Estrategia Internacional N° 13
Julio/Agosto - 1999

Robert Brenner:
“La economía de la turbulencia global”:
Algunos elementos para la crítica
 
Por Paula Bach con la colaboración de Mario Larrea
 

Robert Brenner es un historiador inglés que se ha destacado por un trabajo sobre los orígenes agrarios del capitalismo europeo conocido como el “debate Brenner”1, que ocupó un lugar importante en el estudio histórico contemporáneo. En su número 229 de mayo-junio de 1998 The New Left Review publicó un nuevo trabajo de Robert Brenner titulado The economics of global turbulence (La economía de la turbulencia global). Este último constituye una de las más exhaustivas historias económicas desde el denominado “boom de la posguerra” hasta nuestros días centrado en las relaciones cambiantes entre las tres principales economías capitalistas del mundo (Estados Unidos, Japón y Alemania). Aparecido en el marco del estallido de la crisis económica mundial que comenzó en 1997 cuyo punto de partida fue el desbarranque de las economías del Sudeste de Asia y que reabrió una intensa discusión económica, The economics of global turbulence suscitó múltiples elogios y críticas en el ámbito de la izquierda y el marxismo.
Es necesario señalar que desde la segunda posguerra hasta nuestros días el marxismo ha sufrido un fuerte retroceso en lo que al análisis teórico-científico se refiere, tanto en términos generales como en el campo de la economía política en particular. En este contexto si bien, por ejemplo Ernest Mandel en su “Capitalismo Tardío” realiza un exhaustivo análisis de la estructura del capitalismo en el siglo XX y aporta importantes elementos para el análisis marxista, él no ha conseguido poner en pie una estructura teórica2 que continúe dialécticamente los aportes y la reactualización de la teoría marxista realizados por la Tercera Internacional, Lenín y Trotsky entre otros. Más tarde, a partir de la década del ´70 han surgido otras escuelas como de un lado los “teóricos de la lucha de clases” (uno de cuyos exponentes más importantes es John Holloway) y de otro los “teóricos de la caída de la tasa de ganancia” como por ejemplo el economista marxista Anwar Shaik. Estas escuelas se han caracterizado por brindar visiones parciales de la realidad muy lejanas a una integración dialéctica de los múltiples factores actuantes (entre ellos los económicos y los políticos) en la compleja estructura del capitalismo en la época imperialista. De un lado los teóricos de la lucha de clases otorgan un valor absoluto a las fuerzas del proletariado y consideran que esta última es la causa en primera instancia de la crisis económica subvaluando enormemente las contradicciones internas del capital y su agudización en la época imperialista. De otro lado, Anwar Shaik si bien demuestra contundentemente el rol del crecimiento de la composición orgánica del capital como factor causal de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia desde el fin del boom de la posguerra hasta nuestros días, realiza este análisis por fuera de las condiciones de la lucha interimperialista, de los elementos de descomposición que caracterizan al capital en el siglo XX y en la medida en que es tributario de la teoría burguesa de las “ondas largas” subvalúa la profunda relación entre la lucha de clases y la economía. De este modo, en nuestra forma de ver, estas escuelas no han logrado explicar las nuevas formas y tendencias que adquiere la economía política en el conjunto del siglo XX . En este sentido no han podido continuar las elaboraciones de la Tercera Internacional y más allá de sus aportes, no pueden dar una continuidad revolucionaria a la teoría marxista en el campo de la economía.
Robert Brenner aparece frente a estas dos escuelas como una tercera posición que enfatiza el rol de la competencia interimperialista en la economía del siglo XX. Sin embargo su hincapié en este aspecto está centrado en una visión que subvalúa el rol de la lucha de clases y considera a los Estados imperialistas sólo en tanto agentes de la competencia económica y al proletariado sólo en tanto movimiento sindical, como desarrollaremos más abajo. Pero en la medida en que intenta un análisis global, el trabajo de Robert Brenner ha abierto una intensa discusión entre la izquierda y los marxistas y merece ser estudiado y también criticado. Es por ello que desde Estrategia Internacional (a partir de cuyo número 7 hemos intentado aportar elementos teóricos para el análisis de la crisis y las tendencias económicas actuales) nos parece de fundamental importancia tanto dar a conocer al menos algunas partes de este importante trabajo de Brenner como acercar primeros elementos para su crítica.

Introducción

Sin duda los aportes más importantes de Robert Brenner están ligados a una muy detallada demostración del desarrollo desigual en el terreno económico entre las grandes potencias capitalistas que ha signado tanto el período de ascenso del capitalismo occidental durante el llamado boom de posguerra como lo que él denomina “el largo ciclo descendente”, que según Brenner ha comenzado en el año 1973 y se extiende hasta nuestros días. A su vez este análisis compara en forma permanente el desarrollo divergente entre el sector manufacturero y no manufacturero (servicios) de la economía. Por otra parte, esta “historia económica” brinda una gran masa de datos empíricos que son de enorme utilidad, sin lugar a dudas, para un análisis sobre la crisis capitalista mundial. A su vez, resulta interesante en el trabajo de Brenner su interpretación sobre la polémica década del 90 a la que ubica no como el supuesto comienzo de un nuevo período ascendente del capitalismo sino como un período particular (de crecimiento específicamente norteamericano) dentro del “largo ciclo descendente”.
Ahora bien, la concepción de Brenner es presentada por The New Left Review como“...un marxismo original que tiene poco en común con lo que frecuentemente se ha hecho pasar como deducciones ortodoxas de El Capital. Ningún axioma de la crisis basada en el aumento de la composición orgánica, y en la subsecuente caída de la rentabilidad de la inversión capitalista, se van a hallar aquí.”3 En realidad puede afirmarse que el “marxismo original” de Brenner constituye escencialmente una negación de la ley del valor-trabajo como fundamento del sistema capitalista a la vez que un rechazo de la concepción marxista sobre la tendencia creciente al aumento de la composición orgánica del capital como causa última impulsora de la caída tasa media de ganancia. Ahora, la pregunta que cabe plantearse es si este llamado “marxismo original” de Brenner es capaz de dar cuenta en profundidad del conjunto de los movimientos de la economía en el complejo siglo XX. Veamos. En primer lugar Brenner propone como global un análisis que subvalúa la profunda relación de opresión y explotación del “centro imperialista” sobre el mundo semi-colonial. Pasar por alto o restarle importancia a esta relación que está en la base del funcionamiento de la economía capitalista-imperialista del siglo XX, no puede más que arrojar una explicación parcial y por lo tanto incorrecta de la realidad en su conjunto. Sólo a modo de ejemplo podríamos citar la dimensión dramática que cobró el fenómeno de la “deuda externa” que ha llevado a que un amplio abanico que va desde el Vaticano, incluyendo a políticos burgueses de los países semicoloniales, pasando por múltiples intelectuales de la izquierda no marxista como Noam Chomsky, Wallerstein, entre otros hasta sectores de izquierda de las mismas metrópolis reclamen la condonación de parte o la totalidad de dicha deuda4. La subestimación que Brenner realiza de esta expoliación imperialista es una consecuencia de que como veremos luego, en su análisis no son tomadas en cuenta las diferencias cualitativas existentes entre la fase ascendente del capitalismo de libre competencia y su época declinante, el imperialismo, con todos los efectos reaccionarios y de destrucción de las fuerzas productivas que implica la sobrevida del capitalismo. En este mismo sentido, Brenner resta importancia a la profunda relación entre los factores económicos y políticos que signan nuestra época. Por ello, Brenner aborda la competencia interimperialista en un plano exclusivamente económico, alejado de la lucha intensa entre las grandes potencias por la hegemonía del mundo así como de la lucha actuante entre revolución y contrarrevolución.
En resumen, podríamos decir que el análisis de Brenner si bien aporta elementos de peso para una interpretación de la economía mundial, en la medida en que ignora o desecha las conquistas científicas adquiridas por el marxismo y por los marxistas revolucionarios (entre las cuales se destacan los aportes tanto de Lenín, como de Rosa Luxemburgo, de la Tercera Internacional y de Trotsky entre otros, que fueron dándole actualidad y reexplicando los nuevos y complejos fenómenos a través de los cuales se expresaba el capital en el siglo XX) y en la medida en que Brenner no propone una teoría superadora, no es capaz de dar cuenta del movimiento del conjunto de las tendencias de la economía capitalista-imperialista a las puertas del siglo XXI. Como consecuencia de ello, Brenner cae en una explicación que queda sujeta al campo de los fenómenos y no puede visualizar las tendencias más profundas que sin dudas sacudirán a la economía y a la política mundial en las décadas venideras.

Dado que el trabajo de Robert Brenner no está traducido al castellano, presentamos a continuación un breve resumen de The economics of global turbulence, en el que intentaremos destacar sus aspectos más relevantes.

La explicación económica de Brenner

1) El patrón del boom de la posguerra, 1950-1973

Brenner identifica el período del boom entre los años 1950 y 1973 y sostiene que el crecimiento durante este período fue altamente desigual. En lo que respecta al crecimiento del PBI, del PBI por hora, del stock de capital, y de la inversión productiva, Estados Unidos tuvo con respecto a Alemania y Japón en esos años un crecimiento mucho más modesto. Incluso éste fue menor que las tasas de crecimiento que Estados Unidos registró durante el período 1890/1913. Por el contrario, la performance productiva de Japón y Alemania fue impresionante, en particular la de Japón, cuyo crecimiento, según Brenner, no tuvo parangón histórico:
“Durante el primer cuarto de siglo de la época de la posguerra el mundo capitalista avanzado experimentó tasas récord de crecimiento. No obstante su extraordinario dinamismo estuvo muy desigualmente distribuído. Mientras que el bloque económico norteamericano de anterior desarrollo tendió a repeler las nuevas inversiones, los nuevos bloques económicos con los cuales la economía alemana y japonesa estaban asociados tendieron a atraerla. El crecimiento de posguerra de la economía norteamericana no fue en consecuencia particularmente impresionante, sea en comparación con el de sus principales competidores, o con respecto a su propia historia en períodos anteriores.” 5
Brenner sostiene que Estados Unidos (y en menor medida el Reino Unido) disfrutaban de ventajas muy considerables sobre las otras economías avanzadas inmediatamente después de la segunda guerra, tanto a nivel de la productividad como de la capacidad productiva. Alemania Occidental y Japón, por su parte, tenían tasas más altas de acumulación de capital pero menor productividad y menor capacidad productiva inicialmente. El liderazgo norteamericano estaba basado en la abrumadora superioridad tecnológica de su industria, como consecuencia de la aplicación de tecnologías disponibles desde los ‘30 que fueron aplicadas masivamente durante la guerra.
A su vez, Alemania y Japón se beneficiaron de la incorporación de nuevas tecnologías que Estados Unidos ya poseía (lo que Brenner llama el “proceso de alcance”) combinándolas con una mano de obra mucho más barata que la de Estados Unidos. Se beneficiaron de su posición de “seguidoras”, mientras que Estados Unidos sufrió relativamente las desventajas de llevar la delantera (“the penalty of taking the lead”).
Brenner señala que la represión y el control del movimiento obrero fueron claves para el comienzo de la larga onda expansiva: “...el boom de la posguerra en ambos países [Alemania y Japón] estuvo basado más en la derrota de los trabajadores que en su reconocimiento, más en la subordinación explícita de los trabajadores que en la consolidación de cualquier ‘acuerdo capital- trabajo’. En particular, las extendidas oleadas de acumulación de capital que cimentaron el largo ciclo ascendente durante la década de los 50 dependieron de lograr tasas extraordinariamente altas de ganancias, que en sí mismas estaban basadas en la represión a los trabajadores y su consecuente aceptación de bajos salarios en lento crecimiento (en relación al crecimiento de la productividad)...rebeliones obreras militantes estallaron en ambos países luego de la derrota militar... con el advenimiento de la guerra fría.. las autoridades de ocupación norteamericana ...se sumaron a los gobiernos conservadores y a los patrones de línea dura para reprimir sistemáticamente (como en Japón) o contener (como en Alemania) estas insurrecciones”6
Las tasas de acumulación más altas de Alemania occidental y Japón, junto a los menores costos laborales, les permitieron a sus fabricantes comenzar a desafiar con sus mercancías más baratas el dominio del capital norteamericano sobre el mercado mundial en la década de los ‘60. Esto se reflejó en el creciente déficit de la balanza de pagos de Estados Unidos.
La relación económica de la posguerra entre las economías de occidente estuvo enmarcada en los Acuerdos de Bretton Woods7, que según Brenner encarnaban una “negociación informal”: por un lado EE.UU., a través del rol clave del dólar funcionaba con grandes déficits de la balanza de pagos para financiar sus bases militares en el exterior y su ayuda al exterior y las inversiones extranjeras directas de sus corporaciones; por otra parte, permitía a sus rivales económicos (Japón y Alemania) que limitaran el acceso a sus mercados internos. El libre comercio y el dólar sobrevaluado facilitaban la inversión en el exterior de las multinacionales norteamericanas. Esta exportación de capitales e importación de manufacturas, llevó a una caída de la tasa de inversión en Estados Unidos. Por otra parte, los años ‘50 fueron, según Brenner, “la edad de oro” de los trabajadores manufactureros norteamericanos, ya que sus salarios crecieron a un 3% anual. Esto último junto al lento crecimiento de la inversión, rebajaron el crecimiento de la productividad del trabajo y del capital, lo que provocó una gran caída de la tasa de ganancia en la manufactura (41%) entre 1950 y 1958. Aun siendo la productividad más alta en EE.UU., sus altos salarios anulaban esta ventaja sobre Alemania y Japón, cuyos trabajadores tenían salarios más bajos. De este modo, las exportaciones norteamericanas perdieron competitividad. Valga como ejemplo que desde el ‘59 la balanza comercial de EE.UU. empezó a ser deficitaria en relación con Alemania.
Alemania y Japón, por el contrario, captaban capitales al ofrecer excelentes condiciones para la inversión del capital, tales como monedas subvaluadas en relación al dólar, salarios relativamente bajos, y baja inflación. Las políticas keynesianas del gobierno en Estados Unidos de subsidio a la demanda y gran gasto público alimentaba el crecimiento de grandes déficits. Por el contrario, a través de los ‘50 y los ‘60 Alemania y Japón aplicaban políticas de ahorro interno, y de restricción de la demanda interna para evitar la inflación y el aumento de los costos salariales. Brenner señala como un factor clave del “milagro” alemán y japonés el control de la fuerza de trabajo mediante sindicatos empresarios en Japón y los “consejos obreros”8 en Alemania. Esto era vital para ellos ya que sus expansiones estaban motorizadas por un aumento muy grande de las exportaciones.
Todas estas elementos plantearon las condiciones para que Alemania y Japón fueran apropiándose de sectores cada vez mayores del mercado mundial, con el consecuente aumento de la competencia internacional. Se produjo un gran avance de la productividad y un gran desarrollo del sector manufacturero. Creció la demanda de productos alemanes y japoneses en el mercado mundial, que conquistaron porciones mayores de éste a costillas de Estados Unidos (y en menor medida del Reino Unido). Esto llevó al surgimiento de grandes excedentes externos de Japón y Alemania y al aumento paralelo de grandes déficits en EE.UU., lo que trajo aparejado el aumento de las presiones a la suba de la moneda y de los precios en Japón y Alemania, originando a su vez una agudizamiento de la lucha por la productividad.
En este contexto, en los años 1957/58 y 1960, se desatan las primeras recesiones norteamericanas que permitieron un gran ataque al salario (por un aumento previo del desempleo, que se combinó con una serie de huelgas derrotadas, General Electric, la del sindicato metalmecánico UAW, etc.). Así, EE.UU, logró una recuperación de la tasa de ganancia. Según Brenner esas tempranas derrotas al movimiento obrero yanqui pusieron a la patronal a la ofensiva, iniciando una tendencia que perdura hasta hoy. Los costos salariales cayeron en EE.UU. y aumentaron en Japón y Alemania, y esto produjo un bajo crecimiento en los precios de exportaciones norteamericanas, comparado con un mayor crecimiento de los precios alemanes.
En la primera mitad de los ‘60, la economía de EE.UU. tuvo una recuperación de corto plazo (luego de los magros ‘50), pero no pudo impedir que los límites planteados por la competencia internacional terminaran imponiéndosele: entre 1958 y 1965 la porción de EE.UU. del mercado mundial para las exportaciones manufactureras cayó de 18.7% a 15.8%. A partir de 1965 se agudizará la competencia de Japón y Alemania, un hecho que según Brenner tendría graves consecuencias para la economía mundial en el largo plazo.

2) El comienzo de la crisis, 1965-1973

“Como resultado de la irrupción no planificada de los productos alemanes y japoneses de menor precio en el mercado, se reveló que los productores norteamericanos en particular habían sobreinvertido, en el sentido de que no pudieron asegurar la tasa de retorno establecida sobre sus asignaciones de capital y de mano de obra. El resultado de esto fue la capacidad excedente y la superproducción que llevó a una caída en la rentabilidad de conjunto en el sector manufacturero de las economías del G7. Entre 1965 y 1973, los productores norteamericanos sufrieron una caída en la tasa de retorno sobre su stock de capital de más del 40%. Como el stock de capital manufacturero norteamericano representaba una porción tan grande en el total del G7, las economías del G7 sufrieron una caída en la rentabilidad manufacturera de conjunto de alrededor de un cuarto [25.5%]en esos mismos años.” 9
Brenner señala que una caída de la tasa de ganancia no implica necesariamente dificultades económicas de largo plazo, pero EE.UU. no reorientó su inversión hacia otras líneas de producción, lo que provocó un aumento en la superproducción y tasas de ganancia reducidas, reproduciendo la sobreinversión a nivel del sistema de conjunto. Las masas de capital fijo ya asignadas estaban profundamente ligadas a lo que Brenner denomina el “capital intangible” (las redes de proveedores, el conocimiento del mercado, el “know how”- el conocimiento de las técnicas productivas). Esto evitó que se produjera un proceso normal de ajuste, lo que Brenner llama la “salida” de los fabricantes de más alto costo y de mayor precio de esas líneas de producción dadas.
Los déficits crónicos de la balanza de pagos de Estados Unidos (el exceso de las importaciones sobre las exportaciones) que surgieron en los ‘60, combinados con políticas reflacionarias de rebajas en las tasas de interés y aumento en los déficits presupuestarios, fueron socavando la confianza en el dólar.
La penetración acelerada de productos alemanes y japoneses en el mercado interno de EE.UU. produjo excedentes récords de cuenta corriente en Japón y Alemania, y déficits récord de cuenta corriente en EE.UU. En 1971 EE.UU. tuvo por primera en el siglo XX déficit comercial (éste se triplicaría en 1972). El gobierno de Nixon respondió en 1971 devaluando el dólar, poniendo fin a la paridad dólar/oro y poniendo una recarga impositiva del 10% sobre las importaciones. En 1973 se produjo finalmente el colapso de los Acuerdos de Bretton Woods y el fin del sistema internacional de cambio fijo. Esto precipitó una devaluación del dólar y una paralela revaluación del marco y del yen, precipitando a su vez una recuperación de la tasa de cambio a favor de EE.UU, y en contra de Alemania y Japón, aliviando la presión de las importaciones y bajando los costos de la exportaciones norteamericanas. Así, EE.UU. desplazó la crisis a estos países sin resolverla en el frente interno. La tasa de ganancia en EE.UU. no se recuperó hasta los ‘80, y cayó entre 1969 y 1973 un 31% y un 18.5% respectivamente. Según Brenner, esto fue provocado por una presión descendente de los precios que reflejaba la intensificación de la competencia internacional estimulada por la superproducción creciente de mercancías. Esta declinación sustancial no puede buscarse ni en el crecimiento de los salarios, ni en la caída de la productividad. Según Brenner, la declinación se produjo porque los productores no fueron capaces de elevar los precios al nivel del aumento de sus costos para mantener altas tasas de retorno. La capacidad excedente y la superproducción fueron así la causa de la presión descendente sobre los precios y de la caída de la tasa de ganancia. A su vez, en EE.UU. en la última mitad de los ‘60 hubo un aumento de la actividad huelguística, una explosión de la militancia obrera que representó una respuesta tardía de los trabajadores al enorme crecimiento previo de la rentabilidad, al retraso de los salarios y a la aceleración de la inflación. En el ‘65 el crecimiento de la inflación anuló el crecimiento salarial y la tasa anual promedio de remuneración real cayó 2.3%. Sin embargo, esta caída salarial no permitió mantener la rentabilidad como puede verse en el hecho que la tasa de ganancia cayó en un 29%.
En el sector manufacturero hubo menor aumento salarial y mayor caída de la tasa de ganancia, a diferencia del sector no manufacturero donde hubo un mayor aumento salarial y menor caída de la tasa de ganancia. Esto se explica porque el sector manufacturero no pudo aumentar los precios en relación al aumento de los costos por la superproducción existente y la competencia internacional creciente, como sí lo pudo hacer el sector no manufacturero. En consecuencia, entre el 65 y el 73 la rentabilidad manufacturera cayó en un 40% comparada con una caída mucho menor del 23.1% en el sector no manufacturero. Esta caída secular provocó un descenso de la inversión, un freno en el crecimiento, y un aumento del desempleo, abriendo las puertas a lo que Brenner llama “el largo ciclo descendente”.

3) El largo ciclo descendente (desde 1973 hasta nuestros días)

La contraofensiva norteamericana con la devaluación del dólar le permitió a EE.UU. una baja de los precios relativos que no había logrado a través del aumento de la productividad. Así se produjo una caída en el nivel de los salarios relativos, los que contrariamente aumentaron en Alemania y Japón (como resultado de la revaluación del marco y del yen). EE.UU logró volver a los superávits comerciales en el año 73, empezando a caer sobre Alemania y Japón el peso de la crisis económica mundial.
En el caso de Alemania, la tasa de ganancia cayó el 30% en el sector manufacturero, cayó la productividad, aumentaron los costos relativos, había pleno empleo y fuerte militancia obrera, todo lo cual contribuyó a la baja de la tasa de ganancia. En 1967 ya había habido un proceso de huelgas salvajes exitosas que dieron por resultado un aumento salarial; los salarios crecieron por encima del aumento de la productividad. Nuevamente la caída de la rentabilidad podría haber sido menor si se hubieran podido aumentar los precios al mismo tiempo que subían los costos relativos. Esto fue lo que sucedió en el sector no manufacturero alemán. La economía alemana estaba basada centralmente en las exportaciones. Tenía dos caminos, uno mantener el mercado mundial o mantener los precios altos y las ganancias, a costa de perder una porción del mismo. La patronal alemana eligió este último, lo que trajo aparejada una caída de la tasa de ganancia que propinó un duro golpe a las perspectivas de crecimiento alemán de largo plazo.
Frente a una situación similar, Japón cuya tasa de ganancia ya había caído entre 1970 y 1973, intentó buscar una salida ampliando su mercado interno. Pero el crecimiento de los salarios en términos relativos (15%) en Japón, significó un aumento de los costos del trabajo en la manufactura, medidos en dólares, de un 20% acabó precipitando una mayor caída de la tasa de ganancia ya que los fabricantes japoneses no podían aumentar los precios al nivel necesario como para recuperar la ganancia. La clave de este aspecto estuvo dada por la reducción de la demanda mundial y la revaluación del yen, lo que provocó una reducción de la tasa de crecimiento de las exportaciones al 4.6% anual en comparación con un 17.2% de crecimiento anterior. Al igual que Alemania, Japón eligió mantener el mercado externo aceptando una tasa de ganancia reducida en el marco de una caída del 75% en el ritmo del crecimiento de las exportaciones.
En el G7 de conjunto, la rentabilidad por fuera de la manufactura cayó un 19%, comparada con un 25.5% en el sector manufacturero entre el año ‘65 y el ‘73. La clase obrera del mundo capitalista sufrió un descenso fuerte en el crecimiento de sus salarios: en el G7 de conjunto mientras los salarios habían promediado un crecimiento del 4.4% anual, durante los años 68-73 ese promedio cayó al 1.4% entre el 73-79 y al 0.5% entre el 79 y el 89.
Al mismo tiempo, la caída de la tasa de ganancia provocó una aguda caída de la inversión desde 1973 que fue la causa de la aguda caída en la productividad. En el G7 entre el ‘60 y el ‘79 el crecimiento de la productividad cayó en un 42%, pasando de alrededor del 5.2% entre 1960 y 1973 a 3% entre 1973 y 1979. El crecimiento anual del stock de capital neto cayó en un 35%, es decir desde el 5.5% por año a 3.6%. Las economías capitalistas avanzadas hicieron ajustes en el sector no manufacturero que les permitió resistir la caída de la rentabilidad a través de aumentos de precios. Esto fue posible porque el sector no manufacturero está menos expuesto a la competencia internacional. Dice Brenner:
“Las trayectorias divergentes de las tasas de ganancias en la manufactura y en el sector no manufacturero y, a su vez, de las tasas de crecimiento de la producción, fuerza de trabajo y stock de capital en los sectores manufacturero y no manufacturero antes y después de 1973, reflejaron lo que yo sostengo que es la fuente fundamental de la crisis sistémica a largo plazo de la rentabilidad: la presión descendente sobre los precios que resulta centralmente de la capacidad excedente y la superproducción en la manufactura, que en sí misma se deriva de la intensificación de la competencia internacional”
Brenner explica que el descenso inicial del ciclo demostró una incapacidad de ajustar la economía a la capacidad excedente y a la superproducción existentes. Pero se pregunta, ¿cómo puede explicar este mecanismo la perpetuación de la crisis durante más de dos décadas? La causa la encuentra en el hecho que la estrategia de las empresas estuvo centrada en una “salida insuficiente” de capitales de las viejas ramas o líneas de producción y “demasiada entrada” de capitales a las líneas manufactureras que ya estaban saturadas. El desarrollo de los NICS viejos y nuevos de Asia y del Sudeste Asiático, que producían con costos laborales muy bajos y con tecnología avanzada, profundizaron esta tendencia. Con sus productos baratos, estos países conquistaron una franja mayor del mercado que la que había conquistado Japón durante el boom y contribuyeron más que Japón a la superproducción mundial en el curso del largo ciclo descendente.
De este modo, llegó a su fin la ganancia diferencial, dado que las líneas alternativas de altas tasas de retorno se había vuelto escasas. Se provocó así un desplazamiento de los capitales hacia las finanzas, los seguros y los bienes raíces, tanto en EE.UU. como en Alemania y Japón.
Durante los ‘70, hubo una explosión del endeudamiento de las empresas de más altos costos y menores ganancias que les permitió ocupar posiciones económicas que podrían haber sido ocupadas por otras más productivas. De esto modo, entre el 73 y el 79 hubo un 20% menos de quiebras que entre el ‘60 y el ‘73. Otra política hubiera llevado a una depresión, que fue evitada a costa de un aumento de la inflación. Pero las medidas keynesianas no podían resolver la situación porque el problema central no estaba en la realización y la demanda sino en la capacidad excedente, en la superproducción existente y en la caída de la rentabilidad.
Esta situación estuvo en la base del giro monetarista que signó la década del 80, y puso en escena una declinación general de la economía mundial. El mercado norteamericano cayó, imponiendo grandes limitaciones a Japón y a Alemania. En EE.UU. hubo un gran proceso de achicamiento y ajuste que impulsó una mejoría de la productividad. Hubo una rebaja sin precedentes de los salarios y un desplazamiento en gran escala de los capitales hacia el sector servicios de baja productividad y bajos salarios y hacia el sector financiero.
En el año 1985, con el Acuerdo Plaza, los principales estados capitalistas se pusieron de acuerdo para forzar la baja del valor del dólar. Esto permitió mejorar la competitividad relativa del capital norteamericano, a la vez que impulsó a la suba el valor del yen. Japón adoptó una política monetaria laxa que deliberadamente produjo la economía “burbuja”, la rápida inflación en el precio de las acciones y de los bienes raíces a fines del ‘80, cuya intención era aumentar el consumo interno para contrarrestar la caída de sus exportaciones.
En EE.UU. el gobierno de Reagan implementó enormes reducciones impositivas a los ricos, y aumentó astronómicamente el gasto en armamentos (neo-keynesianismo militar), que provocaron los déficits presupuestarios norteamericanos más altos de la historia. Según Brenner estas políticas tranformaron a Ronald Reagan en el “...más grande keynesiano de la historia”. Durante estos años la concentración de capital tomó proporciones históricas: entre 1980 y 1989 hubo 31.105 fusiones y adquisiciones por un valor de 1.34 trillones de dólares. Esto se combinó con la derrota de la huelga de los controladores aéreos que permitió rebajar los costos salariales lo que sumado a las reducciones impositivas y una reactivación de la demanda abrió las puertas a un nuevo ciclo de ascenso extendido de la economía norteamericana.

La situación actual y las perspectivas del capitalismo

El estado del capitalismo a lo largo del largo ciclo descendente es revelado por las siguientes cifras: “Hoy, cuando la economía mundial disfruta su recuperación de la cuarta gran recesión de fines de los 60, la tasa de desempleo promedio de las economías capitalistas líderes (sacando a Estados Unidos) es al menos tan alta como el promedio de la gran depresión de los 30. El desempleo de los 11 países de la Unión Europea promedió el 11,3% mientras que las 16 principales economías capitalistas en los años 30 al 38 inclusive fue del 10.3%. El revival de la economía norteamericana estuvo basado en una tremenda devaluación del dólar contra el marco y el yen que ya lleva una década. El crecimiento de la productividad para la economía de conjunto ha caído a sus niveles más bajos en la historia norteamericana para los casi 25 años que van desde 1973 a 1996. Durante ese período el crecimiento del PBI por hora trabajada ha promediado el 0.9%. Esto es mucho menos que la mitad del promedio histórico para el siglo previo y el promedio para los 90 (hasta 1996) ha caído el 0,7%. En este contexto la defensa de la rentabilidad y su recuperación parcial en los 90 ha sido el resultado de una rebaja salarial sin precedentes durante el último siglo y quizá desde la Guerra Civil. Entre 1973 cuando los salarios reales por hora en la economía privada alcanzaron su pico y 1990 cayeron un 12%, bajando a una tasa anual promedio del 0,7% y no aumentaron en absoluto durante la década del 90 hasta el año 97.”10
Continúa diciendo Brenner: “Lo más revelador quizás a la luz de las actuales celebraciones de un supuesto milagro económico norteamericano, es que el ascenso cíclico de los 90 ha sido -en términos de los principales indicadores macroeconómicos de crecimiento (producción, inversión, productividad y remuneración real)- incluso menos dinámico que sus antecesores relativamente débiles de los ‘80 y los ‘70 (para no hablar de los de los ‘50 y los ‘60).
De este modo, lo único espectacular del “boom Clinton” fue el crecimiento de la bolsa. En 1998 la proporción entre los precios de los activos y las ganancias duplicó su promedio de 13,7% que se mantuvo entre 1871 y 1992, situándose a un nivel récord. El empleo en los servicios (hoteles, restaurantes, y comercio minorista) creció en 20 millones entre el ‘79 y el ‘90 y 8.6 millones entre el ‘90 y el ‘96. A su vez el empleo en la manufactura cayó respectivamente 1.1 millón y 830.000 en los mismos períodos. Esto constituye una manfiestación de la declinación económica norteamericana. Esta situación en cierto modo podría compararse con el boom de la bolsa japonesa en los ‘80 que acabó por explotar dando lugar a una profunda recesión. La diferencia no obstante entre estos dos procesos estaría dada por el aumento de la rentabilidad en EE.UU. en los ‘90. Entre 1995 y 1996, la tasa de ganancia en la manufactura logró por primera vez desde el comienzo del largo ciclo descendente superar su nivel de 1973 situándose un 30% por debajo del pico máximo alcanzado en el boom. La recuperación de EE.UU en los ‘90 estuvo así centrada en la caída del salario y el aumento de las exportaciones como consecuencia de la gran devaluación del dólar en esta década. En 1997 se dio el primer año de boom en EE.UU. cuando la productividad, el PBI, los salarios y el empleo aumentaron al unísono. Lo que sucedió es que, al mismo tiempo que Japón y Alemania en los ‘90 entraron en las peores crisis de la posguerra, EE.UU., gracias a su mayor competitividad, se volvió más dependiente del mercado mundial de exportaciones. Así se produjo una bifurcación no simétrica: las caídas alemana y japonesa no fueron compensadas por la recuperación norteamericana, hubo en realidad un menor dinamismo de la economía mundial que en cualquier período desde 1950.
Pero ¿cuál es el pronóstico para la evolución del capitalismo mundial? Brenner sostiene que la superación del problema secular de la capacidad excedente y la superproducción es una cuestión clave para relanzar un nuevo boom. Para EE.UU. es definitorio si puede o no extender y consolidar la recuperación de la rentabilidad esquivando el aumento salarial y la competencia internacional, dado que su crecimiento anterior, estuvo basado en la caída del dólar, el aumento de las exportaciones y una rebaja salarial sin precedentes. Sin embargo, en 1996 la remuneración salarial ya creció en un 1.5% y siguió creciendo más aún en 1997 y 1998. Pero las tendencias económicas norteamericanas en última instancia dependerán de la situación mundial. Ahora bien, las fuerzas actuantes en el terreno del mercado mundial hoy están dadas por el freno en la demanda de conjunto, la aceleración de las exportaciones y una tendencia a la reducción de precios por la capacidad excedente. La clave es que las grandes economías buscan salir de la crisis mediante el aumento de su dependencia del mercado mundial, recurriendo a un nuevo ciclo de rebaja salarial y austeridad macroeconómica. Brenner sostiene que lo más probable es que haya una inundación de exportaciones en el mercado mundial, y mercados saturados que aumenten la superproducción. Si se toma en cuenta que en la última década y media hasta el 96, el Sudeste y el Este de Asia fueron el único centro dinámico de acumulación de capital dentro de un capitalismo mundial estancado (en el 96 las economías asiáticas combinadas, excluyendo a Japón, invirtieron casi lo mismo que EE.UU. durante ese mismo año), se puede tener una idea de lo que va a provocar su caída y su presión exportadora sobre la superproducción mundial.
Ya, el hundimiento del sudeste de Asia fue un factor clave que socavó la recuperación japonesa siendo que Japón había usado a esta región como un mercado para la exportación de capitales y mercancías.
A su vez, según Brenner, salvo que hubiese un improbable gran aumento salarial en EE.UU, es impensable un aumento en la demanda interna norteamericana. El destaca que el efecto riqueza fue creado exclusivamente por el aumento de la bolsa ligado a una caída de los ahorros a su tasa más baja en 50 años. De este modo, la expansión norteamericana sólo podría continuarse si pudieran ser aumentadas sustancialmente las ventas al mercado mundial, cuestión altamente improbable. Ya ha habido otro reajuste de las monedas, motivo por el cual las manufacturas norteamericanas están siendo erosionadas. Alemania y Japón miran hacia las exportaciones, ya han comenzado a actuar las tendencias a la baja del yen, cuya caída en el ‘95 (combinada con el aumento del dólar) empujó al hundimiento de las economías del Sudeste de Asia. La crisis asiática tuvo por origen la reducción de su mercado de exportaciones, por su parte el FMI exigió la restricción del crédito y la austeridad, exacerbando la crisis de la deuda, y provocando una depresión devastadora. La caída anual promedio de las monedas de esos países es del orden del 35%.
De este modo, con la presión de los productos asiáticos muchos más baratos desde el ´97 se combina una disminución de la demanda con un aumento de la competencia internacional. A su vez, estas economías van a depender más de las exportaciones al resto del mundo por la disminución de la demanda interna en la región. Si se tiene en cuenta que el Sudeste de Asia y Japón absorbieron de un cuarto a un tercio de las exportaciones norteamericanas durante los ‘90, no es fácil pensar que EE.UU, pueda en el nuevo contexto aumentar sus ventas. El escenario más probable entonces, dado que los mercados tienden a contraerse, es un aumento en la superproducción mundial.
El estrechamiento de la economía parece inevitable. Si la rentabilidad cae, caería la inversión y la productividad acompañadas de una mayor presión sobre las ganancias por parte del crecimiento salarial. En este contexto, la bolsa norteamericana debería caer también, en cuyo caso también se derrumbaría el consumo y la disminución de las exportaciones no podría ser reemplazada por un aumento de la demanda interna. Según Brenner, este es el escenario más probable, la producción redundante socavaría las conquistas comerciales y la competencia acabaría triunfando en el marco de mercados que se encogen cada vez más. De este modo se socavaría la recuperación norteamericana y se plantearía una nueva caída de la economia mundial.

 

ALGUNOS ELEMENTOS PARA LA CRITICA

 

Un análisis centrado en los fenómenos y no en las causas

El análisis económico de Brenner posee sin duda la ventaja de abordar la crisis capitalista mundial mediante una visión que abarca el movimiento del conjunto de la economía capitalista a través de un gran período. Posee el mérito también de interpretar este movimiento en el marco de la lucha competitiva entre los principales países capitalistas, así como en el marco del desarrollo desigual entre ellos que se ha impuesto como una ley de hierro, particularmente durante el siglo XX. Por otra parte, el análisis económico de Brenner se encuentra recorrido en forma permanente por dos fenómenos fundamentales que signan el movimiento de la economía capitalista y que actúan en el trasfondo de la lucha competitiva: la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia y las tendencias a la sobrecapacidad y sobreproducción de mercancías.
Sin embargo, su análisis, en la medida en que obvia los fundamentos básicos del marxismo (y no propone ninguna otra teoría superadora) se mantiene en la identificación y descripción de los fenómenos, no puede dar cuenta de las causas profundas que gobiernan la economía capitalista y por ello tampoco explica las condiciones particulares de existencia y las tendencias del capital imperialista en el siglo XX (entre ellas una fundamental: la opresión y explotación que los países capitalistas centrales ejercen sobre el mundo semi-colonial). Tampoco su análisis, en la medida en que se mueve al nivel de la descripción fenomenológica, puede explicar la enorme agudización de las contradicciones del capital en su fase descendente como consecuencia de lo cual actúa el entrelazamiento de los factores económicos y los factores políticos que definen en última instancia las tendencias de la economía en el siglo XX. Esto es, los grandes movimientos en que se expresa la lucha de clases en nuestra época tales como la lucha por la hegemonía imperialista que explica tanto las guerras comerciales, como las guerras de procuración y hasta las guerras mundiales así como, en el polo opuesto, la lucha por la revolución proletaria y el rol de sus partidos y organizaciones.

1.Superproducción, caída de la tasa de ganancia y precios

En la concepción de Brenner, la ley del valor-trabajo que define a la ganancia capitalista exclusivamente como la cantidad de horas de trabajo socialmente necesarias no pagadas a los obreros y al valor de las mercancías como la cantidad de horas de trabajo socialmente necesarias incorporadas en ellas, está completamente ausente. Es por ello que, en Brenner, los precios de las mercancías adquieren una entidad propia, no como manifestaciones o expresiones en última instancia del valor11. Es por ello que Brenner desecha (y hay que decir que lo hace de forma excesivamente liviana) la tendencia al crecimiento de la composición orgánica del capital como movimiento fundamental del sistema capitalista, que impulsa tanto la sobreproducción de mercancías como la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia. Es en este sentido que Brenner llega a decir que aunque “Marx era, por supuesto, ferozmente antimalthusiano. El carácter malthusiano de su teoría de la tasa de ganancia es en consecuencia altamente incongruente, si bien lógicamente inevitable, dado que contempla la caída de la rentabilidad como resultado de una caída en la productividad, tomando en cuenta tanto los imputs de capital y de mano de obra. .. esto exige suponer -lo cual es otra vez paradojal en términos de las propias premisas de Marx- que los capitalistas adoptan nuevas técnicas que hacen bajar su propia tasa de ganancia- y, otra vez, terminan reduciendo la productividad de conjunto.”12 Pero esto resulta una profunda incomprensión de los fundamentos elementales del marxismo. En primer lugar y como el mismo Brenner lo cita, Marx decía “La tasa de ganancia cae, aunque la tasa de plusvalía siga siendo la misma o aumente, porque la proporción de capital variable a capital constante desciende con el desarrollo de la potencia productiva del trabajo. La tasa de ganancia de este modo cae, no porque el trabajo se vuelve menos productivo, sino porque se vuelve más productivo” Es decir que para Marx, lejos de cualquier similitud con la teoría de Malthus13 es el aumento de la productividad del trabajo y no su caída el movimiento que impulsa el crecimiento de la composición orgánica del capital que empuja a la caída de la tasa media de ganancia, la sobrecapacidad y la superproducción. Es la competencia entre los múltiples capitalistas la que impulsa a cada capitalista individual a incorporar más maquinaria y nueva tecnología para reducir el valor de sus mercancías producidas. Mediante este proceso, el capitalista individual de mayor tecnificación logra captar una fracción mayor del mercado porque vende sus mercancías a un precio mayor del que se correspondería con el valor que ha producido (que sus obreros han producido), pero por debajo del precio que rige en el mercado y que está determinado en última instancia por el tiempo social o promedialmente necesario para producir dicha mercancía. De este modo, el capitalista individual conquistando una franja mayor del mercado se apropia de una porción de plusvalía o de ganancias que él (sus obreros) no ha producido y que sí han producido los capitalistas (sus obreros) de menor tecnificación y de la que estos últimos (los capitalistas) no podrán apropiarse. De este modo, el capitalista individual, lejos de obtener una porción de ganancias menor, al tecnificarse, obtiene una porción de ganancias mayor. Sin embargo, al hacer esto, empuja al resto de los capitalistas a seguir el mismo camino para reganar franjas del mercado. De este modo cuando las innovaciones tienden a generalizarse, el valor social o promedialmente necesario de esa mercancía tiende a caer y con él su precio. De este modo, las ganancias extraordinarias de los capitalistas innovadores desaparecen y la tasa media de ganancia para el conjunto de los capitalistas de la rama tiende a caer dado que en la composición final del producto aparece una mayor porción de capital constante y una menor cantidad de trabajo vivo que, como ya dijimos es la única fuente de ganancias. Existen, no obstante, una serie de factores contratendenciales a esta ley que Marx explica detalladamente en el Tomo III de El Capital tales como, el aumento de la plusvalía relativa (disminución del tiempo socialmente necesario para reproducir la fuerza de trabajo) que la misma tecnificación induce, la caída del salario por debajo de su valor, la disminución del valor de los elementos que conforman el capital constante y Marx señalaba también el rol del comercio exterior. No obstante, estas contratendencias no pueden evitar en largos períodos de tiempo la caída de la tasa de ganancia aunque sí le quitan todo carácter automático y la convierten en una ley tendencial histórica. De este modo, a la larga y de manera tendencial lo que entra en contradicción es el interés de cada capitalista, de cada productor privado individual, con el interés del conjunto de la clase capitalista14. A su vez esta misma ley tendencial, como Marx explica, va asociada a un incremento de la acumulación del capital en una proporción superior a la que cae la tasa de ganancias como forma de aumentar la masa de ganancias. En este proceso, los capitalistas, presos de su lucha competitiva privada redoblan la anarquía de la producción de que son presas e inundan el mercado de una cada vez mayor cantidad de productos de menor valor. Este factor es el que explica las tendencias crecientes a la sobreacumulación de capitales y a la sobreproducción de mercancías en relación a una demanda efectiva que tiende a reducirse.
Brenner, al negar este mecanismo que está en la base del movimiento del capital, no ve que el desarrollo extremo de estas contradicciones son el punto de partida de la época o fase descendente del capitalismo, el imperialismo en el cual el capital se convierte, como decía Lenín, en “reacción en toda la línea”. Así Brenner sostiene que: “Para comprender no sólo la regularidad histórica del desarrollo secular capitalista, sino también la regularidad histórica del ciclo descendente capitalista secular, en consecuencia necesitamos una teoría de la mano invisible maligna que acompañe a la mano benigna de Adam Smith -una teoría que pueda abarcar la serie de pasos que se autogeneran a sí mismos y que resultan de la maximización individual (y colectiva) de la ganancia que lleva no hacia el ajuste, sino más bien a alejarse de él”. Su lógica lo hace retroceder de este modo, desde el marxismo para ir a buscar una teoría de la crisis en los ya oxidados postulados burgueses de Adam Smith.

2) Una visión desde el “centro” del mundo

En la medida en que Brenner deja de lado las características específicas del capital en la época imperialista, su análisis “global” (centrado en la relación entre las mayores potencias capitalistas-imperialistas) no integra el hecho que el capital en su fase descendente implica, por definición, la existencia como ya se decía en las Tesis de la III Internacional de “...la división precisa entre las naciones oprimidas, dependientes, protegidas y las naciones opresoras, explotadoras, disfrutando de todos los derechos, ...la dominación y explotación (propia de la época del capital financiero y del imperialismo), por el poder financiero y colonizador, de la inmensa mayoría de la población del globo, a una pequeña minoría de ricos países capitalistas.”15
De este modo, aunque Brenner centra su análisis en las características del desarrollo desigual, dicho desarrollo, menos aún bajo la época del imperialismo, y cuando la economía capitalista domina hasta el último rincón del planeta, puede considerarse como una lucha entre las grandes potencias imperialistas solamente. Dicho de otro modo, no se le puede restar importancia al hecho que esa lucha está ligada indisolublemente a la dominación económica y política de distintas regiones atrasadas del mundo que actúan como fuentes para la extracción de superganancias y mercados para sus productos. Las guerras mundiales características del siglo XX no son así otra cosa que (como dijera Lenín), la lucha por la redistribución del globo entre las grandes potencias capitalistas cuando el mundo entero ya hubo sido conquistado.
Un análisis económico realmente global no puede no considerar como factor esencial el rol de los países atrasados en la sobrevida del capitalismo-imperialista mundial. Como también ya decían las Tesis de la III Internacional “La plusvalía obtenida por la explotación de las colonias, es uno de los puntos fundamentales de apoyo del capitalismo moderno...”16
De este modo desde el fin del boom de la posguerra que desató tendencias a la descomposición y financierización de la economía mundial sin precedentes históricos, la explotación del mundo semi-colonial actuó como una contratendencia a esta crisis de acumulación del capital que le permitió una sobrevida al imperialismo mundial. Las características del desarrollo desigual mostraron toda su fuerza sobre el destino de los países atrasados. Por un lado regiones enteras del planeta como la mayor parte de Africa17 y América Latina en la década del 80 o los Estados de Europa del Este y la URSS desde la década del 70 (bajo el impacto que ya venía actuando desde la guerra fría), tendieron a un hundimiento cada vez mayor mientras que contratendencialmente se desarrollaron otras regiones como el Sudeste de Asia. El hecho que, como el mismo Brenner plantea, el Sudeste y Este de Asia hayan sido, en los últimos quince años, “...el único centro dinámico de acumulación de capital dentro de un capitalismo mundial estancado“ es una muestra de que, en el marco del bajo crecimiento general, los países de la periferia actúan para las distintas economías centrales como sendas fuentes para la extracción de plusvalía18. Por otra parte, los créditos a los países semi-coloniales y dependientes actuaron en realidad como una verdadera subvención indirecta a los grandes trusts exportadores de las metrópolis imperialistas, que no hubieran podido aumentar y ni siquiera mantener el volumen de sus ventas a esos países sin ese flujo de créditos suplementarios. De este modo, tanto las ventajas para la acumulación del capital como la utilización del mundo semi-colonial como mercados para la superproducción de mercancías de los países imperialistas, explican en gran parte la conformación de bloques en los cuales cada imperialismo intenta asegurarse un “patio trasero”. En este marco, de conjunto, entre los años 1975 y 1982 los países semi-coloniales habían multiplicado su deuda por tres mientras los países llamados “socialistas” lo habían hecho por cuatro. Este fue el origen de la llamada “crisis de la deuda” que estalló en 198219. En este contexto mientras el Estado norteamericano inyectó miles de millones de dólares para salvar de la quiebra a sus bancos y empresas, Latinoamérica fue hundida en lo que luego se conoció como la década perdida. La recuperación económica entonces de mediados de la década del 80, no puede separarse de este hecho. Mientras el Estado norteamericano evitaba que la crisis actuara “saneando” la economía en su propio terreno, las políticas se concentraron en hacerle pagar al mundo semi-colonial los costos de la crisis generando una transferencia de recursos que llegaron desde la periferia como pagos de servicios de la deuda. Esta transferencia provocó una profunda depresión en América Latina que duró diez años. A la vez, las políticas dictadas por el FMI a la periferia consistieron en la devaluación de las monedas, la liberalización del comercio, y la reducción del gasto público. La liberalización debilita la industria local y abre las puertas para la entrada de las multinacionales. De este modo y a través de las políticas de desregularización del movimiento de capitales, las corporaciones norteamericanas “convirtieron” la deuda haciendo que los activos de los países deudores de la periferia pasaran a su propiedad.
Durante la década del 90 los llamados nuevos Nic´s y China cumplieron un rol innegable como fuente de ganancias extraordinarias frente a la débil “performance” de la economía mundial por combinar una baja composición orgánica inicial del capital con bajísimos salarios. A su vez se convirtieron en grandes centros de especulación financiera del capital internacional junto a todos los llamados mercados emergentes que gozaban de altas tasas de interés. Desde el estallido en 1997 de la crisis del Sudeste de Asia20 salió a luz el enorme endeudamiento de esa región (el total de su deuda representa 890.000 millones de dólares) que se suma al conjunto de la deuda del mundo semi-colonial que no ha dejado de crecer en forma geométrica. El nivel de endeudamiento actual del mundo semi-colonial tiene tal magnitud que (por temor a los efectos políticos de esta situación) hasta el mismísimo Vaticano pidió una reducción de la deuda e incluso actualmente el G-7 acaba de votar una reducción del orden de 70.000 millones de dólares. Un análisis de la economía mundial que pretenda ser global en el marco de las leyes generales que la rigen en el siglo XX, un análisis que tome como método las leyes del desarrollo desigual, no puede pasar por alto el hecho que el capital financiero internacional no puede subsistir más que reproduciendo y agravando la sumisión y la explotación del mundo semicolonial.

3) La exacerbación de las contradicciones del capital durante y después del boom

Ahora bien, para explicar el fin del boom de la segunda posguerra, Brenner dice: “La rentabilidad manufacturera cayó sólo porque los productores no pudieron remarcar los precios por encima de los costos lo suficiente como para mantener sus tasas establecidas de retorno. Es la centralidad de la presión descendente sobre los precios como determinante de la caída de la tasa de ganancia en Estados Unidos entre 1965 y 1973 lo que abre el camino a la interpretación del comienzo del largo ciclo descendente en términos de la irrupción no prevista de los productos japoneses y alemanes de bajo costo en el mercado mundial y la capacidad excedente y la superproducción manufacturera que esto provocó21”. Como descripción de los hechos esto es aceptable pero, ¿cuál es la razón última de este proceso? Muy lejos de alguna “mano maligna” el marco para comprenderlo son las tendencias más profundas del capital y su exacerbación en el siglo XX. A nuestro enterder, en el presente siglo y en particular durante el boom de la posguerra las tendencias antes señaladas han aumentado cualitativamente. Por otra parte, la innovación tecnológica que se aceleró enormemente a partir del año 1954 produjo un crecimiento de la composición orgánica del capital que estuvo en la base del proceso que Brenner describe, es decir tanto en la posterior caída de la tasa de ganancia como en la superproducción creciente de mercancías. A su vez, el aumento de los precios de las materias primas (petróleo) desde el 73 al combinarse con el crecimiento previo del capital fijo profundizó y sacó a luz el evidente aumento de la composición orgánica del capital que venía operándose. Es, en nuestro modo de ver, importante señalar también que incluso durante el mismo boom fue central el rol del crédito y la participación del Estado para suavizar el estallido de crisis cíclicas preparando hacia el futuro mayores desproporciones en la economía. Por último, estos elementos estarían en la base del hecho que el capitalismo ya no es capaz de lograr un desarrollo orgánico, es decir, producto de sus fuerzas internas.
Esto es lo que, en nuestra opinión explica, en última instancia la enorme sobrecapacidad que se mantuvo, como Brenner explica bien, durante todo el período posterior al boom. A su vez, esto también explica el hecho que, los Estados capitalistas centrales hayan puesto tanto esmero en evitar, como Brenner también señala, la desvalorización necesaria de activos para propiciar una recuperación. Esto es así porque, el enorme aumento de las contradicciones del capital en su fase descendente, es decir en la época imperialista, hace que el mecanismo “automático”, normal de las crisis22 dada la enorme sobreacumulación de capitales existente plantee un nivel de destrucción económica que los capitalistas no están dispuestos a soportar. Por otra parte, como pudo verse en el año 29 y en la depresión de los años 30, semejante desvalorización masiva de activos no puede hacerse sin desatar tendencias a la profundización de la lucha de clases y en última instancia a la revolución por un lado y a la guerra por el otro expresando esta última la lucha exacerbada de los grupos más concentrados de monopolios de los países imperialistas por el dominio del globo23.
Esto puede explicar el hecho que, como el mismo Brenner afirma “Entre el año 1973 y 1979 hubo un 20% de quiebras menos que entre el 60 y el 73” Del mismo modo, sólo esto puede explicar la explosión del endeudamiento durante la década del 70. Del mismo modo, estas condiciones generales explican la financierización creciente de la economía desde el fin del boom, dando cuenta de las tendencias a la descomposición del capital en el siglo XX24.
Esta situación insostenible trajo aparejado luego el llamado “giro” a las políticas monetaristas en el año 79 que como Brenner bien señala impulsó durante la década del 80 una enorme tendencia a la concentración del capital que actuó como elemento de base para permitir la recuperación de Estados Unidos en los 90. Este proceso expresa precisamente un intento de reducir la composición orgánica del capital que combinada con una explotación del trabajo sin precedentes en Estados Unidos permitió un alza en la tasa de ganancia y un posicionamiento superior del imperialismo norteamericano en la competencia internacional. Pero a pesar de esta reestructuración (y del aumento de la explotación que ha ido de la mano con ella) los niveles de ganancia siguen estando muy por debajo de los niveles que prevalecieron durante el denominado boom. Esto se explica por un lado porque la destrucción de capitales operada es insuficiente (como Brenner también plantea) frente a la enorme sobreacumulación de capitales y a su vez porque la agudizada competencia internancional en áreas centrales de la producción exige una alta composición orgánica de capital que provoca una continuada presión descendente sobre la tasa de ganancia de conjunto.

4) Una visión economicista que subvalúa la lucha de clases y el rol de los Estados imperialistas

Podemos encontrar en la introducción al libro de Brenner la siguiente afirmación:“En el mundo de hoy...con un capitalismo industrial completamente consolidado... no es la relación vertical entre capital y trabajo la que en última instancia decide el destino de las economías modernas, sino la relación horizontal entre capital y capital. Es la lógica de la competencia, no de la lucha de clases la que domina los ritmos más profundos del crecimiento o de la recesión.”25 Brenner cae aquí en una concepción economicista, es decir burguesa, que no puede separarse de su negación de las leyes más profundas del capital ni de las tendencias de las mismas en la época imperialista. Lo que Brenner pasa por alto es que en esta época de declinación capitalista, el “destino de las economías modernas”, es decir las posibilidades o imposibilidades del desarrollo económico capitalista están profundamente entrelazadas y son altamente dependientes de la acción de factores políticos es decir tanto de la clase obrera y sus organizaciones como de la burguesía imperialista y sus Estados. La visión que desarrolla Brenner es tanto desde el punto de vista del movimiento obrero como desde el punto de vista de la burguesía y sus Estados, una visión puramente económica. Estos últimos sólo existen así como agentes de la competencia económica, y el proletariado sólo en tanto movimiento sindical. Si esto era falso para el siglo XIX, mucho más en el siglo XX, en el que son poderosas fuerzas políticas las que definen en última instancia si el sistema capitalista puede sobrevivirse o es reemplazado por un modo superior de organización de las fuerzas productivas. De este modo, aunque Brenner plantea que el boom de la posguerra estuvo indisolublemente ligado a la represión y derrota inicial de enormes procesos de militancia obrera, obvia que para asentar las condiciones excepcionales del boom de posguerra (particularmente en los países centrales) fueron necesarias no sólo dos guerras de destrucción masiva de fuerzas productivas y el rol disciplinador de la depresión de la década del ´30 con el fascismo, sino que fueron indispensables la mayores traiciones de la historia perpetradas por direcciones obreras. Nos referimos a las múltiples traiciones de la socialdemocracia y en particular al rol del stalinismo durante toda la década del ´30, muy especialmente a su compromiso para desviar los procesos revolucionarios en el corazón de Europa en la inmediata posguerra, comprometiéndose en la reconstrucción capitalista con el imperialismo norteamericano y europeo, tal como quedó sellado en las conferencias de Yalta y Potsdam. Así no sólo las guerras actuaron reduciendo la composición orgánica del capital sino que el disciplinamiento de la clase obrera propiciado por el stalinismo y la colaboración posterior de las mismas tropas de ocupación norteamericana permitieron un aumento enorme de las tasas de plusvalía (hecho que el mismo Brenner señala). Estos dos factores: caída de la composición orgánica del capital y altas tasas de plusvalía estuvieron a nuestro entender en la base del enorme aumento de la tasa de ganancia que permitió el boom26.
Del mismo modo el establecimiento de la hegemonía casi absoluta del imperialismo norteamericano al fin de la segunda guerra27 fue un factor que evidentemente no había sido alcanzado luego de la primera y se convirtió en un elemento fundamental de estabilización del conjunto de la economía. Además no puede dejarse de lado que el desarrollo posterior de Alemania y Japón (sus futuros competidores) y su reconstrucción fue impulsada por el mismo imperialismo norteamericano respondiendo en gran parte a la necesidad política de desterrar el peligro de revolución.
De la misma manera, aunque Brenner tiene razón al señalar que la ganancia no está determinada únicamente por el aumento y caída de los salarios, la lucha de clases sí juega un papel fundamental sobre las posibilidades de crecimiento económico del capitalismo en el siglo XX. De este modo, el ascenso obrero del período 68/76 es inseparable de la incapacidad del capital de lograr un aumento cualitativo en la tasa de plusvalía que de otro modo hubiera contratendenciado la caída de la tasa de ganancia (aunque desde ya que no hubiera revertido las condiciones generales del fin del boom)28. A su vez las grandes derrotas sobre el proletariado en la periferia sí actuaron a favor de las necesidades del capital (golpes militares por ejemplo en Latinoamérica). Así, aunque la presión ascendente sobre los salarios que se dio en Europa no provocó la crisis (ya había enormes presiones sobre la tasa de ganancia que llevaron a las patronales a lanzar los ataques que ayudaron a estimular esas mismas luchas), esto sí reflejó el efecto del pleno empleo sobre la fortaleza y la confianza obrera y fue un factor que actuó profundizando la crisis. A su vez, el desvío de estos procesos del 68-76 en el cual el control político directo de los partidos comunistas europeos y de los partidos socialdemócratas jugó un rol escencial desterrando las tendencias revolucionarias que anidaban en el seno de la clase obrera y las masas le permitió al imperialismo una cierta recomposición que lo reubicó para poder pasar a la ofensiva en la década del 80.

5) Sobre las perspectivas

Al subestimar Brenner enormemente el rol de la lucha de clases y los factores políticos así como las tendencias más generales del desarrollo capitalista en su fase descendente, su pronóstico sobre la situación actual sólo indica las tendencias a una profundización de la crisis que no conducen a ningún puerto. Pero las tendencias a la agudización de la competencia y a una mayor deflación exacerbadas por la crisis del Sudeste Asiático así como el fin de la ilusión de la restauración pacífica en los ex Estados obreros deformados y degenerados, no pueden ser ni lo son, independientes de la agudización de la crisis de dominio imperialista como hoy se está viendo en los límites del poder imperial de Estados Unidos (a pesar de su triunfo táctico en la guerra de los Balcanes) y en el agravamiento de las tensiones interimperialistas. En este contexto, el derrumbe del aparato stalinista representa un elemento fundamental de pérdida de control sobre las masas para el imperialismo. Entonces, si como Brenner parece afirmar (y como nosotros opinamos) las tendencias a la crisis económica mundial han de agudizarse, estas se combinarán con las tendencias a un mayor debilitamiento del dominio norteamericano que se suma a la debilidad política, económica y militar de los otros imperialismos competidores. El conjunto de estos elementos entonces, preanuncian que lo más probable es que el siglo XXI plantee seriamente fuertes tendencias al agudizamiento de la lucha de clases que volverán a poner al proletariado en el centro de la escena. De este modo, será del resultado de la lucha entre la revolución y la contrarrevolución, o dicho de otro modo, entre guerras y revoluciones (el “eje vertical” de que habla Brenner) de donde dependerá en última instancia que el sistema capitalista condenado por la historia vuelva a lograr otra sobrevida destructiva o que finalmente las reaccionarias formas de producción privada capitalistas sean abolidas. Del proletariado mundial y de su vanguardia revolucionaria depende que éstas sean sustituídas por la planificación y la socialización de la producción con todas las potencialidades que esto encierra para la humanidad en cuanto a las enormes posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas.

Notas

1En un famoso trabajo sobre la transición del feudalismo al capitalismo, Brenner sostuvo que su mecanismo clave residió en el carácter de las relaciones y el equilibrio de clases entre los productores campesinos y los propietarios terratenientes. Era el resultado variable del conflicto de clases el que determinaría esencialmente el sendero del desarrollo agrario. (ver. Introducción, pág. III)
2 Esto puede verificarse tanto en sus oscilaciones alrededor de la teoría burguesa de las ondas largas como en su formulación de la “multicausalidad” para explicar las causas últimas de las crisis capitalistas que subvalora la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia formulada por Marx como la “ley fundamental de la economía capitalista”. En el número 7 de esta misma revista hemos formulado una crítica a la concepción de Mandel.
3 “The economics of global turbulence”, pág. II. Introducción.
4 Por ejemplo en Londres hubo una movilización el día 18 de junio del corriente año convocada por distintos grupos ecologistas y anarquistas que reclamaba entre otras cosas la anulación de la deuda del Tercer Mundo.
5 “The economics of global turbulence”, pág. 39
6 “The economics of global turbulence”, pág. 42
7 Los acuerdos de Bretton Woods, firmados en julio de 1944 e implementados luego de la segunda guerra mundial, fijaron la convertibilidad del dólar con el oro, y “engancharon” las tasas de cambio de las distintas monedas al valor del dólar.
8 En estos participan la patronal y la burocracia, e implican la subordinación de los trabajadores a las necesidades del capital.
9 “The economics of global turbulence”, pág. 93
10 El propio secretario de la Reserva Federal de entonces, Volcker sostuvo que la acción más importante de la administración en ayudar a la lucha contra la inflación fue la derrotra de la huelga de los controladores del tráfico aéreo. Él pensaba que esta acción había tenido un efecto profundo, y según su opinión, constructivo sobre el cima de las relaciones entre los obreros y los patrones.
11 Como es sabido, esta expresión no se da en forma directa sino que representa una relación en última instancia que en el movimiento real del capitalismo aparece ultramediada y distorsionada por múltiples factores. Para quien desee profundizar en este tema la transformación de los valores en precios de producción está expuesta por Karl Marx en el tomo III de El Capital.
12 “The Economics of Global Tturbulence”, Robert Brenner, pág. 11, capítulo 1, nota 1.
13 Malthus (fines del siglo XVIII) veía una inevitable tendencia al estancamiento o la crisis como resultado de una tendencia aparentemente inexorable a la caída de la productividad del trabajo en la agricultura. A medida que los terrenos menos fértiles eran incorporados al cultivo en respuesta al crecimiento de la población, las ganancias estaban destinadas a reducirse atenazadas entre las rentas crecientes y el aumento de los salarios de subsistencia que aumentarían a medida que los alimentos se volvían más caros de producir.
14 Esta posición ya fue formulada por N. Okishio a quien el mismo Brenner reivindica. La posición de Okishio ya fue respondida contundentemente por múltiples marxistas entre ellos, Ernest Mandel, D. Foley, .....
15 Tesis y adiciones sobre la cuestión nacional y colonial. Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, pàg. 187/188.
16 Ibidem. Pág. 194.
17 Excluyendo Sudáfrica.
18 Esto demuestra que si bien hoy estos países actúan como un factor que profundiza las tendencias a la superproducción y a la deflación generalizada, ayer actuaron como factor contrarrestante a la crisis general de la economía capitalista.
19 Cuando 22 países de la periferia se vieron obligados a renegociar las fechas de pago de sus deudas.
20 Crisis que por otra parte puso fin a la “ilusión” vendida por el capitalismo de que países atrasados podían convertirse en grandes potencias industriales.
21 “The economics of global turbulence” pág, 96, cap. 3.
22 Que en la época del capitalismo de libre competencia actuaba saneando la economía y preparando perídos de ascenso mayores que los anteriores.
23 Ver Estrategia Internacional nro. 10 y nro. 11.
24 Ver Estrategia Internacional nro. 11.
25 “The economics of global turbulence”, pág. III. Introducción.
26 Incluso todo esto no fue suficiente ya que el capital necesitó de una enorme intromisión del Estado sobre la economía a través del crédito y los gastos del Estado así como una economía permanente de armamentos como mercado de reemplazo, entre otras cosas.
27 La que sufrió un fuerte golpe con la derrota de Estados Unidos en Vietnam en 1975.
28 Un hecho que señaló el comienzo de decadencia de la hegemonía norteamericana fue sin duda la derrota sufrida en Vietnam.