizado y el enfrentamiento con la policía para justificar medidas de represión y de militarización de las grandes ciudades, así como para que el crimen sea una válvula de escape para la revuelta de una juventud sin perspectivas. Además de responsabilizar a la política económica neoliberal por la situación, y no la propia estructura de clases de la sociedad brasileña, Heloísa Helena hizo coro con la “bancada de la bala” [5] en el Congreso Nacional exigiendo una “represión implacable” a los “criminales” (¡¿aún más “implacable”?!), además de mayores partidas presupuestarias para la “seguridad pública” (es decir, seguridad para los ricos y represión implacable para los pobres y negros). Llegó a cobrarle a Lula, junto con la oposición burguesa, por haber enviado solamente 29 millones de reales para la “seguridad pública” en São Paulo mientras que Fernando Henrique había enviado 223 millones. Lo que para la juventud negra y de la periferia en São Paulo podría aparecer como una bendición de Lula, Heloísa Helena, junto con los diputados y senadores más reaccionarios del país, denunció como un desdén.

UNA POSICIÓN PRO CLERICAL

Para terminar de dar un cuadro general de lo que fue la campaña de Heloísa Helena y del PSOL, no podemos dejar de lado que su candidatura no fue siquiera laica. Con Heloísa Helena descubrimos que el socialismo, que para ella es la “más bella declaración de amor a la humanidad” y no un programa, una estrategia y una política concretos, se aprende en la Biblia. Eso no fue solamente una declaración pedagógica para aproximar al socialismo a las masas de fieles brasileños, lo que ya sería condenable de un punto de vista revolucionario. Más que eso, en su recta final de campaña no faltaron las apelaciones a los votos de los fieles, en nombre de Dios, de la Virgen María y del Espíritu Santo. Nada mejor que una apelación como esta para coronar una campaña que se caracterizó por un enorme conservadurismo, oportunismo y eclecticismo.

Para ser consecuente con esta apelación a los sectores más conservadores del electorado brasileño, Heloísa Helena se ubicó públicamente contra el derecho al aborto. Esta posición retrógrada, basada en preceptos religiosos de la misma Heloísa Helena, y principalmente de un electorado conservador de clase media que ella se esforzó en conquistar, generó una enorme incomodidad interna en el PSOL y en el Frente de Izquierda. No fue solamente la militancia feminista del PSTU y PSOL que se pusieron abiertamente contra Heloísa Helena en esta cuestión. Incluso Plínio de Arruda Sampaio, candidato a gobernador de São Paulo, que representa un sector de la izquierda brasileña ligado a la Iglesia Católica, insistió en pronunciarse favorablemente al derecho al aborto y defender el carácter laico de su candidatura, dígase de paso, una candidatura abiertamente desarrollista. Según él, una cosa son sus principios morales contrarios al aborto, otra es el derecho de cada mujer a disponer de su propio cuerpo y contar para eso con el auxilio del servicio público de salud.

EL PSOL DESPUÉS DE LAS ELECCIONES: CRISIS INTERNA Y APOYO AL “SUPER-SIMPLES”

Después de la primera vuelta el PSOL entró en una dinámica de crisis interna que promete intensificarse en el próximo período. La crisis, consecuencia directa del carácter oportunista de su proyecto político, empezó con una resolución de “neutralidad” de su ejecutivo nacional sobre la segunda vuelta. Esa resolución, de carácter “prohibitivo”, que lanzó por los aires lo que aún podía quedar del discurso de “horizontalidad” de la dirección del PSOL, quería impedirle a los militantes posicionarse públicamente en la segunda vuelta, fuese para votar nulo y denunciar a los dos candidatos, fuese para apoyar a Lula. Una pequeña maniobra, totalmente impotente, para evitar la división interna entre los que llamarían a votar a Lula y los que llamarían a votar nulo.

Esa posición en primer lugar hizo evidente la división del propio Frente de Izquierda, ya que mientras el PSOL se declaraba neutro, el PSTU llamaba a votar nulo y el PCB apoyaba críticamente a Lula. Dentro del PSOL, mientras sectores que se reivindican trotskistas defendieron la política de la dirección nacional y aplaudieron esa vergonzosa neutralidad, el reformismo apoyó abiertamente a Lula. Chico Alencar, diputado federal electo por Río de Janeiro, atacó públicamente la resolución del ejecutivo nacional. Ivan Valente, diputado federal electo por São Paulo, declaró su voto a Lula, de la misma forma que Francisco de Oliveira, intelectual de influencia en el PSOL, Plínio de Arruda y Michel Lowy, militante del SU. Buena parte del Frente de Izquierda y del propio PSOL, terminaron votando a Lula. El PSOL se demostró un partido inconsecuente tanto en lo que refiere a la democracia interna como en la lucha contra el gobierno de Lula. Además de la fragilidad interna, fruto del carácter oportunista de su proyecto de “unificar revolucionarios y reformistas”.

Por otra parte, el candidato a vicepresidente, César Benjamin, no sólo rompió con el PSOL revelando que su afiliación tenía como único objetivo la participación en el proceso electoral, sino también criticando duramente al PSOL como un partido sin cohesión interna, inviable, que fue incapaz de ponerse de acuerdo para la elaboración de un programa común en las elecciones. El MES sufrió la ruptura de 200 militantes en Rio Grande do Sul, a pesar de la votación enorme que obtuvo Luciana Genro que fue reelegida diputada federal. La Corriente Socialista de los Trabajadores (CST), que tuvo el trago amargo de la no reelección de Babá para el Congreso Nacional, sufrió la ruptura de alrededor de 60 militantes en Belém do Pará y en Río de Janeiro.

Pasado la segunda vuelta, el Congreso Nacional aprobó el proyecto de ley llamado super-simples. Esa ley que entre diversos incentivos fiscales a los pequeños y medianos empresarios está iniciando en Brasil la desregulación de leyes laborales, fue aprobada por los parlamentarios del PSOL, con excepción de Ivan Valente que se abstuvo. Según Babá, su voto en el Congreso Nacional fue resultado de un error, falta de atención quizás... Independientemente del supuesto error de Babá, esa votación es una clara muestra de su adaptación al régimen. Después de una campaña llena de gestos a la burguesía, ahora el PSOL se puso a favor de un ataque directo a los trabajadores. Lejos de ser una “alternativa de izquierda” al gobierno de Lula, el PSOL viene demostrando claramente el grado de adaptación de su dirección y de sus parlamentarios a la democracia burguesa en Brasil.

POR UN PARTIDO REVOLUCIONARIO DE TRABAJADORES

Por todo lo descrito aquí, aunque muchos otros “deslices” del Frente de Izquierda no fueron tocados, se puede concluir fácilmente que la candidatura de Heloísa Helena, que obtuvo alrededor de 6 millones de votos, no estuvo al servicio de los intereses de los trabajadores y provocó una enorme decepción en muchos militantes del Frente de Izquierda y en activistas del movimiento sindical, campesino y popular. Muchos compañeros honestos del PSTU y del PSOL argumentaron que al hacer la crítica al Frente de Izquierda centrada en las posiciones de la candidatura de Heloísa Helena estaríamos siendo injustos con la mayoría de los militantes de este Frente que no están de acuerdo con la política defendida por su candidata a la presidencia. Ese es justamente uno de los puntos del debate que queremos tener con esos compañeros.

Es verdad que en todo Brasil la campaña que realizaron estos militantes se opone en varias cuestiones importantes a lo que Heloísa Helena defendió. En el caso del PSTU, incluso el carácter desarrollista burgués del programa levantado por Heloísa Helena fue denunciado en las páginas del semanario Opinião Socialista. Sin embargo, eso sólo demuestra una vez más el carácter antidemocrático del Frente de Izquierda y del propio PSOL. Sólo comprueba que las decisiones más importantes son tomadas por los mismos candidatos, sin ningún control partidario sobre estos.

El principal error político del PSTU y de los militantes del PSOL que no están de acuerdo con la campaña de Heloísa Helena fue haber aceptado que ella levantara, en su nombre, para todo Brasil en red nacional de televisión, un programa y una política de conciliación de clases con la burguesía y de adaptación a la democracia de los ricos. Los instrumentos de lucha de los trabajadores, que fuimos poniendo en pie a lo largo de cuatro años de gobierno de Lula, como Conlutas, se apagaron completamente en esos días de elecciones nacionales. Los activistas obreros que hicieron su experiencia con Lula y el PT y empezaron a avanzar, aunque lentamente, hacia posiciones de independencia de clase, fueron impedidos por la política de sus direcciones a expresarse en estas elecciones y a presentar a los sectores más explotados y oprimidos de la población un programa de independencia de clase, de apoyo a las luchas en curso, en defensa de la reforma agraria y de la lucha antiimperialista.

La izquierda brasileña y el sindicalismo clasista, a pesar de los millones de votos a Heloísa Helena y de los diputados federales y estaduales elegidos por el PSOL, salieron más débiles de lo que entraron en estas elecciones. Por otro lado, el PSTU, que cedió sus posiciones para presentarse al lado de Heloísa Helena, como un atajo para llegar a las masas, vio su influencia electoral disminuir en comparación con 2002 y vio a sus figuras públicas más importantes como Zé Maria apagarse. Todo esto al precio de abandonar una política clasista en las elecciones y adaptarse al oportunismo de la dirección del PSOL. Ahora, con el inicio de la crisis del PSOL, el PSTU está en una peor ubicación para presentarse como alternativa y avanzar en la construcción de un partido revolucionario en Brasil.

El llamado que hacemos desde LER-QI es para que se abra ante la vanguardia obrera, popular y estudiantil de todo el país una discusión seria y profunda del resultado electoral. La única conclusión a la que podemos llegar a partir de este balance es que al mezclar las banderas revolucionarias con las reformistas, las posiciones clasistas con las de la conciliación de clases, la que sale perjudicada siempre es la independencia de clase y la estrategia revolucionaria. Una discusión clara y abierta ante la vanguardia, de balance electoral y sobre las perspectivas de la lucha de clases en el próximo período, sería la única forma de intentar recuperar el tiempo perdido en el proceso electoral. Sería el mejor camino para separar la paja del trigo en la izquierda brasileña, de delimitar campos.

Sólo así podremos avanzar en la construcción de un partido revolucionario de trabajadores, un partido ajeno a las negociaciones entre bastidores, a los pactos espurios con alas de la burguesía, un partido que levante una política capaz de organizar al movimiento obrero brasileño para hegemonizar al conjunto de los sectores oprimidos de la población en una lucha para derrotar a todas las alas de la burguesía, única forma de realizar una verdadera reforma agraria, de conquistar una verdadera independencia nacional y de sentar las bases de una sociedad socialista.

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  • [1Documento nacional del MES, “Proyecto de tesis sobre Brasil y la construcción del PSOL”.

    [2Así como aún integra el SU la corriente interna del PT Democracia Socialista, que sigue ocupando el Ministerio de Desarrollo Agrario. Eso es suficiente para demostrar el oportunismo extremo de esta corriente que sigue con un huevo en cada canasta, uno en el PSOL y otro en el gobierno de Lula.

    [3Manifiesto del Frente de Izquierda.

    [4El PCC, Primer Comando de la Capital, surge en el interior de las cárceles paulistas. Utilizando métodos de organización de los presos políticos de fines de la década del ‘70, a partir de los años ‘90 el PCC pasa a organizar una poderosa facción, bajo la bandera de la lucha contra la represión a los presos, que controla parte del crimen organizado en el estado de São Paulo.

    [5Se conoce así a los diputados federales ligados a los órganos de represión de la policía militar y del ejército, que expresan el ala más dura de la burguesía brasileña.

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