Estrategia Internacional N° 11/12
Abril/Mayo - 1999

¿"Crisis del trabajo" o crisis del capitalismo?

por Juan Chingo y Julio Sorel con la colaboración de
Graciela López Eguía en el capítulo sobre la aristocracia obrera

Presentación

La ofensiva de las últimas décadas del capital sobre la clase obrera, que podemos comprobar, por ejemplo, en la existencia de una masa de desempleados que alcanza la escalofriante cifra de 140 millones de personas, y con un 25% y un 30% del total de la fuerza de trabajo mundial en condiciones de subempleo1, ha sacado a la luz nuevas y antiguas teorías económicas y sociales reaccionarias, y es un terreno más de la contienda de la ideología burguesa contra el marxismo.

Puede observarse en la visión de los economistas burgueses sobre el proceso de producción. Sustentados en los más modernos avances científicos, recurren a concepciones propias del siglo XIX: para Wassily Leontief, con la introducción de ordenadores cada vez más sofisticados, "el papel de los seres humanos como factores más importantes de la producción queda disminuído de la misma forma que inicialmente el papel de los caballos en la producción agrícola, para luego ser eliminados por la introducción de los tractores".2

Como muestra esta cita, repetida constantemente por los medios de comunicación, por "expertos" y no expertos, en las universidades y en las fábricas tan insistentemente que es convertida en una realidad casi material, el nuevo "dios"3 de la "racionalidad científico-tecnológica", fabricado por los ideólogos a sueldo del capital, anuncia el fin del trabajo, decretando el fin de la clase obrera no sólo como sujeto de la revolución socialista internacional, sino incluso, yendo más allá, decretando su muerte "sociológica". En este "tecno-paraíso", los trabajadores serían reemplazados en el proceso de producción por los robots y a lo sumo los únicos beneficiarios de esta revolución científica técnica sería la "élite del conocimiento", mientras a la mayoría de los actuales trabajadores, sólo les queda la perspectiva catastrofista de sumarse a la ya abultada desocupación, sin lugar en el proceso de producción, de ahí su comparación con los caballos, frente a la introducción de los tractores. Esta ideología trata de presentar al proceso de producción capitalista y su mistificación, la "racionalidad científico-técnica", como un proceso natural cuya evolución implica la desaparición inevitable de la clase obrera. Tomas Moro cuatro siglos atrás decía que las ovejas se comían a los pastores ante el avance de la urbanización y las manufacturas. Hoy, los nuevos escritores de nuevas "Utopías"- reaccionarias - reemplazan a las ovejas por las máquinas, pero a diferencia del siglo XVI donde los pastores emigraban a los trabajos de las nacientes ciudades, hoy a los desplazados sólo les dejan el destino de la desocupación lo que es una muestra más de la decadencia de la sociedad burguesa.

A dos años del estallido de la crisis capitalista mundial, cuando ya se está dando y se prevee aún más un nuevo salto en la desocupación, estas nuevas versiones de ideología reaccionaria, buscan naturalizar lo que es un producto evidente de la crisis capitalista. Este es el rol que juegan los nuevos teóricos de la sociedad post-industrial o informatizada, como Jeremy Rifkin o Andre Gorz. No por casualidad el primero cuando estuvo en la Argentina, lugar donde se edita esta revista, estuvo amigablemente compartiendo asados con Duhalde y su mujer, los promotores autóctonos de los "trabajos comunitarios" al estilo de las manzaneras, que este asesor de Clinton propone como salida a la desocupación. O el pseudo izquierdista Gorz cuyos trabajos son la guía de las burocracias reformistas de todo pelaje, como en la Argentina la burocracia del CTA, que hacen un culto al ataque a la centralidad de la clase obrera.

Contra estas ideologías reaccionarias, en este dossier dividido en tres artículos, vamos a demostrar que: a) son los capitalistas los que ponen límites a una difusión masiva de la automatización, ya que esto implicaría una caída cualitativa de sus ganancias; b) la desocupación no es un hecho natural, antropológico o técnico, sino una consecuencia de la crisis capitalista. La misma es un arma que la burguesía utiliza en forma creciente, con lo que busca no la "desaparición" del proletariado, sino el ataque a sus condiciones de trabajo y de vida para bajar el valor de la fuerza de trabajo, precarizarla y flexibilizarla en un intento de recomponer la ganancia como respuesta a la crisis de acumulación del capital de comienzos de los ‘70, cuestión que, como veremos, se ha aplicado más o menos en forma generalizada, en los distintos países con distintos resultados; c) una automatización creciente que implique una disminución significativa de la carga del trabajo, sólo es posible en un régimen que liquide la propiedad privada de los medios de producción e instaure la racionalidad en las relaciones económicas mediante la planificación de la economía, cuestión que sólo puede lograrse con el triunfo de la revolución socialista internacional; d) la tesis de la desaparición de la clase obrera que propugnan estos teóricos de la sociedad post-industrial o informática no tiene ninguna base científica, sino que es un verdadero embuste ideológico que busca liquidar la conciencia de su propia fortaleza en la clase obrera. Siguiendo como la sombra al cuerpo a la crisis del capitalismo, la burguesía desarrolla una "superproducción" de ideología, a la que le ceden muchos pseudo izquierdistas, que tratan de justificar la brutal desocupación presentándola como una crisis del trabajo y no como una crisis del capitalismo; e) frente a esto, la incontrastable realidad material es que nunca antes la clase obrera fue tan poderosa, desde su formación en el siglo XIX. Es que, de solo pensarlo un minuto, se desmorona esta película de ciencia ficción que quieren vendernos estos apologistas del capital, en la que sólo actúan una minoría de "trabajadores de lo inmaterial", mientras el resto de los "ex trabajadores" sólo tienen lugar como espectadores de su película del "progreso". ¡¿Qué sería de la producción capitalista si los trabajadores del transporte dejaran de transportar los insumos de una producción cada vez más internacionalizada?!, ¡¿que sería de las operaciones financieras, aceleradas enormemente por dichos avances tecnológicos, si los trabajadores bancarios decidieran interrumpir su flujo tan solo apretando la tecla de una computadora?!, ¡¿qué sería de las ciudades si los trabajadores de distribución del gas, la luz, el agua, no brindaran más estos servicios públicos?!, ¡¿y qué de los hospitales y los maestros que abandonaran a sus enfermos y a sus alumnos?!, ¡y ni qué hablar si el proletariado industrial agrupado en grandes fábricas- que en los últimos años ha disminuído por razones técnicas, políticas y financieras pero aún conserva su relativamente enorme concentración frente a los demás sectores de la clase obrera - decidiera paralizar la producción de bienes esenciales tanto para el consumo como para la producción!

Contra el "fetichismo tecnológico", un análisis científico muestra que, lejos de una "desaparición del proletariado", éste se ha extendido numéricamente, si bien está relativamente menos concentrado en grandes unidades de producción, al mismo tiempo ha aumentado cada vez más la concentración en gigantescas megalópolis, siendo su fuerza objetiva mayor que en los períodos más revolucionarios de la historia, como por ejemplo la revolución rusa de 1917 o la revolución alemana de 1918, y no sólo a escala de los grandes países imperialistas, sino a nivel mundial, como muestra el poderoso proletariado del sudeste asiático.

Lo que ha impedido una salida progresiva a la crisis del capitalismo, no es la falta de fuerza objetiva de la clase obrera, como los "teóricos" del "adiós al proletariado" o de la "sociedad pos-industrial" pretenden, presentándola como una clase en extinción, o a lo sumo una clase cada vez más minoritaria dentro de la sociedad frente al fenomenal crecimiento del "sector servicios" o el "terciario", cuestión que, como mostraremos, es una operación no sólo ideológica, sino guiada por razones políticas. La crisis del proletariado no es sociológica, sino que tiene que ver con la persistencia por más de 70 años de la crisis de dirección del proletariado luego de la degeneración de la III Internacional fundada por Lenín y Trotsky. La persistencia de la crisis de dirección influye sobre su conciencia, sus organizaciones, sobre la subjetividad de la clase obrera, cuestión a la que ideologías como la de los Rifkin o de los Gorz ayudan a consolidar, para que la clase obrera no recupere conciencia de su fuerza y sus intereses de clase. No son razones sociológicas, sino esta cuestión política fundamental lo que ha impedido que el proletariado liquide al imperialismo y a los estados capitalistas que lo sostienen, permitiendo una sobrevivencia cada vez más parasitaria del capitalismo, decadencia que se muestra agudamente no sólo en el armamentismo, el crecimiento de las guerras, el tráfico de drogas, sino que lejos de desarrollar las fuerzas productivas descompone a la fuerza productiva fundamental: la clase obrera.

Rifkin y Gorz
o el embauque de la sociedad post industrial

1. "La sed de ganancias"

Para comprender las transformaciones actuales del trabajo es necesario partir de lo que el proceso de producción capitalista es: "La función verdadera, específica del capital en cuanto capital es, pues, la producción de plusvalor, y ésta, como se expondrá más adelante, no es otra cosa que producción de plustrabajo, apropiación -en el curso del proceso de producción real- de trabajo no pagado, que se ofrece a la vista y objetivamente como plusvalía"4.

Este único objetivo de la producción capitalista, la producción de plusvalía, es lo que la economía burguesa manifiestamente oculta o, por su posición de clase, no puede comprender. Por eso sus análisis del proceso de producción son sólo desde el punto de vista del proceso de trabajo, negando el doble carácter del proceso de producción señalado por Marx en el tomo I de "El Capital". Es que negando lo específico del modo de producción capitalista, el proceso de valorización5, ocultan que se basa en la explotación de la fuerza de trabajo humano, única fuente de valor y plusvalor y la apropiación privada del mismo. Por lo tanto todo análisis científico de los cambios en el proceso de producción y en la clase obrera deben partir de esta distinción.

Proceso de trabajo y proceso de valorización

Para un análisis científico de las transformaciones del trabajo es necesario analizar el proceso de producción en sus dos ámbitos diferenciados, el proceso de trabajo y el proceso de valorización. El mismo Marx define al primero de la siguiente manera: "El proceso de trabajo, tal y como lo hemos estudiado, es decir, fijándonos solamente en sus elementos simples y abstractos, es la actividad racional encaminada a la producción de valores de uso, la asimilación de las materias naturales al servicio de las necesidades humanas, la condición general del intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre, la condición natural eterna de la vida humana, y por tanto, independiente de las formas y modalidades de esta vida y común a todas las formas sociales por igual. Por eso, para exponerla, no hemos tenido necesidad de presentar al trabajador en relación con otros. Nos bastaba con presentar al hombre y su trabajo de una parte, y de otra la naturaleza y sus materias"6. Este aspecto del proceso de producción, como vemos, es característico de cualquier régimen de producción social ya que, en otras palabras, nos habla de la actividad del hombre en cualquier época histórica para asegurar la satisfacción de sus necesidades.

Pero la forma particular, históricamente dada, específica del régimen de producción capitalista es lo que Marx llama el proceso de valorización. El objetivo del capitalista no es sólo la producción de un valor de uso, sino que en el régimen de producción capitalista el valor de uso actúa como soporte del valor de cambio. "Y nuestro capitalista persigue dos objetivos. En primer lugar, producir un valor de uso que tenga un valor de cambio, producir un artículo destinado a la venta, una mercancía. En segundo lugar, producir una mercancía cuyo valor cubra y rebase la suma de valores de las mercancías invertidas en su producción, es decir, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, por los que adelantó su buen dinero en el mercado de las mercancías. No le basta con producir un valor de uso; no, él quiere producir una mercancía; no sólo un valor de uso sino un valor; y tampoco se contenta con un valor puro y simple, sino que aspira a una plusvalía, a un valor mayor".7

Esta distinción que hace Marx no implica que "se trabaja dos veces", ya que el proceso de trabajo es único e indivisible.8 Sin embargo, esta distinción es esencial no sólo para entender que el objetivo de la producción capitalista no está encaminado a la producción de valores de uso (aunque estos no pierden su importancia) sino que está dominado (o es relegado) por la "sed de ganancias" por la obtención de un plusvalor, y para entender los mismos cambios en el proceso de trabajo. Es que en el sistema capitalista, éstos están subordinados al proceso de valorización, que es el que imprime la dinámica de los cambios en el proceso de trabajo, incluídos los avances tecnológicos. Como dice Mandel con respecto a esto últimos: "No es la máquina ni ninguna compulsión tecnológica, lo que transforma inevitablemente a los trabajadores, a los hombres y mujeres en general, en apéndices y esclavos de un equipo monstruoso. El principio capitalista de la maximización de las ganancias es el que desencadena esta terrible tendencia. Se pueden concebir perfectamente otros tipos de tecnología y de maquinaria, siempre que el principio que guíe la inversión no sea "reducir el costo" en las empresas individuales en competencia, sino el desarrollo óptimo de todos los seres humanos."9

La definición del trabajo. Trabajo abstracto y trabajo concreto

Es de esta distinción que se desprende la definición del trabajo, entendido éste como relación social y no desde una visión antropológica10

Y en esto último no puede haber la menor confusión, puesto que de la definición que se haga dependerá que puedan comprenderse o no las transformaciones en curso.

Marx, analizando el proceso de producción capitalista, establece una necesaria distinción en el concepto de trabajo: el trabajo concreto y el trabajo abstracto. "Este trabajo ha de ser enfocado aquí desde un punto de vista totalmente distinto de aquel en que nos situábamos para analizar el proceso de trabajo. En el proceso de trabajo todo giraba en torno a un fin: la de convertir algodón en hilado", por ejemplo. "En cambio, enfocado como fuente de valor, el trabajo del hilandero no se distingue absolutamente en nada del trabajo del perforador de cañones".11 Allí habla del trabajo concreto, útil. Aquí del trabajo abstracto, de lo que hay de igual en los diferentes trabajos (que es la inversión de fuerza de trabajo humana), del trabajo creador de valor.

La economía burguesa sólo concibe la fuerza de trabajo humana como un factor más de producción, equiparable a las máquinas y a las materias primas. Es aquí donde se revela su inconsistencia, que decíamos al principio: la imposibilidad de equiparar el trabajo de los seres humanos con el de los caballos, reemplazables por las "nuevas tecnologías". Pero no solamente porque los seres humanos tengan la capacidad de pensar, al contrario de las máquinas, sino esencialmente porque son los únicos productores de valor y plusvalor.

Robert Castell y Hanna Arendt: una crítica anacrónica al marxismo

Una crítica más sutil a la definición marxista del trabajo es la que realizan intelectuales como Hanna Arendt o Robert Castel quien afirma que, "En ésta (la sociedad industrial -NdeR) el obrero aparecía como el homo faber por excelencia, el que transformaba directamente la naturaleza mediante su trabajo. El trabajo productivo se materializaba en un objeto fabricado. Tanto para la tradición de la economía política inglesa como para el marxismo, el trabajo era esencialmente la producción de bienes materiales, útiles, consumibles (...) El trabajo obrero dejó de ser el paradigma de la producción de obras". En el mismo libro hace referencia a Hanna Arendt: "esta autora critica la confusión entre ‘trabajo’ y ‘obra’, que habría caracterizado a la reflexión sobre el trabajo en la época moderna, no sólo en Marx, sino ya en Locke y Adam Smith"12. Estos autores acusan al marxismo de una visión reduccionista del trabajo ("el trabajo era esencialmente la producción de bienes materiales") que ha quedado desfasado con el avance de la división del trabajo y que las categorías marxistas sólo eran adecuadas para la llamada "sociedad industrial" (período que según ellos va desde los principios de la industrialización hasta las transformaciones que acontecen en la producción después de la Segunda Guerra Mundial). Sin embargo, para Marx, la definición del trabajo no se refiere al trabajo "industrial", sino al trabajo en la sociedad capitalista. Como trabajo concreto, sea en la sociedad capitalista o precapitalista, "agraria", "industrial" o "informatizada" (para estos modernos evolucionistas vulgares), es la transformación de la naturaleza para la satisfacción de las necesidades de los seres humanos -satisfacción determinada socialmente por el nivel alcanzado por las fuerzas productivas en una época dada-. Sin embargo, el trabajo en la sociedad capitalista se distingue del trabajo en toda otra sociedad por estar encaminado no sólo a la producción de un valor de uso determinado (con el trabajo concreto), sino de un valor y un plusvalor (con el trabajo abstracto). La forma que adquiera el trabajo concreto para el capital es absolutamente indiferente desde este punto de vista. Como dice Marx: "A la sustancia particular que constituye un capital determinado, tiene que corresponder, desde luego, el trabajo en cuanto particular. Pero como el capital en cuanto tal es indiferente respecto a toda particularidad de su sustancia -tanto en calidad de totalidad plena de la misma, como en cuanto abstracción de todas sus particularidades- el trabajo contrapuesto a él posee subjetivamente la misma plenitud y abstracción en sí"13. No es el contenido del trabajo lo que define al mismo en la sociedad capitalista sino que sus características están determinadas por las características del capital.

Trabajo productivo e improductivo

La pura y simple descripción de ciertos pensadores izquierdistas, sobre el proceso de trabajo, encubre la evolución real del régimen de producción capitalista14, arrojando polvo a los ojos de los trabajadores, y liquidando otra categoría esencial que Marx empleó para analizar el proceso de producción, las de trabajo productivo e improductivo.

Marx, en el capítulo VI inédito de "El Capital" plantea que "Como el fin inmediato y el producto por excelencia de la producción capitalista es la plusvalía, tenemos que, solamente es productivo aquel trabajo -y sólo es un trabajador productivo aquel ejercitador de capacidad de trabajo- que directamente produzca plusvalía; por ende sólo aquel trabajo que sea consumido directamente en el proceso de producción con vistas a la valorización del capital".

Lo que surge de esta definición es que para el capital sólo es productivo el trabajo que genera plusvalía, por lo tanto, de ella se desprende que definir trabajo productivo no plantea la utilidad o no del mismo para la sociedad, sino que implica una relación social determinada en un régimen de producción, que no es otra que la apropiación del sobretrabajo obrero. Esto significa que es independiente de que el producto sea o no un objeto necesario o que tenga una utilidad social. El ejemplo más contundente de esto es la producción de armamentos, que es tan productivo como la de las drogas o de acero.

De esto surge la definición de trabajo improductivo: como bien explica Marx, el proceso de reproducción capitalista es una unidad indivisible entre el proceso de producción y el proceso de circulación del capital. El ámbito de la circulación (de la realización de la plusvalía, como el comercio, es decir, entendida como un cambio en la forma del capital y no en un sentido físico) no agrega valor. Desde el punto de vista de la definición de Marx que reproducimos más arriba, el trabajo asociado a la circulación no es productivo. ¿Pero significa esto que es algo indiferente al capitalista? No, en absoluto, ya que si se reduce el tiempo de circulación (la velocidad de rotación del capital), se acelera la realización de plusvalía pudiendo reiniciarse un nuevo ciclo de reproducción del capital. Por lo tanto, para los capitalistas, reducir los tiempos muertos, sin trabajo, tanto en el proceso de producción como en el proceso de circulación, es una presión constante. Es así que algunos economistas hablan de la "productividad" del trabajo improductivo. La división del capital en tres secciones, como capital productivo, comercial y bancario, resulta funcional a la reproducción ampliada en su conjunto, los dos últimos al acelerar la circulación y permitir la realización de la plusvalía, se apropian una parte de las ganancias totales. El mayor peso que estas dos secciones del capital vienen teniendo en las últimas décadas, es una expresión de la tendencia a la sobreproducción, o en otras palabras, de las crecientes dificultades para valorizar un capital a un nivel determinado o esperado de ganancias.

De esta definición de trabajo productivo e improductivo se desprende también la definición de proletariado. El proletariado o la clase obrera incluye al conjunto de la clase social expropiada de los medios de producción y que por lo tanto se ve obligado a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para obtener sus medios de sustento y de vida15 . Reducirlo sólo al proletariado industrial no da cuenta que para el capitalista comercial como para el capital bancario (para el "sector servicios"), su participación en las ganancias depende también de la apropiación del trabajo impago de estos trabajadores. Como dice Marx "así como el trabajo impago del obrero crea directamente plusvalía para el capitalista productivo, así el trabajo impago de los asalariados comerciales crea para el capitalista comercial una participación en dicha plusvalía (...) El desembolso en costos de circulación es una inversión productiva para el capitalista comercial y, en consecuencia, para él también es directamente productivo el trabajo comercial que compra"16.

2. Rifkin y las "nuevas tecnologías": una última versión de "fetichismo tecnológico"

En los últimos años ha habido un salto en los avances científicos y tecnológicos verdaderamente asombroso. Este avance ha sido despcrito en innumerable cantidad de trabajos. "Han cambiado muchas cosas incluso para las tecnologías que tenían un papel dominante hace tres años. Cada una de las cuatro tecnologías que más se citaban entonces -telecomunicaciones, inteligencia artificial, ingeniería de sistemas asistida por ordenador (CASE) y fabricación integrada por ordenador (CIM)- han tenido en efecto desarrollos significativos en cuanto a alcance y capacidades".17

Rifkin enumera a lo largo de su libro una serie de elementos de este salto tecnológico: "sofisticadas tecnologías de las comunicaciones y de la información", "máquinas inteligentes", "nuevos programas de software", "mejores redes de ordenadores y un hardware más potente", "robots", "inteligencia artificial", "robots por control numérico", etc.18

Para dicho autor, la consecuencia de tales avances sería el enorme desempleo. Los más sofisticados ordenadores, la robótica y otras formas de alta tecnología, están sustituyendo rápidamente a los seres humanos en la mayor parte de los sectores de la economía. Según su afirmación, marchamos a un mundo sin trabajo. Según el mismo autor, "en los inicios del presente siglo, el incipiente sector secundario era capaz de absorber varios de los millones de campesinos propietarios de granjas desplazadas por la rápida mecanización de la agricultura. Entre mediados de la década del ‘50 y principios de los ‘80, el sector de servicios fue capaz de volver a emplear a muchos de los trabajadores de "cuello azul" sustituidos por la mecanización"19. Pero lo peculiar de la nueva "revolución tecnológica" es que no aparecería un nuevo sector capaz de absorber a los trabajadores despedidos, salvo el sector "del conocimiento", una minoría de industrias cuyos profesionales -los llamados "analistas simbólicos" o "trabajadores del conocimiento"-, seguirían creciendo, pero "seguirían siendo pocos si los comparamos con el número de trabajadores sustituidos por la nueva generación de "máquinas pensantes". Rifkin pontifica que estaríamos entrando en una nueva fase histórica caracterizada por lo que "ya parece una permanente e inevitable decadencia de lo que hasta ahora entendíamos por trabajo".

Para esta tesis, la desocupación y el subempleo son consecuencia del "desempleo tecnológico". Otros autores, han desarrollado una tesis más refinada, endilgando el aumento del desempleo al avance acelerado de la productividad. Al aumentar la producción por asalariado, ya no sería posible crear más empleos.

Sin embargo, estas tesis se choca con dos datos que surgen de la misma realidad. Contra las visiones de un "tecnoparaíso" -que aunque Rifkin critique en su libro, ya que es catastrofista, metodológicamente comparte el mismo punto de vista- hasta ahora ha habido una lenta difusión de la robótica y las nuevas tecnologías. Es así que lejos de una producción poblada de robots, al día de hoy hay tan sólo 630.000 robots en todo el mundo20. Asimismo, a nivel mundial, no se ha producido tal despegue de la productividad del trabajo21 que supuestamente acarrearía la introducción de tales tecnologías en forma masiva: "Como ha señalado Eatwell (en su libro "Unemployment on a world scale"- NdeR), no hubo tal aumento de productividad durante los años de introducción de tales tecnologías. Antes al contrario, la tasa de crecimiento de la productividad por persona empleada (...) descendió en la década de los ‘80, siendo menor que la de la década de los ‘60 y ‘70 incluyendo el sector de manufactura (...) En realidad, durante los años ‘80 y ‘90 la reducción de la tasa de crecimiento de la productividad ... ha permitido un mantenimiento de puestos de trabajo mayor que hubiera ocurrido en caso de continuar la tasa de crecimiento de productividad de los años ‘60".22

Contra el mito interesadamente creado, la realidad es otra. En un artículo del Financial Times del 14-10-97, S. Roach, economista jefe de la banca de inversión Morgan Stanley plantea que: "En los ‘60 se soñaba que la era de la tecnología de las computadoras permitiría a éstas resolver por nosotros las cosas, haciéndonos más soberanos. Robots iban a ser programados para servirnos café, hacer nuestras camas y traernos los diarios (...) Nada de esto ha sucedido. Aún treinta años más tarde, las corporaciones han sucumbido a la misma clase de fantasías creyendo que las inversiones en computadoras y las innovaciones en los multimedios fomentarían la productividad de su fuerza de trabajo". El mismo Roach sostiene que estas "fantasías" requerirían grandes inversiones de capital, que los capitalistas no se han atrevido a hacer.

Las estadísticas son contundentes. Robert Brenner, en su último libro, da cuenta que "por casi un cuarto de siglo, entre 1973 y 1996, la productividad laboral en la economía privada y en los sectores económicos por fuera de la manufactura, han promediado, respectivamente, un 1% y un 0,5%. Estas tasas fueron menos que la mitad de aquellas que prevalecieron en cualquier otro período de comparable duración desde 1890 -dejando a un lado los años de la Gran Depresión-, cuando la perfomance de la productividad fue aún mejor que recientemente". Esta tendencia se da incluso en los mismos Estados Unidos, que es presentado por estos ideólogos del capital como el nuevo "paradigma tecnológico" de la llamada "nueva economía". El incremento de la productividad en la manufactura "no pudo evitar que el crecimiento de la productividad de la economía de conjunto -tal vez el indicador más fiable del dinamismo económico- cayera a sus niveles más bajos en la historia norteamericana, para el casi cuarto de siglo que va entre 1973 y 1996. Durante tal período, el crecimiento del producto bruto por hora trabajada ha promediado un 0,9%. Esto es bien menos que la mitad del promedio histórico del siglo previo, y el promedio para los ‘90 (a través de 1996) ha caído a un 0,7%"23.

Estos crudos datos demuestran que lejos de un tecnoparaíso, el capital no se atreve a invertir en gran escala con nuevas innovaciones, siendo una prueba más del carácter cada vez más parasitario de la economía capitalista a fines del siglo XX.

El avance arrollador de la robótica y de la productividad que se pregona desde la perspectiva catastrofista del "fin del trabajo" es una pura mistificación de la realidad. En realidad, la descripción de un "taller sin hombres" se convierte en una imagen de ciencia ficción. Como dice Coriat en "El taller y el robot": "el taller -a fortiori la fábrica del mañana- no es una fábrica sin hombres. Esta imagen tenaz, profundamente difundida, no sólo no corresponde a nada observable -si no es en mini secciones de producción- sino que obstaculiza la comprensión de lo que está verdaderamente en juego. El futuro, de ninguna manera, es la automatización integral de las tareas y las funciones. Cualquiera que sean las orientaciones ‘tecnologicistas’ localizables aquí o allá en algunas prácticas de empresas, la ‘automatización total’ es impracticable, por razones tanto científicas y técnicas como financieras, y eso vale para todo el horizonte del futuro previsible" 24 .

El problema es que Rifkin y los demás sostenedores de la tesis del fin del trabajo, caen en un nuevo "fetichismo tecnológico": abstraen la técnica de las relaciones de producción dándole a la tecnología un carácter autónomo que conllevaría un progreso contínuo25.

En el régimen de producción capitalista, el proceso de producción no es sólo un proceso de trabajo sino que actúa como soporte del proceso de valorización. La introducción de la tecnología no es un factor independiente sino que está subordinada a la búsqueda de ganancias y un mayor control del proceso de trabajo y sobre la clase obrera, y por ende de una mayor superexplotación de la misma. De ahí que la introducción masiva de la robótica y la informática choca con las relaciones de producción capitalistas, y su búsqueda incesante de ganancias. Con las nuevas tecnologías pasa lo que el mismo Marx analizó con respecto a la invención de la máquina de vapor: "Es cierto para la máquina analítica lo que Marx observaba a propósito de la máquina de vapor que, ‘pese a estar inventada en el período de la manufactura a final del siglo XVII, ha continuado hasta 1780 sin originar ninguna revolución industrial’ ("El Capital"). No se trataba sólo, observa Marx, de encontrar una fuerza motriz capaz, sino de alcanzar determinadas condiciones en el desarrollo bien de las fuerzas productivas (en este caso de las tecnologías de las fuerzas motrices), bien de las relaciones de producción (en este caso de la concentración de la producción), que hiciesen esta máquina compatible y funcional con las primeras o con las segundas". 26

3. La hipótesis del "fin del trabajo"

Desarrollemos una hipótesis: supongamos por un momento que estamos equivocados, y que en los próximos años el capital encuentra las vías económicas y políticas para introducir en forma masiva las nuevas tecnologías, liquidando en amplia escala al trabajo humano. Esto liquidaría toda perspectiva de la prosecusión de un régimen superior, el socialismo, ya que implicaría la liquidación de la clase obrera, única clase que, debido a su concentración y su ubicación en relación a los medios de producción, puede llevar adelante la liberación del conjunto de la humanidad. Sin embargo, en esta hipótesis, no sólo el futuro de la clase obrera estaría amenazado, sino la misma existencia del régimen capitalista de producción. La abolición del trabajo asalariado, destruiría la única fuente de riqueza que en el sistema capitalista es apropiada en forma privada por los capitalistas: la creación de plusvalía. Y además, ¿a quién le venderían los capitalistas su mercancías? Está claro que los robots no podrían adquirirlas. Por lo tanto, una hipotética introducción generalizada de los avances de la ciencia y la tecnología en la producción, reemplazando cualitativamente la fuerza de trabajo, liquidaría los fundamentos del régimen de producción capitalista.

Marx previó genialmente casi ciento cincuenta años atrás esta tendencia en los Gründrisse: "En la medida, sin embargo, en que la gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo empleado, que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, poder que a su vez no guarde relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción, sino que depende más bien del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción". Y en otra parte: "El robo del tiempo de trabajo de otro, en el cual se funda la riqueza de hoy, parece una base miserable por comparación con esta base recientemente desarrollada creada por la gran industria misma. A partir del momento en que el trabajo, en su forma inmediata, deja de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja de ser su medida, y debe dejar de serlo, y por lo mismo el valor de cambio debe dejar de ser la medida del valor de uso. El sobretrabajo de la masa ha dejado de ser la condición del desarrollo de la riqueza general, tal y como el no-trabajo ha dejado de ser la condición del desarrollo de las fuerzas generales del intelecto humano. En virtud de esto se viene abajo la producción fundada en el valor de cambio".27

Pero este proceso en el capitalismo no puede ser llevado hasta el final, ya que choca con las relaciones de producción, que no son otras que los límites que impone la acumulación capitalista; es decir, la necesidad de valorización de capital que pone límites a la difusión masiva de tecnología. Es que la enorme inversión que esto requeriría haría poco rentable el capital invertido.

Al mismo tiempo esta tendencia histórica, del mayor peso del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, consecuencia de la evolución del régimen de producción capitalista, es una expresión no de una crisis del trabajo, como nos presentan los fetichistas tecnológicos como Rifkin, sino, en cierta forma, de una crisis de la ley del valor. Es que la apropiación privada del trabajo no pagado, en la cual se basa la generación de riqueza en el régimen de producción capitalista, aparece cada vez más como una base crecientemente "miserable", cuando la producción está cada vez más determinada por el "estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología" (herencia de las generaciones pasadas), y no "con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción". En otras palabras, al ser cada vez mayor la cantidad de trabajo muerto que hay que valorizar, la valorización del capital adquiere un carácter cada vez más estrecho. Sin embargo, esto no lleva a la liquidación del trabajo y los asalariados, sino a transformaciones en el mismo. La ley del valor no caduca, sino que sus contradicciones se exacerban en su búsqueda incesante de nuevos campos de acción. La existencia de millones de desocupados y subempleados, a niveles que nunca ha conocido la humanidad, es una expresión de esto y no, como quieren hacernos creer Rifkin y demás fetichistas tecnológicos del "desempleo tecnológico".

4. La crisis de acumulación del capital y la nueva guerra de clases contra la clase obrera

Contra el fetichismo tecnológico, las razones del desempleo, hay que buscarlas en otro lado. El marxismo, contra la economía burguesa, tuvo la virtud de explicar cómo, tanto el desempleo coyuntural como crónico, está ligado a la acumulación del capital. Lo que para los economistas burgueses aparece como una oscilación de la oferta de fuerza de trabajo, para el marxismo, lo que determina es la sed de ganancias que guía el proceso de acumulación capitalista28.

Contra el fetichismo tecnológico, las verdaderas razones de la desocupación estructural, hay que buscarlas en que desde fines de los ‘60 principios de los ‘70 el sistema capitalista mundial ha entrado en lo que hemos denominado una crisis capitalista de acumulación: "A las dificultades del proceso de valorización (del capital) provocadas por la combinación de factores económicos, como el aumento de la composición orgánica del capital y la consecuente caída de la tasa de ganancia, con factores políticos como una intensificación de la lucha de clases (ascenso ‘68-’76) o la declinación relativa de la hegemonía norteamericana ante el surgimiento de imperialismos competidores"29. Esto se muestra en la tasa de crecimiento de la economía30. Entre 1950 y 1970, en el período del boom, la economía mundial creció a una tasa promedio del 5% anual, desde entonces no logra superar el 2,5%. Como consecuencia de esto, el número de desocupados se ha duplicado o triplicado en los países desarrollados. Como demuestra Robert Brenner, "el agudo deterioro de la performance económica de las economías capitalistas avanzadas en el último cuarto de siglo, comparado con el primer cuarto de siglo de la época de la posguerra, es por sí mismo evidente. A lo largo de estas economías, las tasas promedio de crecimiento del producto, del stock de capital (inversiones), la productividad laboral, y los salarios reales desde 1973 al presente, han sido de un tercio a la mitad de aquellos para los años 1950-73, mientras el promedio de la tasa de desempleo ha sido más del doble". En su último libro, este autor demuestra que "la generalizada caída y el fracaso a largo plazo de recuperar la tasa de rentabilidad en la manufactura, y en la economía privada de conjunto, a lo largo del mundo capitalista avanzado, es... la causa básica de la mayor caída paralela de la tasa de crecimiento de la inversión, y con ella del crecimiento del producto, especialmente en la manufactura, en el mismo período. La declinación aguda en la tasa de crecimiento de la inversión -conjuntamente con la caída del producto mismo- es (...) la fuente primaria de la declinación de la tasa de crecimiento de la productividad, así como también el mayor determinante del crecimiento del desempleo"31.

Desde ese entonces la burguesía ha puesto el acento en la recuperación de la tasa de ganancia, a través de la liquidación del stock de capital mediante las bancarrotas de las firmas y el cierre de fábricas con el consecuente despido de trabajadores32; la caída del salario como producto del ascenso de la desocupación y la ofensiva contra las conquistas de los trabajadores; la introducción de innovaciones tecnológicas en forma desigual y no uniforme como forma de aumentar la plusvalía relativa; y por último una mayor intensificación del trabajo. Esta política ha sido llevada adelante en distinto grado en los diferentes países imperialistas y semicoloniales. Se trata de una verdadera guerra de clases contra la clase obrera, donde la caída de la tasa de ganancia exacerba la competencia y donde cada capitalista individual en una búsqueda desenfrenada para mantener la "competitividad", busca reducir el valor de la fuerza de trabajo, esto es, lo que los capitalistas llaman el costo laboral. Es que "dado que la acumulación del capital presupone la acumulación para la ganancia y puesto que considera la maximización de la ganancia como su propia razón de ser, los cálculos minuciosos y exactos de los costos conllevan reorganizaciones constantes del proceso de producción con el solo propósito de reducir los costos. Desde el punto de vista de una sola empresa capitalista, un trabajador no puede ser considerado como un ser humano dotado de derechos elementales, dignidad y necesidades de desarrollar su personalidad. Es un ‘elemento de costo’, y este ‘costo’ debe ser medido de manera constante y exclusiva en términos de dinero a fin de ser reducido al máximo" 33. Desde esta lógica, en los últimos años, más específicamente desde comienzos de los ‘70, las reorganizaciones del proceso de producción, sumariamente, han sido las siguientes:

a) Los cambios organizacionales en el proceso de trabajo. La introducción del just in time y de los cambios organizacionales asociados al toyotismo son en realidad un intento de reducir los tiempos muertos y de aumentar la explotación y el control sobre la fuerza de trabajo.

Como plantea Coriat, "la instauración de ‘círculo de calidad’ en niveles muy extendidos y profundos de la población laboral (...) los círculos de calidad han sido el instrumento de una especie de avasallamiento suplementario al instaurar un control social mucho más estrecho, a la vez sobre el trabajo y sobre los mil y un acontecimientos en que consiste el desarrollo del flujo de la producción. ¡Mediante los círculos de calidad, el obrero resulta ser a la vez detectado y detector!"34

b) La innovación tecnológica y el mito creado sobre la misma. Ésta ha sido utilizada como una poderosa arma del capital sobre las posiciones conquistadas por el trabajo. La introducción de tecnología no tiene un carácter neutro sino que ha potenciado esta verdadera guerra de clases contra el proletariado. Contra todo el fetichismo, (tanto tecnológico como organizacional), de la tecnología de los ordenadores o de los círculos de calidad (en el sentido de que permitirían una mayor liberación del trabajo del obrero), hasta el mismo Coriat ha afirmado que se trata de "un modelo de taylorismo con ayuda de computadora".35 Es que, como bien explica Marx, "la maquinaria no actúa solamente como competidor invencible e implacable, siempre al acecho para ‘quitar de en medio’ al obrero asalariado. Como potencia hostil al obrero, la maquinaria es proclamada y manejada de un modo tendencioso y ostentoso por el capital. Las máquinas se convierten en el arma poderosa para reprimir las sublevaciones obreras periódicas, las huelgas, y demás movimientos desatados contra la autocracia del capital"36.

Los fetichistas tecnológicos dan un valor neutro, respecto a la acumulación del capital, a la introducción de nuevas tecnologías. En particular, en los últimos años han alimentado el enorme mito creado alrededor de los ordenadores y la informática. Pero es preciso notar que el desarrollo de éstos no cayó del cielo sino que correspondió a la necesidad del capital tanto de buscar nuevas vías de valorización, como de responder a la creciente insubordinación del trabajo en la producción (según explica Marx más arriba) y a la creciente competencia interimperialista. Esta necesidad se fue imponiendo desde fines de los ‘60.

Paola Manacorda explica este proceso cuyo desarrollo comienza después de la Segunda Guerra Mundial, primero limitado a la administración pública, para después gradualmente extenderse a buena parte de la estructura de la sociedad: "Para ampliar el mercado, para conquistar nuevos clientes, para difundir ordenadores cada vez más veloces y sofisticados, es preciso crear una ‘necesidad de información’. Por otra parte, esta estrategia de las casas constructoras encuentra fácil alimento en las nuevas condiciones del capitalismo de posguerra. La necesidad de reconvertir la producción, la exigencia de nuevos métodos de control de la mano de obra y la ampliación de los mercados, plantean exigencias efectivas de racionalización de la conducta empresarial para lo que una correcta ‘política de la información’ resulta esencial. Más tarde, la creación de las multinacionales por un lado, con su exigencia de control del mercado mundial y, por otro, la necesidad de superar ciertas formas rígidas de taylorismo, como respuesta a la nueva estrategia del movimiento obrero, harán esta realización inaplazable"37.

Sobre esta necesidad real utilizada como política por el capital contra el trabajo, se montan las afirmaciones -que como vimos no tienen ningún sustento fáctico- del tipo de que 90 millones sobre 124 millones de trabajadores norteamericanos pueden sustituirse por máquinas, como un juego de espejos para hacer terror ideólogico sobre las masas.

c) Las racionalizaciones. Las llamadas reestructuraciones (downsizing), que eliminan puestos de trabajo, proceso que ha sido acelerado con el auge de las "fusiones y adquisiciones", uno de cuyos motivos centrales es la "reducción de los costos" cerrando fábricas, departamentos, "ineficientes" y despidiendo a los trabajadores "redundantes" con el objetivo de aumentar los beneficios. En este marco una práctica cada vez más usual, es la llamada tercerización, donde la empresa se desliga de determinados sectores o tareas de la producción con el consecuente despido de trabajadores, los cuales son luego contratados en peores condiciones por otras firmas que son a su vez contratadas como servicios o como subcontratistas por las grandes empresas. Este proceso se ha dado no sólo en el terreno fabril, sino en el sector llamado de servicios, como en las oficinas o los bancos. Digámoslo con claridad: las reestructuraciones no implican un ensanchamiento ni de la base técnica ni de la inversión productiva del capital (ya sea éste una sola empresa o una firma fusionada), sino una reducción lisa y llana de los costos laborales. Lo que los economistas burgueses hacen aparecer como un aumento de productividad38 no se debe esencialmente a un verdadero aumento de la misma, que implicaría inversión en nuevas maquinarias, sino a una intensificación del trabajo de los empleados que quedan. Como explica S. Roach en el Boletín que publica el Morgan Stanley, el Global Economic Forum, hay "un embuste en el secreto de los logros de productividad de los años recientes. No hay nada especial en materia de productividad del trabajo. El 70% de las ganancias de productividad se explican, en los ‘90 por una espectacular compresión en el incremento de los costos laborales". Es esto, un aumento de la superexplotación, en gran parte de plusvalía absoluta debido a la extensión de la jornada laboral y a la intensificación del trabajo, y de plusvalía relativa (aunque como demuestran los datos de productividad no en la proporción que habitualmente nos venden los mistificadores del "paradigma norteamericano" de los ‘90), lo que explica el aumento de la ganancia y de la tasa de beneficio con respecto a los ‘70, pero sin llegar a los niveles y a las condiciones de acumulación (tanto económicas como políticas) del boom.

La misma tendencia se da en Inglaterra. Un reciente estudio del Trade Union Congress ha desmitificado el supuesto avance de la productividad en los años de la "Dama de Hierro" Margaret Tatcher: "Las ganancias de productividad que se proclaman responden a la prolongación de la jornada de trabajo y no a una mayor eficiencia. El trabajador británico trabaja 9% más que el alemán y 5% más que el francés, pero la productividad horaria se encuentra 20% debajo de la de esos países. En los ‘90, mientras la productividad creció 2,2% por año, los salarios reales lo hicieron sólo al 1,2%, y en consecuencia las ganancias se incrementaron un 37% en el mismo período. Sin embargo el coeficiente de inversión se encuentra entre los más bajos de los países industrializados: 16,6% en 1997 contra 18,7% promedio para la Union Europea".

d) El desempleo masivo y la precarización flexibilización del empleo. Sin embargo, el arma más poderosa del capital para aterrorizar a los trabajadores e imponer estas condiciones de trabajo en medio del aumento de la riqueza por ellos acaparada, es el desempleo masivo. El promedio de desempleo en los principales países capitalistas, dejando a un lado los Estados Unidos, es al menos tan alto como el promedio durante la Gran Depresión de los ‘30. En 1996, el desempleo de los 11 países de la Unión Europea, promediaba un 11,3%, para los 28 países de la OCDE, incluidos los Estados Unidos, un 7,3%. El promedio anual de la tasa de desempleo para las 16 economías capitalistas principales para los años ‘30-’38 inclusive fue de un 10,3%39. "El desempleo favorece la polarización social al reducir la renta no sólo de los desempleados sino también de los asalariados no cualificados, que es el sector de la fuerza laboral más vulnerable al desempleo. En realidad, la mayoría de los pobres de edad adulta son trabajadores".40

El verdadero terror sobre los millones de trabajadores lo ejerce el capital utilizando la existencia de una masa de millones de desocupados para degradar las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora, lo que ha dado lugar al desarrollo de nuevas modalidades de contratación como el trabajo part-time, utilizado en forma permanente, y en Francia se acuñó el término "permatemps", la flexibilidad laboral y el aumento descomunal del subempleo y el empleo en negro, lo que algunos sociólogos llaman "balcanización y flexibilización del mercado de trabajo".

Con respecto al trabajo temporario, éste se convierte en una práctica cada vez más normal y de largo plazo en la producción. En el pasado el trabajo temporario crecía cuando la economía crecía y descendía con la caída de ésta. Ahora esta modalidad se ha convertido en mucho menos cíclica: "... El trabajo temporario podría estar reemplazando lo que de otra manera serían trabajos permanentes. El uso de trabajo contratado para sustituir trabajos regulares, no sólo como una vía de eliminar compromisos a largo plazo, crecimiento salarial y otros beneficios substanciales, sino como (...) una forma de eliminar la seguridad ocupacional y las protecciones de salud"41. A su vez, el aumento del empleo en negro indica un fuerte ascenso del trabajo al margen de los convenios y las normas esto es, de una tentativa de establecer una relación de ingreso monetario sin relación de empleo, liquidando las protecciones sociales asociadas a este último, y que fueron conquistadas como subproducto de la solidaridad de clase y de grandes luchas obreras.

5. La crisis de acumulación y la superexplotación de los trabajadores de los países semicoloniales y periféricos

Otra vía para recomponer la tasa de ganancia ha sido la exportación creciente de capitales a la periferia del sistema mundial capitalista.

Desde el comienzo de la crisis de acumulación del capital las cifras de desempleo en los principales países imperialistas han crecido considerablemente, llegando a estabilizarse en cada una de las recuperaciones parciales en niveles cada vez más altos. Sin embargo, en los países de la periferia capitalista (países semicoloniales y los ex estados obreros deformados y degenerados) las crecientes inversiones extranjeras directas han permitido la creación de nuevos empleos42. La mayoría de estos países de mano de obra barata se hallaba sometida a durísimos regímenes políticos reaccionarios (como en el Sudeste de Asia) que facilitaban aún más la superexplotación de la fuerza de trabajo, y dado su bajo nivel de industrialización, estaban dispuestos a conceder excepcionales concesiones fiscales y financieras a las inversiones imperialistas.

Esta nueva "industrialización" se orientó a la exportación hacia los países centrales (lo cual constituyó el fin del modelo de sustitución de importaciones que los países más desarrollados de esta periferia venían experimentando desde los ‘30), y dio lugar al desarrollo de enormes concentraciones proletarias en distintos períodos. Ejemplo de esto son, en el caso de América Latina, el joven proletariado brasileño que hizo su aparición en la escena nacional a fines de los ‘70 comienzos de los ‘80 en tal vez la concentración más grande de esta región, el ABC paulista, en la lucha contra la dictadura. Y más recientemente el nuevo proletariado mexicano concentrado alrededor de las maquiladoras, que todavía no ha hecho su aparición política (ver artículo). En el caso del Sudeste de Asia es conocida la enorme concentración alrededor de los chaebols (conglomerados) del poderoso proletariado coreano que ha tenido ya su bautismo de fuego en la guerra de clases contra la burguesía coreana. A este se agregan en Asia oriental los nuevos proletariados en países que aún hoy siguen teniendo una enorme preponderancia de la población campesina, como es el caso de Tailandia, Malasia, Filipinas y por último Indonesia. Recordemos tan sólo que la clase obrera indonesa, aunque disuelta en el pueblo en general, fue un actor de las jornadas revolucionarias que voltearon al dictador Suharto en mayo del año pasado.

Por último, sin por eso restarle importancia, debemos señalar China, donde las nuevas concentraciones obreras que se desarrollaron ligadas a la inversión capitalista, se agregan al proletariado tradicional de las empresas del Estado cuya irrupción política fue salvajemente reprimida al final de las jornadas que culminaron en la masacre de la Plaza Tienanmen en 1989 y que viene siendo ferozmente atacado en sus conquistas.

Como hemos explicado en otros artículos, la base de este proceso está en la caída de la rentabilidad en los países centrales. El creciente peso de las inversiones directas en la periferia del sistema mundial capitalista, se basa en la posibilidad de obtener superganancias por la existencia de una enorme reserva de población potencialmente explotable, debido a la liquidación de la agricultura tradicional en muchos de los países periféricos a donde se dirige la inversión imperialista durante el período del boom43, que se traslada a las ciudades en búsqueda de empleo. Como explican Frobel, Heinrichs y Kreye44, "lo que empuja a una corriente creciente de personas (en busca de trabajo y de ingresos) del campo a la ciudad, no son solamente las malas condiciones de vida tradicionales en las que se encuentra la mayor parte de la población de los países en desarrollo. Paradójicamente es precisamente la modernización de la agricultura- que sólo puede alcanzar su objetivo de aumentar la producción de alimentos mediante la desaparición de la pequeña agricultura tradicional, privando consiguientemente de su base de subsistencia a una gran masa de la población- lo que empuja a la gente hacia las ciudades donde por regla general no consiguen unos ingresos suficientes para llevar una existencia digna. Son estos seres proletarizados, quienes se hacinan en los slums y barrios miserables de las ciudades de los países subdesarrollados. Estos seres proletarizados están obligados a buscar trabajo a cualquier precio y en las condiciones más indignas e inhumanas para asegurar la simple pervivencia. Constituyen hoy, en los países subdesarrollados, una fuente de fuerza de trabajo prácticamente inagotable y explotable casi a discreción".

Este "recurso" prácticamente "inagotable" de fuerza de trabajo explotable a disposición de las empresas transnacionales constituye lo que estos autores llaman "la formación de una reserva mundial de fuerza de trabajo potencial". Las características de la fuerza de trabajo superexplotada de estos países periféricos y las ventajas para la valorización del capital, básicamente puede resumirse en las siguientes cuestiones: a) los salarios reales pagados por el capital representan en los países de bajo nivel salarial entre un 10 y un 20% aproximadamente de los países imperialistas; b) la jornada laboral y el año laboral es por regla general más larga que en los países centrales; c) la fuerza de trabajo puede ser contratada y despedida casi a placer. Por ejemplo es común entre otras cosas, que pueda imponerse una mayor intensidad del trabajo mediante un desgaste más rápido de la fuerza de trabajo, y luego reemplazarlo por otro trabajador; d) el tamaño del ejército industrial de reserva disponible permite una selección casi óptima de la fuerza de trabajo más adecuada en cada momento (mujeres, niños). Un ejemplo de esto es el reciente reporte realizado por el Comité Industrial Cristiano de Hong Kong sobre la Disney Corp. y la industria del juguete en China, el cual "alega que algunos trabajadores que hacen los productos de Disney están forzados a trabajar hasta 16 horas al día, siete días a la semana y a los cuales no les son pagadas las horas extras. En el Reporte sobre los juguetes, cuatro de las doce plantas señaladas críticamente, son subcontratistas de Mattel, el más grande productor mundial de juguetes, lo que puede llegar a ser conocido como las líneas de ensamblaje de los "sweatshop (fábricas negreras) Barbie" que son acusados de una serie de abusos, desde largas horas y con baja paga, a graves violaciones a la dignidad de los trabajadores"45. Otro ejemplo, que fue presentado al mundo como modelo a seguir, es Chile en el cual, según un informe de la OIT, se trabaja como promedio para el decenio 1986-96 alrededor de 46,2 horas semanales. El informe dice "estas jornadas de trabajo son relativamente largas en comparación internacional. Actualmente son comparables con las horas de trabajo en Corea, por ejemplo. En Corea las horas de trabajo eran aún más largas hasta mediados de los años ‘80 (52,5 horas en 1986), pero después de la democratización en la segunda mitad de los ‘80 a 49,2 en 1989 y a 47,7 en 1995 (OIT, 1996)"46.

En la nueva división mundial del trabajo los países periféricos, en contraste con el discurso oficial, aumentan su dependencia de los flujos de los mercados de capitales mundiales y las inversiones directas de las grandes corporaciones. Dicho en otras palabras, experimentan la exacerbación de los mecanismos de opresión por los países centrales en la época imperialista. El nuevo rol en esta división mundial del trabajo de las transnacionales, es realizar, dentro de los sistemas integrados de producción de estas firmas -facilitados mayormente por los adelantos en los transportes y en la comunicación- la parte de la producción que más depende de la utilización intensiva de la fuerza de trabajo. Para la periferia, el resultado es el desarrollo de una nueva clase obrera no como producto de una industrialización armónica, ni siquiera parcial (en algunas ramas), sino de lo que los autores arriba mencionados denominan "verdaderos enclaves industriales": "En general, no se llega siquiera a esta industrialización parcial, que por lo menos desarrolle un sector aislado: mucho más frecuente es que la producción industrial se limite a una producción parcial muy especializada: se importan productos semielaborados, que son terminados (cosidos, soldados, montados, revisados, etc.) por la fuerza de trabajo local en ‘fábricas para el mercado mundial’ y salen de nuevo del país como productos terminados. Se trata, pues, de verdaderos enclaves industriales que solamente se hallan unidos al resto de la economía local por el uso de la fuerza de trabajo barata y quizá por algunos suministros (infraestructura), pero que por lo demás se hallan totalmente aislados de las economías locales". En nuestro continente el ejemplo más gráfico de esto es la maquilación de México, como explicamos en otra nota de esta revista.

6. Andre Gorz y la metafísica de los "trabajadores de lo inmaterial"

Hemos discutido en los puntos anteriores las tesis que sostienen que el aumento del desempleo y el subempleo es producto del avance tecnológico, de la tecnología de los ordenadores. Desde otro ángulo, pero acompañando a esta tesis, Andre Gorz afirma taxativamente que "no hay y no habrá nunca más suficiente trabajo". En su último libro sostiene que "las polémicas que han suscitado la obra de J. Rifkin son significativas en relación con esto. Lo que él llama el ‘fin del trabajo’ anuncia el fin de lo que todo el mundo ha tomado la costumbre de llamar trabajo (...) se trata sin duda del ‘trabajo específico propio del capitalismo industrial’ (...) Los millones de empleados o de técnicos ‘que trabajan’ en la pantalla de visualización no ‘realizan’ nada tangible. Su actividad práctico-sensorial está reducida a una pobreza extrema; su cuerpo, su sensibilidad, puestas entre paréntesis. Su ‘trabajo’ no es ningún sentido una ‘configuración apropiativa del mundo objetivo’, por más que pueda tener una configuración como efecto mediato muy lejano. Para los ‘trabajadores’ de lo inmaterial, como para la mayoría de los que ofrecen servicios, los ‘productos’ de su trabajo son evanescentes, consumidos al mismo tiempo que se realizan. Es raro que esos ‘trabajadores’ puedan decir: ‘He aquí lo que hice. He aquí mi obra. Esta es mi obra’ (...) Queriendo negar ‘el fin del trabajo’ en nombre de su necesidad o de su permanencia en el sentido antropológico o filosófico, demostramos lo contrario de lo que querríamos demostrar: precisamente en el sentido de realización de sí, en el sentido de poiesis, de creación de una obra o de una producción, el trabajo desaparece más rápidamente en las realidades virtualizadas de la economía de lo inmaterial. Si deseamos salvar y perpetuar ese ‘verdadero trabajo’, es urgente reconocer que el verdadero trabajo no está más en el ‘trabajo’ (...) A su manera (que no es la mía), Rifkin no dice otra cosa: dice que el trabajo cuyo fin anuncia, deberá ser reemplazado por actividades que tengan otra característica. El ‘trabajo’ que el capitalismo en su última fase ha abolido masivamente, es una construcción social; precisamente por eso puede abolirlo."47

Veamos, ¿de qué trabajo nos habla Gorz? Entendido en un sentido antropológico o general, hablar del "fin del trabajo" no quiere decir nada. Para Marx, el trabajo en sentido amplio "es toda actividad humana que permite expresar la individualidad del que lo ejerce", o "todo gasto de fuerza humana (del cerebro, de los nervios, de los músculos, de los sentidos, de los órganos), abstracción hecha de su carácter útil". En otras palabras, en un sentido general, el trabajo es toda operación de transformación del individuo sobre la naturaleza, operación mediante la cual se produce la socialización de los seres humanos.

Pero, evidentemente, Gorz habla de la abolición del trabajo asalariado (¿qué otra cosa sino, es lo específico de la "sociedad industrial", más precisamente de la sociedad capitalista, y que efectivamente es una construcción social, es decir una relación social de explotación?) sin la liquidación del capital de la sociedad de clases y de su Estado. Lo que omite Gorz, es que ya sea integrados al taller o como trabajadores "autónomos", estos "nuevos trabajadores" están subsumidos realmente al proceso de valorización capitalista más allá... de que su "actividad práctico sensorial" esté reducida a una pobreza extrema, su sensibilidad "puesta entre paréntesis". No entendemos el carácter "gratificante" práctico sensorial y la "enorme sensibilidad" que significa la cadena de montaje del llamado fordismo, la repetición monótona de movimientos simples del llamado taylorismo y mucho menos conocemos que los trabajadores alguna vez hubieran dicho "he aquí lo que hice, he aquí mi obra, esta es mi obra", en el sistema de producción capitalista, precisamente basa su producción en la explotación del trabajo humano y en la enajenación del trabajador del producto de su trabajo que se le enfrenta a él como algo extraño48. Gorz confunde deliberadamente lo que eran las características propias del trabajo artesanal que fueron abolidas precisamente en lo que él llama la "sociedad industrial" (en términos marxistas, con el desarrollo de la gran industria bajo el capitalismo) como pre-condición para la subsunción formal y real del trabajo al capital49. La "sociedad industrial" a través de la introducción de la maquinaria, y más adelante con la introducción del taylorismo, fue encaminada a apropiarse del saber obrero para aumentar el control sobre el trabajo, aumentando la subsunción real del trabajo al capital. Lejos de una "abolición del trabajo" como única fuente de valor, la valorización del capital amplía su terreno de acción, hacia nuevas actividades y profesiones dentro, y fuera pero subordinado a él, del taller, movimiento que expresa el carácter complejo de la producción con el desarrollo de la sociedad capitalista, en la cual la misma no pude entenderse a través de la relación con un trabajador manual directo sino como un "trabajador colectivo".

Marx se anticipó teóricamente a un proceso que hoy está altamente desarrollado: "Como con el desarrollo de la subsunción real del trabajo en el capital o del modo de producción específicamente capitalista no es el obrero individual sino cada vez más una capacidad de trabajo socialmente combinada lo que se convierte en el agente real del proceso de laboral en su conjunto, y como las diversas capacidades de trabajo que cooperan y forman la máquina productiva total participan de manera muy diferente en el proceso inmediato de la formación de mercancías o mejor aquí de productos -este trabaja más con las manos, aquel más con la cabeza, el uno como director (manager), ingeniero (engineer), técnico, etc., el otro como capataz (overlooker), el de más allá como obrero manual directo e incluso como simple peón, tenemos que más y más funciones de la capacidad de trabajo se incluyen en el concepto inmediato de trabajo productivo, directamente explotados por el capital y subordinados en general a su proceso de valorización y de producción. Si se considera el trabajador colectivo en el que el taller consiste, su actividad combinada se realiza materialmente (materialiter) y de manera directa en un producto total que al mismo tiempo es una masa total de mercancías, y aquí es absolutamente indiferente el que la función de tal o cual trabajador, mero eslabón de este trabajo colectivo, este más próxima o más distante del trabajo manual directo. Pero entonces la actividad de esta capacidad laboral colectiva es su consumo productivo directo por el capital, vale decir el proceso de autovalorización del capital, la producción directa de plusvalía y de ahí, como se deberá analizar más adelante, la transformación directa de la misma en capital".50

Gorz no parece entender cómo funciona el capitalismo (o más bien, como dijo un autor, "en el fondo Gorz no cree en la existencia del capitalismo"), y esto lo demuestran no sólo las afirmaciones que ya hemos criticado, sino su visión de los mismos "nuevos trabajadores", en particular los especialistas en informática, de que Gorz nos habla, atribuyéndoles un supuesto carácter autónomo (en relación a la valorización del capital); una pretensión compartida también por Toni Negri.

La realidad material incluso en este terreno desmiente a Gorz, pues el carácter de estos nuevos trabajos está subordinado a la lógica del capital, aunque es cierto que no en el mismo grado que el trabajo fabril. Manacorda, que ha estudiado este proceso, afirma que: " ... un análisis del trabajo del programador tal y como se configura en las grandes organizaciones del proceso de datos. Es allí donde el programador es un programador todo el tiempo, que no usa la programación como instrumento de su trabajo de investigación, sino que la tiene como única y exclusiva actividad 8 horas al día durante algunos años. Además, el programador industrial es la figura más extendida entre los programadores desde que -hasta ahora más de diez años- la producción de software ha asumido características precisamente industriales. Estas se manifiestan en la organización de los programadores en equipos en el interior de los cuales las competencias son definidas con precisión; en la necesidad de respetar los plazos y de utilizar los recursos (costes, tiempo, horas-máquina) en la forma definida para las oficinas de planificación. El programador pasa a ser así un trabajador colectivo, sujeto a ritmos y a verificaciones de productividad ciertamente menos rígidas que las que sufre un obrero, pero mayores de las que soporta un trabajador intelectual de corte tradicional"51. Como vemos, la supuesta autonomía de estos "nuevos trabajadores de lo inmaterial", queda cada vez más hecha trizas. Aumenta no sólo la subsunción formal del trabajo de tipo intelectual al capital, sino también la subsunción real, al transformarse la informática y el software en enormes ramas de la producción (las más dinámicas del punto de vista de la valorización del capital en los últimos años). Así como el maquinismo y la nueva industria liquidó la autonomía de los artesanos, la mayor subsunción formal y real de los trabajadores de la informática al capital acota cada vez más la autonomía incluso del trabajo intelectual. La industria del software, como toda rama de producción en el capitalismo, no escapa a las leyes de la acumulación capitalista y de la lucha de clases. La misma autora plantea que "en efecto, es cada vez más cierto que al programador le va quedando poca autonomía en la medida en que le son sustraídas una serie de decisiones en los frentes, estrechamente interdependientes, de la innovación tecnológica y de la organización del trabajo. La máquina (el trabajo muerto-NdeR), mediante el software básico, determina cada vez más estrictamente el tipo de soporte para los datos y la organización de los datos; por su parte, el analista determina los procesos y el tipo de datos a tratar. Los fabricantes de software han tratado de hacer frente a los inconvenientes planteados (escaso aumento de la productividad, elevada tasa de errores, rechazo de la organización tayloriana) recurriendo a modificaciones e innovaciones en los dos frentes, de la innovación tecnológica y de la organización del trabajo".

A su vez, el proceso de producción real, en esta nueva rama de la producción capitalista, entendido como proceso de trabajo y como proceso de valorización (tal como venimos analizándolo), desnuda como una falacia también las afirmaciones de Rifkin y otros, de que en un mar de desocupados o de una población obrera cada vez más descalificada ante el avance tecnológico, los únicos que se salvarían serían la "élite del conocimiento", sujeta a la misma lógica de la producción capitalista. Los buenos salarios52 de este sector (que contrastan con la caída salarial en el resto de las ramas industriales) son expresión de las altas tasas de beneficio de la informática (no por casualidad el primer multimillonario es Bill Gates, el dueño de Microsoft), que ha sido una de las pocas, o tal vez la única rama de la producción en donde realmente ha habido un crecimiento de las inversiones productivas y de acumulación de capital. Lo que pretende presentarse como algo novedoso, que abriría un período histórico nuevo, en realidad no es más que un fenómeno común en el desarrollo de nuevas ramas de producción dinámicas; así fue con la industria automotriz a la salida de la Segunda Guerra Mundial: también dio trabajadores con salarios altos, equiparables a los "nuevos trabajadores" de la llamada "élite del conocimiento".

7. Lejos del "fin del trabajo", hay un cambio de la forma capitalista de explotación del trabajo asalariado

Como hemos visto, los datos de la realidad desmienten la tesis que sostiene que la destrucción de puestos de trabajo se debe al incremento de las innovaciones tecnológicas, ideología que entra en la conciencia popular, y que es reforzada por posiciones como la de J. Rifkin (y su perspectiva catastrofista de la desaparición del trabajo), y la tesis simétrica desde la izquierda, de Gorz y otros. Esta idea, que no resiste un análisis serio, se desnuda así como pura ideología burguesa.

Lo que sí hay es un aumento de la explotación, como un intento de recuperar la tasa de ganancia, como demuestra el hecho de que el número de horas trabajadas ha ido aumentando de 1960 a 1990 en la mayoría de los países más desarrollados dentro de la OCDE, es decir del G-7, precisamente el grupo de países que ha tenido mayor innovación tecnológica, y en el que tendríamos que haber visto un descenso del número de horas total trabajadas si aquella tesis (del fin del trabajo debido a la innovación tecnológica) fuera sostenible. Como afirma Vicenc Navarro "ni hay evidencia de que estemos viendo una disminución del tiempo de trabajo existente ni tampoco del impacto reductor de este debido a las nuevas tecnologías (ver figura de cantidad total de horas trabajadas en "El trabajo Mundial 1996-97", OIT). Es más, aquellos países que han visto un mayor aumento del tiempo total de trabajo (medido en semanas) son los países -Estados Unidos y Japón- que han tenido mayores avances tecnológicos, con introducción más generalizadas de estos"53. El mismo Rifkin no sale de su asombro en relación a esto: "Aunque en los períodos anteriores de nuestra historia, los incrementos en productividad han dado como resultado una firme reducción en el promedio de horas trabajadas, exactamente lo contrario es lo ocurrido en las cuatro décadas transcurridas desde el inicio de la revolución de los ordenadores". Es que, como todo fetichista tecnológico, abstrae la tendencia histórica del sistema capitalista de sustituir el trabajo vivo por el trabajo muerto, de las condiciones actuales de la valorización del capital, de ahí la "paradoja" de que los supuestos incrementos de productividad han producido un aumento de las horas trabajadas. Para los marxistas no hay tal paradoja, ya que, como hemos demostrado, no hay tal aumento de la productividad.

El aumento de las horas trabajadas se explica por la crisis de acumulación capitalista y el intento denodado de la burguesía de recuperar la tasa de ganancia, que ha implicado un cambio en la forma de explotación capitalista del trabajo, con un incremento descomunal del trabajo parcial, del trabajo temporal y del trabajo autónomo, así como del consiguiente deterioro salarial que estas nuevas formas del empleo han permitido. Esto último ha obligado a muchos trabajadores, a fin de conservar su nivel de vida actual, a aceptar largas jornadas laborales. Así en Estados Unidos, donde la precarización del trabajo más ha avanzado, los estudios demuestran que hoy día, los norteamericanos "trabajan más horas en la actualidad que hace cuarenta años, cuando se inició la revolución tecnológica informática. A lo largo de estas últimas décadas, el tiempo de trabajo se ha incrementado en 163 horas, o lo que es lo mismo, un mes al año".54 Otra consecuencia de esto es la creciente incorporación de mujeres al mercado laboral, debido a que la precarización del trabajo, ha hecho imperativo que éstas trabajen.. Más aún, Robert Brenner sostiene que, "la aguda reducción del crecimiento de la inversión -así como también la creciente inestabilidad, la decreciente utilización de la capacidad instalada, y el elevado desempleo que acompañó tal reducción del crecimiento de la inversión- debe seguramente dar cuenta de una gran parte de la caída de la productividad, así como también (en los Estados Unidos al menos), el creciente uso del trabajo en relación al capital en la producción que siguió a la detención del crecimiento salarial, que fue en sí mismo el resultado directo a la caída de la rentabilidad".

Esto último explica la "máquina de crear empleos" de los Estados Unidos. Contra los argumentos de los economistas de que el "boom" de Clinton se debe a un crecimiento sin precedentes -pero no registrado- de la productividad del sector servicios, no hay un real incentivo a invertir en tecnologías que desarrollen la productividad en este sector donde los salarios son bajos. Esto es lo que explica que, aunque después del ‘92 las inversiones en manufactura crecieron (entre 1993 y 1997 subieron un 10% al año) comparado con los ‘80 (el promedio entre 1985-92 fue cercano a cero), logrando una aguda recuperación en la productividad de la manufactura (un 5,5% entre 1993 y 1996), la productividad de conjunto sigue en declinación como ya vimos. Desmitiendo el catastrofismo de Rifkin, que auguraba un "desempleo tecnológico", las bajas remuneraciones y las condiciones precarias de trabajo del sector servicios, permitieron la creación de 8,6 millones de empleos entre 1990 y 1996, mientras las manufacturas norteamericanas continuaban expulsando trabajadores (práctica conocida como "downsizing" o reestructuraciones masivas), no sólo en los años iniciales de recuperación luego de la recesión ‘90-91, sino durante el conjunto de la década.

En síntesis, la ofensiva burguesa, tomando en particular a los Estados Unidos donde estas tendencias han avanzado más (aunque en mayor o menor grado su impacto recorre al conjunto de los países), ha significado: un aumento del empleo parcial, que ha pasado de un 16,4% en 1979 en Estados Unidos a un 18,4% en 1983 y a un 16,9% en 1990, y luego de la recesión de este año, se elevó a casi un tercio de la fuerza de trabajo55. Las cifras en Europa, aunque menores, son también significativas.

Este empleo parcial no resulta en algo independiente para el desarrollo del "mercado de trabajo", y menos aún es fuente de nuevos empleos, sino que más bien tiende a destruir la posibilidad de conservar las fuentes de trabajo de los trabajadores a tiempo completo o en mejores condiciones laborales: "Los dos sectores de la fuerza laboral, la cualificada y la no cualificada, no son tan autónomas como se supone frecuentemente. En Estados Unidos, gran cantidad de empleo nuevo es empleo no cualificado de poca calidad que Eatwell ha definido como desempleo encubierto. Como tal, frena también el crecimiento de los salarios de toda la fuerza laboral, incluyendo la más productiva y mejor pagada (...) La existencia de este amplio sector de salarios de poca calidad frena el incremento salarial de todos los sectores".56

En Estados Unidos el salario para el 80% de la fuerza de trabajo descendió entre 1979 y 1993. Por ejemplo, los jóvenes que ingresaban al "mercado de trabajo", lo hacían con un 30% menos para los hombres y un 18% menos para las mujeres que el salario ofrecido en 1979. "Según el Departamento de Trabajo estadounidense se calcula que el 80% de los nuevos puestos de trabajo durante el período 1990-2005 serán de bajos salarios y con escasa o nula protección social, continuándose así el descenso de los salarios, un fenómeno muy acentuado en Estados Unidos"57.

Entre 1990 y 1996, el promedio anual de crecimiento del salario real en la economía era un 0,2%. Como consecuencia, el ingreso medio para una familia tipo era aún un 3% por debajo de su nivel de 1989 y sólo un 1,6% arriba de su nivel de 1973. En 1996, la tasa de pobreza era de 13,7% (36,5 millones de personas), claramente mayor que en 1989, y, al final de 1997, la extensión de los hambrientos y de los sin techos estaba realmente creciendo. En 1992, entre la población afroamericana la tasa de pobreza era del 33%, entre los hispanos del 29,3%, entre los blancos del 11,6%. Tal es el grado de miseria que el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, en un reciente discurso frente a ejecutivos del Sillicon Valley se vio obligado a reconocer probablemente exagerando, que "un chico nacido hoy en Nueva York es mucho menos probable que viva hasta los cinco años que un chico nacido en Shangai".

Los intentos de recorte de la seguridad social en Europa y Estados Unidos, reduciendo los beneficios de la atención médica o recortando el seguro de desempleo, etc., son un ataque directo a una importante conquista obrera58.

Mientras la proporción de desocupados ha sido baja, la proporción de despidos ha sido extremadamente alta. En los ‘90, la proporción de trabajadores que perdieron su trabajo creció significativamente a un 15% en 1995. La tasa de pérdida de trabajo fue más grande que en cualquier otro tiempo desde que el Bureau de Estadísticas Laborales comenzó a procesar información sobre la pérdida de empleo en 1981, incluyendo los primeros años recesivos de 1980 y comienzos de los ‘90. Esto es especialmente significativo debido a la realidad de que los trabajadores despedidos que encuentran nuevos trabajos ganan un promedio de 14% menos que en sus antiguos puestos. El ritmo del "downsizing" no se ha detenido en toda la década.

Contra la visión chauvinista y machista de que la pérdida de trabajo calificado de obreros blancos es debido a la entrada de la mujer y los inmigrantes, la realidad muestra otra cosa. Así, un informe plantea que "mientras que los hombres han sido expulsados ciertamente de la fuerza de trabajo, sus trabajos relativamente bien pagos, mayoritariamente en la manufactura, simplemente han desaparecido, no siendo tomados por las mujeres. En cambio las mujeres han inundado los trabajos de baja paga, a menudo trabajo parcial en el sector servicios, cuyos salarios están muy por debajo de la línea de pobreza59.

Son 27,4 millones de norteamericanos los que dependen de la ayuda alimenticia estatal para poder sobrevivir. Un aumento de 1% en el desempleo produce un 5,6% de incremento en las muertes por infarto y un 3,1% en las muertes por apoplejía. Conjuntamente con esto, las empresas aumentaron un 92% sus beneficios en los ‘80.

En tanto, la tasa de ganancia de las grandes corporaciones está en aumento. Las firmas norteamericanas, en los años recientes, han mejorado sus ganancias: entre 1989 y 1997 las ganancias corporativas se incrementaron alrededor de un 82%, mientras que la tasa de ganancia se incrementó alrededor de un 27,8%.

Vistas estas estadísticas, no sorprende que en los Estados Unidos que es vendido por todos los apologistas del capital como el ejemplo a seguir para la creación de empleos, aún hoy, cuando la tasa de desempleo está en sus niveles más bajos (4,3%) los diarios informan que la preocupación por el empleo sigue siendo enormemente alta. La base real de este terror sobre las masas no está en la supuesta "revolución tecnológica", sino en el envilecimiento, pauperización y flexibilización, de los trabajadores como con respecto a su nivel de vida. Como correctamente explica Brenner para este país, "mientras que el tamaño de la población desempleada que ejerce una presión hacia abajo sobre los salarios ha sido relativamente pequeño, el tamaño de la población empleada que ejerce una presión hacia abajo en los salarios ha sido verdaderamente grande (...) Alrededor de la mitad de la fuerza de trabajo experimentó una declinación salarial entre el 8% y el 12% desde 1979 hasta la actualidad. Una de las manifestaciones de esta tendencia es que hoy, ‘casi un tercio de todos los trabajadores están en trabajos de baja calificación ganando menos de U$S 15.000 al año. Por lo tanto los empleadores pueden encontrar mucha gente dispuesta a ocupar los trabajos mejor pagados que no requieren calificación- una categoría que (...) cubre tres cuartas partes de todos los trabajos’. Puesto de otra manera, al menos un tercio de la fuerza de trabajo empleada, a pesar de realmente tener trabajo, constituye un vasto ‘ejército excedente de trabajadores’ que buscan trabajo, funcionando junto con los desocupados ejerciendo fuertes presiones hacia abajo de los salarios".

Con este cuadro de la situación general del trabajo, la supuesta "desaparición del proletariado", se desenmascara como un embauque ideológico de la burguesía, una cobertura ideológica del aumento de las condiciones de superexplotación.

El aumento de la tasa de explotación, en su mayor parte de la plusvalía absoluta (como demuestra el aumento de la jornada laboral y de la intensificación del trabajo), y en menor medida de plusvalía relativa (debido a que la introducción de tecnología no ha sido uniforme ni generalizada), en lugar de permitir un aumento suficiente de la tasa de ganancia como para reimpulsar el ciclo, obtienen lo contrario, es decir, la agudización de las condiciones de crisis a nivel mundial. La recuperación parcial en Estados Unidos (con respecto a los 70 pero inferior a los niveles del boom) no alcanza a revertir esta tendencia, y por el contrario, podemos prever que seguramente reactuará sobre los mismos Estados Unidos.

También esto es observable empíricamente: "El incremento tan notable de la tasa de crecimiento de los beneficios netos empresariales que ocurrió durante la década de los años ‘80 no se tradujo en un aumento de la tasa de crecimiento anual de inversiones productivas y aumento del capital fijo" 60. De aquí, en parte, la "fuga a las finanzas" del capital ("La disminución en las inversiones productivas fue acompañada de un aumento en las inversiones financieras y de servicios, creándose un flujo de capital del sector productivo al sector financiero y de servicios. En todos los países de la OCDE hubo un aumento muy notable de las tasas de crecimiento de inversiones financieras a costa de las productivas"), el retiro de inversiones productivas, las reestructuraciones para "reducir costos", y por lo tanto, la reconfiguración del proletariado. Lo que presenciamos entonces, más que la desaparición del proletariado, es una transformación de éste que acompaña la descomposición creciente del capitalismo, su sobrevivencia cada vez más parasitaria.

NOTAS:

1. "Informe sobre el empleo en el mundo 1998-1999"- OIT. Según la definición de desempleo de la OIT, son personas que buscan trabajo y están disponibles pero que no pueden encontrarlo, es decir, excluye a las personas que han abandonado la búsqueda de un trabajo. La definición de subempleo según la OIT son trabajadores que no pueden trabajar a tiempo completo a pesar de estar dispuestos a hacerlo o estar recibiendo una remuneración por debajo del salario mínimo y vital.

2. Citado por Rifkin, J.: "El fin del trabajo".

3. "La innovación se ha convertido en la religión industrial del fin del siglo XX... alrededor del mundo, la retórica de la innovación ha reemplazado al lenguaje de la posguerra de la economía de bienestar. Es la nueva teología que unifica a la izquierda y a la derecha de la política". The Economist 20-02-99.

4. K. Marx, Capítulo VI inédito.

5. Una adaptación a la ideología burguesa, aunque más sofisticada es la de Toni Negri quien por ejemplo, afirma que: "La teoría del valor ha dejado de llenar su función racionalizadora en la economía política" - "Valor y Deseo"

6. K. Marx, "El Capital"- t. I cap. 5°

7. K. Marx, ídem.

8. "Si consideramos el proceso de producción desde dos puntos de vista diferentes, 1) como proceso de trabajo, 2) como proceso de valorización, ello implica que aquel es tan solo un proceso de trabajo único e indivisible. No se trabaja dos veces, una para crear un producto utilizable, un valor de uso, para transformar los medios de producción en productos; la otra para crear valor y plusvalía, para valorizar el valor". K. Marx, Capítulo VI inédito.

9. E. Mandel "El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx".

10. El concepto de trabajo, desde un punto de vista antropológico, general, puede describirse de la siguiente manera: "El hombre -o mejor dicho los hombres- llevan a cabo trabajo, es decir, crean y reproducen su existencia en la práctica diaria al respirar, buscar alimento, abrigo, amor, etc. Lo hacen actuando en la naturaleza, tomando de ella (y al cabo modificándola concientemente) para tal fin. Esta interacción entre el hombre y la naturaleza es y produce la evolución social. Por supuesto se observa progreso en la creciente emancipación del hombre con respecto a la naturaleza, y en su creciente dominio sobre esta. Tal emancipación (...) afecta no sólo a las fuerzas, sino también a las relaciones de producción". Eric Hobsbawm, Prólogo a "Formaciones económicas precapitalistas"

11. K. Marx, "El Capital", t. I cap. 5°.

12. Robert Castell, "La metamorfosis de la cuestión social".

13. K. Marx, "Grundrisse", t.. I cap. III

14. Por ejemplo Toni Negri que con su definición de "sociedad fábrica" afirma que ya no hay un sujeto productor de valor y plusvalor, los trabajadores.

15. "La característica estructural que define al proletariado en el análisis marxista del capitalismo es la obligación socioeconómica de vender su propia fuerza de trabajo. Así, pues, dentro del proletariado se incluyen no sólo los trabajadores industriales manuales, sino todos los asalariados improductivos que están sujetos a las mismas restricciones fundamentales: no propiedad de los medios de producción; falta de acceso directo a los medios de subsistencia (¡la tierra no es de ninguna manera libremente accesible!) sin la venta más o menos contínua de la fuerza de trabajo. Así, todos esos estratos cuyos niveles salariales permiten acumulación de capital, además de un nivel de vida ‘normal’ están excluídos del proletariado."- E. Mandel "Cien años de controversias en torno a El Capital de Marx"

16. K. Marx, "El Capital", t.III cap.XVII.

17. Anderse Consulting, "El nuevo orden tecnológico".

18. Este salto tecnológico es producto de un largo proceso: "según la clasificación recogida por Coriat los ordenadores solo introducen una tercera etapa en el proceso extremadamente parcial y limitado de la automatización. La primera fase en los años ‘50, consistió en añadir a las líneas de traslado en las plantas, máquinas herramientas de control numérico que automatizaban ciertas operaciones de montaje, muy repetitivas y estandarizadas. En una segunda etapa de la década del ‘60 se informatizaron ciertos procesos electronucleares y de reacciones fisicoquímicas. En estas industrias de proceso contínuo -especialmente la petroquímica o la refinación del petróleo- se lograron los principales ensayos de robotización. El salto hacia procesos discretos se ha planteado recién en la tercera etapa actual. Los ordenadores han permitido comenzar a realizar operaciones automáticas flexibles y diversificadas mediante sistemas integrados (CAD, CADAM, ICAM) (...) Lo específico de las últimas dos décadas es la utilización creciente de las variantes perfeccionadas del control numérico en las líneas de traslado, la reducción de los tiempos muertos, el diseño "administración y la programabilidad del proceso de producción"- Claudio Katz, "Tecnología y Trabajo en la economía contemporánea".

19. Rifkin, "El fin del trabajo".

20. Dato extraído del mismo libro de Rifkin

21. La fuerza productiva social del trabajo surge como síntesis de la cooperación entre una determinada cantidad de fuerzas de trabajo individuales; por tanto, la fuerza productiva social del trabajo es la fuerza productiva desarrollada por el obrero colectivo. Pero en tanto que surge por iniciativa del capital (que reúne a una cierta cantidad de obreros en un mismo proceso de trabajo), esa fuerza productiva aparece como fuerza productiva del capital. Un aumento de la fuerza productiva social del trabajo implica que, en un lapso de tiempo constante, una cantidad de trabajo también constante suministra un volumen mayor de productos. La fuerza productiva social del trabajo se distingue de la intensidad del trabajo, medida por la cantidad de trabajo gastado en una determinada cantidad de tiempo. Tomado de "El Capital", t I.

22. V. Navarro.

23. Robert Brenner, "The economics of global turbulent".

24. Lo mismo es cierto para el trabajo de oficina. Así, The Economist plantea: "¿ Conoceremos una oficina sin papel, en tanto y en cuanto las computadoras conviertan al papel en redundante?, ¿la oficina sin gente en la medida que oficinistas emprendedores decidan trabajar con las computadoras en sus casas? Hoy el bluff de las predicciones sobre el futuro del trabajo, no son más sólidas que aquellos famosos actos erróneos de hipnotismo del pasado. Más y más gente pasa más y más tiempo en las oficinas detrás de sus propios escritorios o detrás de los escritorios que hayan encontrado ese día. El escritorio compartido, la oficina de 24 horas. Todos saben que la oficina está cambiando. Pero cuán rápido, cuánto en importancia y para quién, no es tan obvio". (20-02-99).

25. Como dice Maurice Dobb en su libro clásico "Estudio sobre el desarrollo del Capitalismo": "Sería un error suponer que... las relaciones sociales fueran reflejo pasivo de los reflejos técnicos e ignorar hasta qué punto los cambios en estos ejercieron una influencia recíproca, a veces una influencia decisiva, sobre la forma que adquiere el desarrollo, son por supuesto, el caparazón en que el crecimiento tecnológico avanza... cualquier cambio en las circunstancias que facilitan la venta de esa crucial y productiva capacidad de trabajo modifique o no la relativa abundancia o escacez de trabajo o el grado en que los trabajadores se organizan y actúan de común acuerdo o pueden ejercer influencia política, tiene que afectar vitalmente a la prosperidad del sistema y en consecuencia al ímpetu de su movimiento, a las políticas sociales y económicas de los dirigentes de la industria e incluso a la naturaleza de la organización industrial y a la marcha de la técnica".

26. Manacorda, "El ordenador del capital".

27. K. Marx, "Grundrisse", citado por E. Mandel "La formación del pensamiento económico de Marx".

28. El proceso de acumulación capitalista es un proceso doble que a la vez que extiende la explotación del trabajo asalariado, única fuente de valorización, reduce la parte de trabajo necesario en relación al trabajo excedente (plusvalía relativa). Es un proceso doble, o mejor dicho una unidad contradictoria que al tiempo que absorbe obreros, también los expulsa. El proceso inherente a la producción capitalista, como consecuencia de la lógica de cada capitalista de maximizar sus ganancias, y por ende la presión constante a la innovación tecnológica, lleva a que el proceso de producción esté cada vez más determinado por el trabajo muerto economizando tiempo de trabajo (a costa del trabajo vivo), reduciendo el tiempo de trabajo necesario para la producción.

En el sistema de producción capitalista, el aumento de la productividad del trabajo, significa una disminución relativa del capital variable. En otras palabras, la nueva inversión emplea menos cantidad de trabajadores. Es así que la existencia del ejército industrial de reserva deviene del mismo desarrollo del proceso de acumulación capitalista. Este ejército industrial de reserva es utilizado por el capital para deprimir el valor de los salarios y por lo tanto el valor de la fuerza de trabajo ocupada. Su fluctuación depende del ritmo de la acumulación, que a su vez depende de la tasa de beneficio. Sin embargo, como hemos explicado en Estrategia Internacional n° 7, a lo largo del siglo XX el proceso de acumulación es permanentemente alterado por la acción de los monopolios, el desarrollo del capital financiero, la exportación de capitales (características del capitalismo en su fase imperialista), que va asociada a la intervención decisiva de factores extraeconómicos: con la acción de los Estados, no solo garantizando las condicciones generales para la reproducción, sino interviniendo decididamente en la economía tanto en forma directa (economía armamentista, rol del crédito, economía de endeudamiento) como indirecta (haciéndose cargo de la seguridad social, disminuyendo de esta manera la carga para cada capitalista de mantener y reproducir a la fuerza de trabajo); las guerras; y los avances o retrocesos de la lucha de clases.

29. Estrategia Internacional n° 7

30. La tasa de crecimiento es una medida de la tasa de acumulación. Como dice Mandel, "el capital es entonces, por definición, el valor que busca crecer, el plusvalor. Pero si el capital produce plusvalor, el plusvalor produce también capital adicional. En el capitalismo, el crecimiento económico aparece bajo la forma de acumulación de capital".

31. R. Brenner, idem.

32. Aunque como explicamos en Estrategia Internacional n° 10 este proceso de liquidación del stock de capital ha sido enlentecido por la acción directa de los estados, postergando de esta manera su liquidación y agravando la crisis de sobreacumulación.

33. E. Mandel "El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx".

34. B. Coriat, "El taller y el robot".

35. Al mismo tiempo Coriat no descarta una variante más "benigna" de estos avances organizacionales y tecnológicos pero no como producto de la abolición de la dictadura del capital, sino, como buen regulacionista, en el marco de un nuevo compromiso entre el capital y el trabajo.

36. K. Marx, "El Capital" t. I cap. XIII.

37. P. Manacorda, "El ordenador del capital".Ver nota al pie n°19. Datos de A. Maddison "Dynamic forces in capitalism development", Oxford 1991.

38. Ver nota al pie página 19.

39. Datos de A. Maddison "Dynamic Forces in Capitalism Development", Oxford 1991.

40. V. Navarro. Idem.

41. Callaghan y Hartmann, "Contingent work: a chart book of part time and temporary employment"- Washington DC: Economic Policy Institute, 1991.

42. Aunque este proceso fue utilizado en gran medida por el conjunto de las principales empresaas transnacionales, esto no implica avalar la tesis presentada por muchos sectores proteccionistas, muchos de ellos de la burocracia de los sindicatos que responsabilizan a la, por ellos llamada "globalización" de la pérdida de empleos. Lo que va contra esto es que la mayor parte de la inversión de estas firmas no es hacia los países de bajos salarios, sino que es entre los principales países imperialistas. Mientras ha habido un movimiento sustancial de industrias de relativa baja calificación como textiles baratos, zapatillas, vestimenta, productos básicos de la vivienda (aquellos que se venden por U$S 2) a los países de bajos salarios, la producción de textiles y zapatillas de calidad, los productos de línea blanca, motores, aviones, máquinas-herramienta, se concentran en los países centrales, incluso en los últimos años ha habido un retorno de ciertos productos electrónicos. Digamos de paso que otra evidencia contra esta tesis es que la caída del empleo no solo ha afectado a los sectores sujetos a la presión de la importación sino a algunas ramas donde esta presión es casi inexistente, como la construcción, los portuarios, el servicio civil, el correo y las telefónicas, las imprentas de periódicos, etc. Como hemos demostrado a lo largo de este artículo, es la crisis de acumulación del capital y no las importaciones o los movimientos del capital a a los países de bajos salarios los responsables de la alta desocupación en los países centrales.

43. Ver Estrategia Internacional n° 9.

44. "La nueva división internacional del trabajo"- Editorial Siglo XXI.

45. Citado en The Economist, 27-02-99.

46. "Chile. Crecimiento, empleo y el desafío de la justicia social"- OIT.

47. A. Gorz, "Miserias del presente, riqueza de lo posible".

48. Si bien existe una polémica alrededor de la categoría de alienación, lo seguro es que Marx en sus primeros trabajos como los Manuscritos económico filosófico de 1844, que tanto gusta citar Gorz, no se refería a la necesidad de que los trabajadores realizaran lo que se llama una "obra", sino que se trataba más bien de una denuncia al régimen de producción capitalista, a la fijación del obrero a una actividad, a su transformación en un mero apéndice de la máquina, en síntesis, a la deshumanización del individuo en la sociedad capitalista, oponiéndole la posibilidad, en un régimen social superior, de que un mismo individuo se dedicara a la creación artística, a la producción intelectual, al ocio creativo, al trabajo mismo inclusive, etc.

49. La "confusión" de Gorz, más que una confusión es una desilusión con la búsqueda del sujeto social revolucionario. Es que para Gorz, la "liberación del trabajo" es entendida como control por parte del trabajador del proceso de trabajo como forma de superar la alienación. Es así que el "paradigma" de Gorz es el trabajo artesanal, en una concepción típicamente anarquista. Su desilusión actual es que, los nuevos trabajadores al no realizar ningún trabajo "material", "tangible" , están totalmente alienados del control del trabajo que realizan. Lo que Gorz no ve, es que la alienación específica del modo de producción capitalista es la apropiación del producto del trabajo ajeno por el capital, que caracteriza a todo tipo de trabajo, ya sea al productos de bienes "materiales" o "inmateriales".

50. K. Marx, capítulo VI inédito. Esta característica del proceso de producción capitalista tiende a homogeneizar objetivamente al conjunto de los sectores del taller, incluso hasta los considerados hasta ayer como técnicos o profesionales separados del trabajador manual directo. Sobre esta realidad se basó Gramsci en su momento para organizar a los ingenieros alrededor de los Consejos obreros de las fábricas de Turín como puede verse en su periódico L’Ordine Nuovo.

51. Manacorda, "El ordenador del capital".

52. A parte de que como trabajo intelectual su valor depende del tiempo de formación acumulado, lo que Marx llama trabajo complejo.

53. V. Navarro, "Neoliberalismo y Estado de Bienestar".

54. Juliet B. Schor, "La excesiva jornada laboral en Estados Unidos", Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de España.

55. Datos extraídos de las siguientes fuentes: Navarro op. cit., Brenner, Rifkin, OIT

56. V. Navarro, idem.

57. Idem.

58. E. Mandel en "Marx y el porvenir del trabajo humano" describe la importancia de la seguridad social, es decir, de los salarios indirectos de los trabajadores: "Mediante una larga lucha histórica, la clase obrera de Europa Occidental, Australia, Canadá (y en menor medida Estados Unidos y Japón) había arrancado al capital este cimiento fundamental de la solidaridad de clase, es decir, que los salarios no deben únicamente cubrir los costes de reproducción de la fuerza de trabajo de quienes están efectivamente empleados, sino los costes de reproducción del proletariado en su totalidad, por lo menos a escala nacional, es decir, también el mantenimiento de los parados, de los enfermos, de las personas de edad avanzada, de los trabajadores/ras inválidos y de sus hijos, a un mínimo vital superior al ‘límite de pobreza’ oficialmente reconocido. Esta es la significación histórica de las cotizaciones a la Seguridad Social".

59. Morehouse, Ward and David Dembo, "The underbelly of the US economy: joblessness and pauperisation of work in America".

60. Idem.

 

"Las transformaciones del trabajo y la centralidad de la clase obrera"

1. La definición de la clase obrera

La rápida reacción, el temor y el odio de clase de la burguesía en cualquier país del mundo ante una lucha obrera buscando aplastarla o contenerla, contrasta con los análisis sobre la desaparición del proletariado o el fin de la centralidad proletaria de sus intelectuales e ideólogos. Este contraste no es casual, sino que resulta de la combinación del triunfalismo burgués, de la sobreproducción de ideología burguesa, de las derrotas infligidas al proletariado y de la crisis del marxismo como ideología y como movimiento social revolucionario del proletariado.

Ya hemos contestado en la primera parte de este trabajo, las teorías más vulgares que anuncian el "requiem" de la clase obrera como consecuencia del "fin del trabajo" desde un "catastrofismo tecnológico". Desde otro ángulo, estas afirmaciones también son repetidas por intelectuales que forman parte del "progresismo" o la "izquierda radical". Así André Gorz capitulando frente a la racionalidad económica capitalista y planteando una combinación utópica de ésta con la búsqueda individual de "fines no económicos, pos económicos susceptibles de dar sentido y valor a la economía de trabajo y de tiempo", según sus propias palabras, renuncia al análisis de clase y por ende a la lucha de clases y su conclusión lógica la dictadura del proletariado, liquidando la misión histórica de la clase obrera de derribar al capitalismo. Así sostiene que: "La condición del hombre pos-marxista es que el sentido que Marx leía en el desarrollo histórico sigue siendo para nosotros el único sentido que el desarrollo puede tener, pero que tenemos que perseguir este sentido independientemente de la existencia de una clase social capaz de hacerlo realidad. Dicho de otra manera, los únicos fines no económicos, pos-económicos, susceptibles de dar sentido y valor a las economías de trabajo y de tiempo, son fines que los individuos tienen que encontrar en sí mismos"1. Por su parte, Toni Negri afirma que: "la clase obrera pierde su centralidad para transformarse en sujeto social de producción, para identificarse con todo el trabajo", y también que "el trabajo se aleja aún más de la fábrica, no la considera ya como lugar específico de consolidación de la actividad laboral y de su transformación en valor. El trabajo abandona la fábrica para hallar en lo social el lugar adecuado a las funciones de consolidación y de transformación de la actividad laboral en valor"2. Si para Gorz hay que abandonar toda idea de misión histórica asociada a una clase, Negri, invirtiendo la mayor subsunción formal y real del capital en su contrario, un mayor poder del trabajo, disuelve el rol de la clase obrera en el conjunto de lo social, liquidando el poder de la clase obrera que deviene de su ubicación central en el modo de producción capitalista y su enorme concentración tanto alrededor de grandes fábricas y/o en grandes ciudades. Así para Negri juega el mismo rol político un desocupado que un obrero fabril o un trabajador bancario o de una aerolínea, que con su acción pueden detener el conjunto de la producción capitalista. El corolario de esta operación es su afirmación de que "el comunismo ya está realizado" al identificarse todo lo social con el trabajo, liquidando de esta manera el rol específico de la clase obrera y la necesidad de su lucha por la dictadura del proletariado.

Tanta alharaca vulgar y anti-marxista nos obliga a volver a las definiciones sobre la clase obrera así como a su rol histórico que deviene de la ubicación central que tiene en la sociedad capitalista. Así es que entendemos por clase obrera a la definición ya dada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista cuando plantean que: "Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir".3

Engels describió el surgimiento de este proletariado por las "nuevas tecnologías" de la época: "La historia de la clase obrera inglesa comienza en la última mitad del siglo pasado, con el descubrimiento de la máquina a vapor y de las máquinas para la elaboración de algodón".4 Pero el proceso de constitución del proletariado en clase tiene que ver con las condiciones del régimen de producción capitalista, con la expropiación de los medios de producción de los propietarios por los "grandes capitales".5 Es por esto que la centralidad del proletariado en la sociedad capitalista reside en el solo hecho de que es la única clase productora de valor y plusvalor, fin exclusivo de la producción capitalista. Su carácter revolucionario como clase está dado porque potencialmente puede detener la producción de valor y plusvalor, de "acrecentar el capital": "El proletariado es revolucionario frente a la burguesía porque, surgido del campo de la gran industria, tiende a suprimir el carácter capitalista de la producción, que la burguesía trata de perpetuar".6 Esto no niega que otras clases puedan tener un potencial revolucionario anticapitalista como por ejemplo el campesinado en los países semicoloniales. Pero a diferencia de la clase obrera, esta potencialidad más bien es negativa, ya que por su dispersión geográfica, su heterogeneidad de intereses y su ubicación en el régimen de producción, le impide tener una posición independiente y aunque sufre la opresión capitalista, no puede ofrecer un régimen social superior, tendiendo en los momentos revolucionarios a dividirse entre la burguesía o el proletariado.

Esta definición de la clase obrera y de su potencialidad revolucionaria, nada tiene que ver con las formas que asume el proletariado a lo largo de su historia, formas que, igualmente, tienen que ver con el proceso de acumulación del capital y la configuración de las clases que determina: "En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital".7

Desde acá podremos comprender, tanto históricamente como en la actualidad, las transformaciones que se han producido en la clase obrera, que tienen que ver con el desarrollo histórico de la acumulación capitalista, proceso que ha devenido del capitalismo de libre competencia del siglo XIX al capitalismo imperialista del siglo XX, período que se caracteriza por las negaciones parciales a la ley del valor, debido a factores económicos (el surgimiento de los monopolios, el capital financiero, etc), y a la irrupción violenta de factores extra-económicos como la acción de los Estados, y sobre todo, de los vaivenes del proceso de revolución y contrarrevolución, enfrentamiento que es la característica central de todo el siglo XX y cuyos resultados inciden cualitativamente en el carácter y la extensión del proceso de acumulación.

2. Del obrero "miserable" del siglo XIX a las luchas y primeras conquistas de la Segunda Internacional

Tanto en los trabajos de Marx y Engels como "La situación de la clase obrera en Inglaterra" o el tomo I del mismo "El Capital", así como también en obras de la literatura universal, como en las de Victor Hugo o de Charles Dickens, se da cuenta de la situación miserable de la naciente clase obrera moderna en las primeras décadas del siglo XIX asociada a los comienzos del desarrollo de la gran industria. Lo nuevo de esta indigencia era que ésta era un resultado directo del avance de la industrialización capitalista. El mismo Luis Bonaparte, surgido de la reacción tras la derrota de la revolución de 1848 en Francia, en su "Extinción del pauperismo" escribió: "La industria, esa fuente de riqueza, no tiene hoy en día regla, ni organización, ni objetivo. Es una máquina que funciona sin regulador; poco le importa la fuerza motriz que emplea. Moliendo por igual entre sus engranajes a los hombres y la materia, despuebla el campo, aglomera a la población en espacio sin aire, debilita tanto el espíritu como el cuerpo y después arroja a la calle, cuando ya no sabe qué hacer con ellos, a los hombres que para enriquecerla sacrificaron su fuerza, su juventud, su existencia. Verdadero Saturno del trabajo, la industria devora sus hijos y no vive más que de la muerte de ellos"8. La precariedad del trabajo, la ausencia de calificación, la alternancia del empleo y el desempleo, caracterizan la condición general de la clase obrera naciente9. Otros autores han señalado la enorme transformación que significó en sus costumbres para las poblaciones recientemente proletarizadas, el desarrollo de la industrialización capitalista: "La industria moderna ha introducido en la condición de las clases laboriosas un cambio que tiene la importancia de una innovación terrible: ha reemplazado el trabajo en familia por el trabajo en la fábrica; ha interrumpido bruscamente el silencio y la paz de la vida doméstica, para reemplazarlo por la agitación y el ruido de la vida en común. No se previó ninguna transición, y las generaciones educadas para la existencia tranquila de la familia han sido arrojada sin preparación a los talleres; hombres, mujeres y niños fueron amontonados por millares en vastas manufacturas donde deben trabajar lado a lado y ruidosamente catorce o quince horas por día".

Estas enormes condiciones de superexplotación, el enorme desarrollo alcanzado por la producción capitalista con la fábrica moderna, no sólo dará lugar a un proletariado paupérrimo, cuya existencia irá dando lugar a un odio y una conciencia de clase que se expresará cada vez en forma más independiente, como una clase aparte de la sociedad, a través de huelgas, rebeliones, insurrecciones. La peligrosidad del mismo fue retratada y temida desde sus inicios por la burguesía para la cual era bastante común a lo largo del siglo XIX asociar "clases laboriosas- clases peligrosas". La burguesía va tomando cuenta del antagonismo de clase de su sepulturero a través de un lenguaje que expresaba una muestra de desprecio y miedo frente al mismo, como muestra el siguiente texto, publicado en el "Journal des Debates", al día siguiente de la rebelión de los tejedores lioneses de 1831: "Cada habitante vive en su fábrica como los plantadores de las colonias en medio de sus esclavos; la sedición de Lyon es una especie de insurrección de Santo Domingo ... Los bárbaros que amenazan a la sociedad no están en el Cáucaso ni en la estepas tártaras. Están en los arrabales de nuestras ciudades manufactureras ... Es preciso que la clase media conozca bien el estado de cosas; es preciso que conozca su posición"10. Como vemos, la lucha de clases en el capitalismo no surgió como un invento de los socialistas, sino que fue una expresión de los crecientes antagonismos de clase entre la burguesía y el proletariado. Contra estas condiciones miserables de existencia, se fue forjando la organización y el programa de la clase obrera, primero con la formación de la Asociación Internacional de Trabajadores, y luego de la Segunda Internacional que retomaría entre sus banderas la de la jornada de 8 horas, que se transformó en una reivindicación de la clase obrera mundial11. Como consecuencia de grandes luchas obreras se obtuvo cierto reformismo social, que se expresó en determinada protección contra las inseguridades de la condición obrera frente al desempleo, los accidentes de trabajo y la vejez, aunque estas conquistas se aplicaron en forma desigual tanto en magnitud como en el tiempo, en las principales potencias imperialistas de la época. Por ejemplo, la primer ley de accidentes de trabajo en Francia es de 1898, y la ley de retiro obrero y campesino data de 1910 aunque su aplicación incluía a un porcentaje muy reducido de los asalariados. En cambio en Alemania hacía ya un cuarto de siglo que contaban con un sistema de seguros que cubría a la mayoría de los trabajadores contra los riesgos de la enfermedad, los accidentes y la vejez. En Inglaterra ya en el siglo XIX tenían un seguro del desempleo, que tuvo que esperar hasta 1958 para ser impuesto en Francia.

3. El imperialismo y el comienzo de diferenciación de la clase obrera: el surgimiento de la aristocracia obrera

El desarrollo de un período largo de expansión capitalista en las últimas décadas del siglo XIX y su extensión a lo largo del mundo colonial, acompañado de la centralización y concentración del capital que dará origen al desarrollo de los monopolios y a la fusión del capital bancario y el industrial en el capital financiero, provocaron cambios en el sistema de producción capitalista que hicieron surgir al imperialismo.

Si el proletariado paupérrimo es la imagen de la clase obrera en el siglo XIX, en los albores de la industrialización, el surgimiento del imperialismo dará lugar a un proceso de diferenciación en la clase obrera de los países centrales: el surgimiento de una capa privilegiada que se alimenta de las migajas de la expansión imperialista: la aristocracia obrera. Este proceso fue adelantado en Inglaterra en el siglo XIX desde 1850 en adelante. Ya Engels en 1858 escribía, "el proletariado inglés se está aburguesando cada vez más, de modo que esta nación, la más burguesa de todas las naciones aspira aparentemente a llegar a tener una aristocracia burguesa y un proletariado burgués además de una burguesía. Para una nación que explota al mundo entero esto es, naturalmente, hasta cierto punto justificable. Lo único que podría remediar algo aquí serían algunos años muy malos, y desde los descubrimientos auríferos no parece fácil que vengan"12.

La aristocracia obrera y las definiciones de Lenin

Lenin caracterizó extensamente a este fenómeno, en su pelea contra el oportunismo de la Segunda Internacional. Debido a la importancia política que estas definiciones tienen, trataremos de desarrollar y extendernos sobre este aspecto, ya que a menudo ha sido distorsionado tanto por enfoques sociológicos como por razones políticas.

a) Su origen y bases materiales.

Las primeras definiciones de aristocracia obrera son de Marx y Engels estudiando a la clase obrera inglesa, como lo planteado más arriba. Es decir, es en primer lugar un fenómeno de los países prósperos como Inglaterra en la época del capitalismo de libre competencia, el país monopólico por excelencia y colonialista. Sin embargo, si estrictamente su origen es anterior a la época imperialista su desarrollo cobra un carácter estructural no sólo en las naciones más prósperas, sino en el conjunto de las potencias imperialistas, debido a la exportación de capitales y su dominio del mundo colonial y semicolonial. Como dice Lenin: "La obtención de elevadas ganancias monopolistas por los capitalistas de una de las numerosas ramas de la industria, de uno de los países, etc, da a los mismos la posibilidad económica de corromper a ciertos sectores obreros y, temporalmente, a una minoría bastante considerable de los mismos, poniéndolos de parte de la burguesía de una determinada rama industrial o de un determinado país contra todos los demás. El antagonismo cada día más intenso de las naciones imperialistas, provocado por el reparto del mundo, refuerza esta tendencia"13. Y en otro trabajo: "...Tomemos por ejemplo, la posesión de colonias y la expansión de los dominios coloniales. Estos eran, indudablemente, algunos de los rasgos distintivos de la época descrita y de la mayor parte de los grandes Estados ¿qué significó esto desde el punto de vista económico? Una cantidad de superbeneficios y de privilegios especiales para la burguesía, y también, como es indudable, la posibilidad -primero para una reducida minoría de pequeños burgueses, y después para los empleados mejor ubicados, los funcionarios del movimiento obrero, etc. -de recibir unas migajas de estos ‘pedazos de pastel’. Es un hecho incuestionable, reconocido y señalado ya por Marx y Engels, que una minoría insignificante de la clase obrera, de Inglaterra, por ejemplo, ha "hecho uso" de las migajas de las ganancias coloniales y de los privilegios. Mas lo que en su momento fue un fenómeno exclusivamente inglés, se ha generalizado en todos los grandes países capitalistas de Europa, a medida que éstos se transformaban en poseedores de colonias en vasta proporción y, en general, a medida que se desarrollaba y crecía el período imperialista del capitalismo".

"En una palabra, la ‘idea universal del desarrollo gradual’ ... engendró una orientación oportunista, que se apoya en cierta capa social que pertenece a la democracia actual y que está vinculada a la burguesía de su ‘color’ nacional por múltiples lazos de intereses económicos plenamente consciente y sistemáticamente hostil a toda idea sobre la ‘alteración en el desarrollo gradual’ " 14. Como muestran estas dos citas, la política del capital es hacer participar de las migajas de los enormes beneficios que obtiene a un sector reducido del movimiento obrero que se divide así de su clase, para adoptar una perspectiva burguesa. "...La época del imperialismo es aquella en la cual el mundo es repartido entre las "grandes" naciones privilegiadas que oprimen a todas las demás. Las migajas del botín obtenido como resultado de estos privilegios y esta opresión van a parar, sin duda alguna, a ciertas capas de la pequeña burguesía y de la aristocracia de la clase obrera, así como de su burocracia. Estas capas, que constituyen una ínfima minoría del proletariado y de las masas trabajadoras, tienden hacia el "struvismo", porque éste les permite justificar su alianza con "su" burguesía nacional, contra las masas oprimidas de todas las naciones"15.

b) Su orientación política

En política se expresa como oportunismo: defensa de los intereses de ‘su’ nación burguesa, junto a ‘su’ burguesía. "El oportunismo significa sacrificar los intereses vitales de las masas por los intereses temporarios de una insignificante minoría de obreros o, dicho en otros términos, la alianza de una parte de los obreros y la burguesía contra la masa del proletariado... El oportunismo es producto de las peculiaridades de la época de desarrollo del capitalismo que abarca décadas, cuando la existencia relativamente pacífica y culta "aburguesó" a una capa de obreros privilegiados, le proporcionó migajas de los beneficios de su capital, del capital nacional, y la mantuvo al margen de las calamidades, los sufrimientos y la disposición revolucionaria de la masa empobrecida y miserable".

"En primer lugar, la base económica del chovinismo y el oportunismo en el movimiento obrero es la misma: la alianza de las poco numerosas capas superiores del proletariado y de la pequeña burguesía -que aprovechan las migajas de los privilegios de "su" capital nacional- contra la masa de proletarios, la masa de trabajadores y de oprimidos en general"16. El conservadurismo político que compromete a esta minoría considerable de la clase obrera la convierte en "un activo accionista de sus empresas imperialistas, de sus planes y programas, tanto dentro del país como en el plano mundial" (León Trotsky), de ahí que el socialreformismo se convierte en socialimperialismo. No debemos olvidar que fue precisamente la traición de la socialdemocracia, al votar los créditos de guerra, medida que justificó como defensa de la clase obrera y sus conquistas de cada país, la responsable de haber llevado a la humanidad a la primera carnicería imperialista. ... "Hay que estar ciego para no ver que la influencia burguesa y pequeño burguesa sobre el proletariado fue la causa básica y principal, fundamental, de la deshonra y de la bancarrota de la II Internacional en 1914"17.

c) La influencia de esta capa sobre el conjunto de la clase obrera.

La aristocracia obrera actúa como desorganizadora de las filas proletarias, impidiendo su independencia de clase. Como dijo Lenin: "...Las decenas de miles de dirigentes, funcionarios y obreros privilegiados corrompidos por el legalismo, desorganizan al ejército de millones de hombres del proletariado socialdemócrata"18. "...Los obreros industriales no pueden cumplir su misión histórica de emancipar a la humanidad del yugo del capital y de las guerras, si se encierran en sus estrechos intereses corporativos o gremiales y se limitan diligentemente a mejorar su propia situación. Esto es precisamente lo que ocurre a la "aristocracia obrera" de muchos países avanzados, que constituye la base de los partidos pseudosocialistas de la II Internacional..."19. Debido a los privilegios materiales que defienden y a su carácter conservador, se hacen hostiles al comunismo. "Antes de la guerra se calculaba que los tres países más ricos, Inglaterra, Francia y Alemania, solamente por exportación de capital, sin contar otras fuentes, obtenían de 8 a 10 mil millones de francos por año".

"Se comprende que de esta bonita suma se pueden destinar digamos, quinientos millones, para distribuirlos como lismosna entre los líderes obreros, la aristocracia obrera, es decir, en diversas formas de soborno. En efecto, todo se reduce al soborno. Se practica en mil formas diferentes: elevando la cultura en los centros más importantes, fundando institutos de enseñanza, creando miles de empleos para los dirigentes de las cooperativas, de los sindicatos, para los líderes parlamentarios. Esto se hace en todas partes donde existen relaciones capitalistas civilizadas modernas. Los miles de millones de superbeneficio constituyen la base económica del oportunismo dentro del movimiento obrero. En Norteamérica, en Inglaterra, en Francia, asistimos a una resistencia mucho mayor de los líderes oportunistas, de la capa superior de la clase obrera, la aristocracia obrera: oponen una resistencia más grande al movimiento comunista. Y por eso debemos saber de antemano que la liberación de los partidos obreros europeos y americanos de este mal se operará con más dificultad que entre nosotros. Sabemos que desde la fundación de la III Internacional se lograron enormes éxitos en la cura de esta enfermedad, pero aún no hemos llegado a culminar la obra. La labor de depurar los partidos obreros, los partidos revolucionarios del proletariado de todo el mundo, de la influencia burguesa y de los oportunistas en su propio medio, está lejos de haber finalizado"20.

d) Los agrupamientos de obreros que abarca y el carácter temporal

Es un fenómeno parcial. Todo el tiempo Lenin enfatiza el carácter de minoría privilegiada de la clase obrera. "... el oportunismo expresa la política burguesa en el movimiento obrero, expresa los intereses de la pequeño burguesía y de la alianza de una ínfima parte de los obreros aburguesados con "su" burguesía, contra los intereses de las masas de los proletarios, de las masas de los oprimidos"21.

"La base económica del oportunismo y del socialchovinismo es una y la misma: los intereses de una capa ínfima de obreros privilegiados y de la pequeña burguesía, que defienden su situación de privilegio y su "derecho" a las migajas de los beneficios que obtiene "su" burguesía nacional del saqueo de naciones ajenas, de las ventajas que da a aquélla su situación de gran potencia, etc." Lenin en su comentario al libro de Engels "La situación de la clase obrera en Inglaterra", escribió que:

"Una pequeña minoría privilegiada y protegida (de la clase obrera) fue la única que obtuvo ‘ventajas duraderas’ en 1848-68, mientras que ‘la gran masa, en el mejor de los casos, sólo gozó de mejoras momentáneas’ 22. A su vez, explica las razones de que en Inglaterra esta capa sea más grande que en el resto de los países, pero aún en este caso remarca que sigue siendo una minoría de la clase: "...Los camaradas recalcan que la aristocracia obrera es más fuerte en Inglaterra que en cualquier otro país. Es cierto, en efecto. Es que esta aristocracia tiene un pasado, no ya de décadas, sino de siglos. Allí, la burguesía, que ha tenido mucha más experiencia - experiencia democrática - supo sobornar a los obreros y formar entre ellos una gran capa, más grande en Inglaterra que en otros países, pero no tan grande, comparándola con las amplias masas obreras. Dicha capa está impregnada de prejuicios burgueses y realiza una política definidamente burguesa y reformista"23.

Por otro lado, aunque abarca a funcionarios de los sindicatos, pequeñoburgueses arribistas, es un fenómeno de sectores calificados de la clase obrera. "...Los acontecimientos actuales han mostrado, a propósito, que estaban maduras las condiciones objetivas de una guerra imperialista, por un lado, y que, por el otro, las décadas de la llamada época pacífica acumularon en todos los países de Europa una gran cantidad de estiercol, pequeño burgueses, oportunistas, dentro de los partidos socialistas. Han pasado cerca ya de 15 años desde los tiempos de la famosa "bernsteiniada" en Alemania, y en muchos países inclusive más, y desde entonces el problema del elemento oportunista, extraño en los partidos proletarios pasó a la orden del día... Es indudable que este elemento social ha crecido con especial rapidez en los últimos años: son los funcionarios de sindicatos obreros legales, parlamentarios y otros intelectuales que se han adaptado fácil y tranquilamente al movimiento legal de masas; ciertas capas de obreros mejor retribuidos..."24.

"... los obreros no calificados, esa masa de proletarios británicos que están con tanta frecuencia aislados de los obreros avanzados por el maldito espíritu pequeño burgués liberal y aristocrático del obrero calificado (skilled) inglés"25. "...a mediados del siglo XIX Inglaterra ejercía un monopolio casi total sobre el mercado mundial. Gracias a ese monopolio, las ganancias del capital inglés eran fabulosas, se podía repartir pues, algunas migajas de esas ganancias a la aristocracia obrera, a los obreros fabriles calificados"26.

Y es también un fenómeno transitorio, porque tiene que ver en primer lugar con la posición económica y las ventajas materiales, que hacen más soportable la situación para un sector de la clase obrera. Por ejemplo, la clase obrera inglesa, debido al rol mundial dominante de Inglaterra durante el siglo XIX, estuvo moldeada por la aristocracia obrera, como señalaron Engels y Lenin. La decadencia del imperialismo inglés luego de la Primera Guerra Mundial, erosionando las bases materiales que permitían "sobornar" a las capas superiores de la clase obrera, llevó a un gran ascenso que incluyó el movimiento de los shopstewards (delegados de fábrica) y más tarde a la gran huelga general de 1926.

Es que como definía categóricamente Lenin, el peso de la aristocracia obrera tiene un carácter temporal estrechamente dependiente de la situación económica y política de la sociedad burguesa. Por eso, para Lenin: "Naturalmente, no puede tratarse más que de un fenómeno pasajero, pero aún así es preciso darse clara cuenta del mal y comprender sus causas, para poder agrupar a los proletarios de todos los países en la lucha contra el oportunismo. Y esta lucha habrá de conducir inevitablemente al triunfo, pues las naciones "privilegiadas" representan una parte cada vez menor en el conjunto de los países capitalistas"27. En otro texto, Lenin plantea: "La principal causa histórica que determina el particular relieve y la fuerza (transitoria) de la política obrera burguesa en Inglaterra y en Norteamérica es la prolongada utilización de la libertad política y las condiciones sumamente favorables en comparación con otros países, de desarrollo del capitalismo en amplitud y en profundidad. En virtud de esas condiciones se formó en la clase obrera una aristocracia que sigue a la burguesía, traicionando a su clase"28.

En conclusión, todos estos elementos combinados, (y no cada uno tomado aisladamente), permiten caracterizar el proceso de diferenciación interna del movimiento obrero en la época imperialista, y el desarrollo de una capa privilegiada del mismo, la aristocracia obrera. Como surge claro de estas citas, se trata de un fenómeno económico, social y político, posibilitado por las superganancias de la explotación imperialista. En este sentido, se trata de un fenómeno estructural de la época imperialista. Pero que sea estructural, no significa, como hemos visto, que sea suprahistórico, y como define Lenin, se trata de "un fenómeno pasajero" cuya solidez depende de los vaivenes de la acumulación capitalista y al desarrollo de la lucha de clases.

La diferencia de la aristocracia obrera de los países semicoloniales y los países imperialistas

La realidad es diferente en los países semicoloniales. Todo intento de trasladar mecánicamente las definiciones de Lenin a la realidad de países oprimidos y dependientes del imperialismo, corre el riesgo de separar artificialmente a los sectores más concentrados del proletariado del conjunto de la clase obrera. Ya Lenin analizando las bases del oportunismo en Rusia, país que caracterizaba como intermedio entre los países imperialistas centrales y la India como ejemplo de país colonial, decía que: "La situación general en nuestro país no favorece que el oportunismo "socialista" se propague entre las masas obreras. Hay en Rusia muchos matices de oportunismo y reformismo entre los intelectuales, en la pequeña burguesía, etc. Pero representa una ínfima minoría en las capas de obreros políticamente activos. La capa de obreros y empleados privilegiados es entre nosotros muy débil..."29. Y en otro trabajo comparaba cuánto más sólida esta capa privilegiada era en Occidente: "En países más adelantados que Rusia se manifestó, y tenía que manifestarse, inevitablemente, en medida mucho mayor que en nuestro país, un cierto espíritu reaccionario en los sindicatos... Los mencheviques de Occidente se han "instalado" mucho más sólidamente en los sindicatos; ha surgido allí, con mucha más fuerza que en nuestro país, una capa de "aristocracia obrera" cerrada, mezquina, egoísta, insensible, codiciosa y pequeño burguesa, con mentalidad imperialista y corrompida por el imperialismo. Esto es indiscutible. La lucha contra los Gompers, contra los señores Jouhaux, Henderson, Merrheim, Legien y Cía. En Europa occidental, es mucho más difícil la lucha contra nuestros mencheviques, que representan un tipo social y político completamente homogéneo"30.

Pero es a Trotsky a quien debemos, debido a su forzoso exilio en México, la mejor caracterización de lo que él llama una "especie de aristocracia obrera" de los países coloniales y semicoloniales diferenciándola de la aristocracia obrera con mayúscula de los países imperialistas. En el "Manifiesto sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria", Trotsky plantea cómo "las migajas que caen de los superbeneficios han permitido al imperialismo crear una especie de aristocracia obrera indígena en los países coloniales y semicoloniales. Insignificante si se la compara con su modelo de los centros de las metrópolis, emerge sin embargo en el contexto de pobreza general y mantiene sólidamente su control sobre sus privilegios". En los "Sindicatos en la era de la decadencia imperialista", Trotsky señala la función política de este sector como base de la burocratización de los sindicatos y su subordinación al estado burgués: "Los países coloniales y semicoloniales no están bajo el dominio de un capitalismo nativo sino bajo el dominio de un capitalismo extranjero ... Como el capitalismo imperialista crea en las colonias y semicolonias un estrato de aristócratas y burócratas obreros, estos necesitan del apoyo de gobiernos coloniales y semicoloniales, que juegan el rol de protectores, de patrocinantes y a veces de árbitros. Esta es las base social más importante del carácter bonapartista y semibonapartista de los gobiernos de las colonias y de los países atrasados en general. Esta es también la base de la dependencia de los sindicatos reformistas respecto al Estado"31.

En síntesis, si en los países imperialistas, como hemos visto más arriba, Lenin siempre remarca que se trata de una "minoría de la clase obrera", en los países semicoloniales esta minoría es mucho menos sólida y depende en forma mucho más directa del sostén del Estado (de ahí su carácter más bonapartista), a diferencia de los países imperialistas, donde los superbeneficios permiten regímenes democrático burgueses más estables y cierta dosis de "reformismo social". Estas definiciones son importantes para evitar todo mecanicismo en el análisis del movimiento obrero en los países semicoloniales. Por ejemplo, en Brasil en los ‘70 se dio esta discusión entre los intelectuales. Ellos estudiaban a los obreros del ABC paulista. Algunos sostenían que eran aristocracia obrera y analizaban su permeabilidad al reformismo por ser los sectores más calificados y concentrados de la clase obrera. Si bien en estos años Brasil era una semicolonia exportadora y relativamente rica, su carácter dependiente se expresaba, entre otras cosas, en que también era y es el país con peor distribución de la renta en el mundo. Por otro lado lo que desató el ascenso fue una combinación de la opresión de la dictadura militar y el achatamiento salarial, que había reducido enormemente los salarios en el ABC. Las estadísticas de la época muestran que no había grandes diferencias salariales en el conjunto de la clase obrera. No hubo en Brasil, aún durante el llamado "milagro" una base económica amplia para una aristocracia obrera sólida. Esa "especie de aristocracia obrera", aunque insignificante en términos numéricos, fue importante en términos políticos, cuya expresión fue la burocracia sindical "auténtica", encabezada por Lula, que imbuía a la clase obrera nueva, joven, "inculta", venida del campo y sin tradición, del oportunismo y el reformismo. Otro ejemplo de esta discusión, fueron en Argentina las tesis del PRT de Santucho en los ‘60, sobre el "aburguesamiento" del proletariado, poco antes del cordobazo que, sobre esta base, descalificaba a la clase obrera como sujeto de la revolución.

La época de "crisis, guerras y revoluciones" y los dos polos del movimiento obrero

Pero lo que caracteriza las tendencias básicas de la clase obrera mundial a lo largo del siglo XX, que hemos definido como el siglo de la decadencia capitalista signado por el enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución, es que mientras el conservadurismo político de la aristocracia obrera es uno de los polos de la situación, se desarrolla como otra tendencia opuesta el polo revolucionario. Así a mediados de los ‘20, Trotsky decía que el polo revolucionario estaba en Rusia y el otro, el polo conciliador, estaba en los Estados Unidos. Y con respecto a este último hacía una comparación histórica con el sindicalismo inglés de la época de preguerra, en su momento, el tipo más perfeccionado de oportunismo: "Pero hoy es necesario decir que el sindicalismo inglés de la época clásica, es decir de la segunda mitad del siglo XIX, tiene, con el oportunismo norteamericano actual, la misma relación que la producción artesanal con una fábrica norteamericana"32.

En la época de "crisis, guerras y revoluciones", si bien el surgimiento de la aristocracia obrera es un rasgo estructural de las transformaciones del proletariado, tiene un carácter pasajero, tal como plantea Lenin, ya que está sujeta, aunque desde una posición más privilegiada que la mayoría de la clase obrera, a las viscisitudes de la acumulación capitalista y del desarrollo de la lucha de clases. Su carácter conciliador y sus políticas oportunistas no pueden salvarla de que en momentos de agudizamiento de la crisis capitalista y del enfrentamiento revolución-contrarrevolución, sus posiciones sean socavadas así como las del conjunto de la clase obrera. Es que, como dice Trotsky, "el capitalismo monopolista ... exige que la burocracia reformista y que la aristocracia obrera que picotean las migajas que caen de su mesa, se transformen en su policía política a los ojos de la clase obrera. Cuando no puede lograr esto, se reemplaza a la burocracia por el fascismo. Dicho sea de paso, todos los esfuerzos que haga la aristocracia obrera al servicio del imperialismo no podrán salvarla, a la larga, de la destrucción"33.

Así, si antes de la Primera Guerra la acumulación expansiva del capital permitió un período de "paz social", que dio lugar al desarrollo orgánico y evolutivo de la socialdemocracia alemana, o al "aburguesamiento" del proletariado inglés, el agravamiento de las contradicciones interimperialistas que culminarían en la guerra y la fragilidad de la acumulación capitalista en los ‘20, junto a los efectos expansivos de la Revolución Rusa, alteraron las condiciones del conjunto de la clase obrera, incluídas las de sus capas más "privilegiadas".

El ejemplo más trágico de esto fue el proletariado alemán. En 1918, luego de la caída del Kaiser, los dirigentes de la socialdemocracia apoyados en la aristocracia obrera, organizaron los Freikorps que reprimieron y mataron a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, representantes del ala revolucionaria, abortando con esto la revolución alemana de 1918. Sin embargo el intento de salvarse duró poco. La hiperinflación de 1923, que significó la enorme pérdida de conquistas sociales del proletariado más organizado de Europa con el enorme deterioro de sus condiciones de vida, dio origen a una de las oleadas huelguísticas y de desarrollo de organismos soviéticos más importantes y que terminó trágicamente con la derrota de la revolución alemana debido a la indecisión del Partido Comunista Alemán. Como consecuencia de estas dos derrotas, el proletariado alemán probó una amarga medicina. El aborto de la revolución de 1918 y dejar escapar la oportunidad revolucionaria de 1923, permitieron el avance del fascismo en los ‘30 que liquidó toda organización de la clase obrera.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia del temor a las consecuencias revolucionarias que abrió el fin de la Segunda Guerra Mundial (traicionadas por el stalinismo), junto a la "posibilidad económica" -que se amplió cualitativamente con el boom-, se ampliaron las conquistas del conjunto de la clase obrera de los países centrales (e incluso de algunas semicolonias prósperas como el caso de Argentina) y dentro de este marco se consolidó nuevamente una minoría privilegiada de aristocracia obrera. Expresión de las conquistas del conjunto de la clase fue el así llamado Estado de Bienestar que abarcó una serie de servicios y prestaciones sociales en forma universal cuyas conquistas más avanzadas fueron el servicio nacional de salud británico, de carácter gratuito, conquista que aunque bastardeada permanece hasta el día de hoy, la instalación del seguro de desempleo, y las compensaciones en caso de invalidez o enfermedad, así como también el aumento de los salarios, no en la misma magnitud pero paralelo al aumento de la productividad. La expresión más acabada de la consolidación de una nueva aristocracia obrera, tal vez sea que determinados sectores de la clase obrera norteamericana fueron base social reaccionaria de la histeria anticomunista del macartismo, asociados a la burocracia amarilla de los sindicatos, dirigidos en muchos casos por la mafia.

Durante el llamado "boom" estas condiciones permitieron un cierto período de "paz social" en los países centrales, que junto a la existencia del pacto contrarrevolucionario de Yalta, trasladó la revolución abiertamente al mundo semicolonial, como lo atestiguan, en el medio del boom, revoluciones como la boliviana, la argelina, la cubana, etc. En este período, los dos polos del movimiento obrero mundial se expresaron en una tendencia a un revivir del reformismo en los países centrales, en particular en Europa, mientras los países semicoloniales expresaron agudamente el carácter revolucionario de la época, con la continuidad casi ininterrumpida de procesos revolucionarios y guerras.

4. La expansión del proletariado en la posguerra

Después de la Segunda Guerra Mundial, el bajo nivel de la composición orgánica del capital por la destrucción de las fuerzas productivas en el curso de la guerra y años sin inversión productiva (al menos para Europa), junto con el desvío del ascenso revolucionario a manos del stalinismo y la socialdemocracia, condujo a un aumento de la tasa de ganancia, constituyéndose en un estímulo para las inversiones. El proceso de acumulación capitalista, luego del resultado de la Segunda Guerra Mundial en la cual Estados Unidos salió como potencia hegemónica y se debilitaron no sólo las naciones del Eje, sino también los imperialismos aliados, permitiendo un dominio casi absoluto de Norteamerica, había cobrado nuevo impulso, especialmente en los países centrales y en forma desigual y combinada en la periferia.

Esto es lo que llevó a una extensión y aumento del número de proletarios: "al final de los años dorados, había ciertamente muchísimos más obreros en el mundo, en cifras absolutas, y muy probablemente una proporción de trabajadores industriales dentro de la población mundial más alta que nunca".34

En los países centrales la riqueza parecía expandirse cubriendo con su manto a todas las clases sociales.35 La característica era el "pleno empleo", el aumento de los salarios, los beneficios sociales, la seguridad social y la cobertura médica, el aumento del consumo de masas. El mundo se industrializaba aceleradamente pero en forma desigual, siguiendo las leyes de la acumulación capitalista bajo el imperialismo y profundizando la superexplotación del mundo semicolonial. Sobre esta base los grandes monopolios comenzaban su transnacionalización. El trabajador de mameluco en la línea de montaje de gigantescas fábricas era un símbolo de la época.36 La creciente concentración y centralización del capital, concentraba a su vez, en un número cada vez mayor, a contingentes de trabajadores en establecimientos industriales cada vez más grandes. Un verdadero pacto del trabajo y el capital cuya "institucionalización" era el llamado Estado de Bienestar, junto con el mayor poder de las organizaciones sindicales, legalizaba y buscaba contener la fuerza acrecentada del movimiento obrero, con una burguesía que veía acrecentar su tasa de ganancia que reinvertía en nuevas inversiones productivas. Las temibles décadas pasadas de guerra y depresión con altísimas tasa de desempleo y miseria, daban paso a la llamada "edad de oro" con estabilidad y crecimiento.

a) La generalización del taylorismo y el llamado fordismo

Desde sus inicios la burguesía ha intentado aumentar la tasa de explotación de sus obreros mediante diversos mecanismos. La prolongación de la jornada de trabajo, la intensificación del trabajo, el trabajo de mujeres y niños, la reducción salarial, han sido profundamente analizados por Marx.37 El salto dado por el capitalismo a fines del siglo XIX con su transformación en imperialismo, en capitalismo monopólico, requirió de un perfeccionamiento de estos métodos.

Este perfeccionamiento aparecería en Estados Unidos a principios del siglo XX de la mano de Taylor: "el significativo poder de los artesanos en sus lugares de trabajo se había convertido en esa época en un obstáculo a la valorización del capital. Los trabajadores calificados detentaban el control íntegro de sus tareas, gozaban de plena autonomía en los tiempos y la forma de producción y defendían su influencia a través de un severo código de ética solidaria. El Taylorismo surgió para quebrar este dominio artesanal y someter el dominio de todo el proceso de fabricación a la autoridad indiscutida de los patrones"38 El único objetivo del taylorismo residía en impulsar la valorización del capital, aumentando la tasa de explotación del trabajo, caracterizada en especial por el aumento de la tasa de plusvalía absoluta.

Los métodos del taylorismo impuestos al proletariado, son conocidos: "El taylorismo se implantó en una guerra abierta y declarada. Mediante la standarización obligada y la dirección minuciosa, los capataces impusieron la nueva modalidad del trabajo repetitivo y reasignaron las tareas según los dictados patronales. Los cronómetros se instalaban a espaldas de los operarios calificados para descubrir sus tiempos y movimientos. Con estos índices se elaboraban luego tablas de producción, sujetas a ritmos mucho más intensos".39

Y fueron justamente la imposición de estos métodos los que desataron la oleada huelguística de los ‘20 en Estados Unidos que llevó a la primera oleada de sindicalización masiva bajo el impacto de la revolución rusa.

El surgimiento del imperialismo con la extensión y el dominio de los grandes monopolios, que necesitó de la Primera Guerra Mundial, que atravesó luego las convulsiones de la Gran Depresión y que concluyó en la Segunda Guerra Mundial, permitieron apenas la introducción localizada en las grandes fábricas de estos nuevos métodos de explotación del trabajo. A la salida de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a la traición del stalinismo y la socialdemocracia que permitieron desviar y derrotar el ascenso revolucionario, se iniciaría un nuevo ciclo expansivo del capitalismo, los llamados "años dorados". En estos años se desarrolló lo que se dio en llamar el Estado de Bienestar y a nivel de la producción, el llamado fordismo, generalizando los principios organizacionales del taylorismo a nivel mundial40.

El llamado fordismo, desde el punto de vista que estamos analizando, no es más que la aplicación de los nuevos métodos de explotación del trabajo en escala masiva, permitida por el nuevo impulso de la acumulación capitalista. "La formación fordista se basa en una estrategia de acumulación intensiva de capital, que descansa esencialmente sobre la reorganización taylorista del proceso de trabajo".41

La acumulación extensiva del capital, el aumento constante de la productividad asociada a la introducción de estos cambios en el proceso de trabajo (la liquidación de tiempos muertos que trajo asociada la cadena de montaje permitiendo una mayor explotación de los principios tayloristas), dieron origen a una situación de casi "pleno empleo" y al alza de los salarios, aunque en forma más lenta que la productividad, y fueron la base objetiva, junto al rol del pacto contrarrevolucionario de Yalta, de dos ideologías simétricas de conciliación de clases: un nuevo auge del reformismo en los países imperialistas y el "tercermundismo" en los países semicoloniales.

b) Reformistas y "tercermundistas" enemigos de la revolución socialista internacional

Los efectos del renovado ciclo expansivo de la acumulación del capital, en los países centrales, llevarían en este caso a hablar no, obviamente, de la "desaparición del proletariado", sino de su "integración" o "aburguesamiento". Esta ideología era propugnada por la burguesía y los aparatos contrarrevolucionarios para garantizar la "paz social" y como sustento de los regímenes imperialistas y la explotación de las semicolonias. La ideología de "integración de la clase obrera" tenía el objetivo de prostituir la conciencia de clase del conjunto del proletariado, y borrar de su horizonte la idea de la revolución social, como forma de garantizar la conciliación de clases, como base de la convergencia de intereses entre los patrones y los obreros (la fórmula de aumentos de salarios por productividad defendida por los sindicatos, fue uno de los mecanismos del avance de esta política burguesa sobre el movimiento obrero). Su contrapartida simétrica era la ideología del "aburguesamiento" del proletariado de los países centrales, propugnada por los tercermundistas que dividían al proletariado de los países centrales del de los países oprimidos. Al romper la unidad de la lucha de clases internacional, igualando el carácter opresor de la burguesía imperialista con el de su propio proletariado, liquidaban a éste como aliado, propugnando la conciliación de clases entre los proletarios de la países semicoloniales y "su" burguesía nacional desarrollista o "patriótica". Ya Trotsky discutió el carácter nefasto de esta afirmación no contra ideólogos burgueses, sino con algunos comunistas que en el II Congreso de la Internacional Comunista, sostenían la tesis del "aburguesamiento" de la clase obrera de Europa Occidental: "La afirmación del camarada Gorter de que la clase trabajadora de Europa Occidental se ha aburguesado en bloque, es absolutamente falsa y esencialmente contrarrevolucionaria. Si este fuera el caso, significaría una sentencia de muerte para todas nuestras expectativas y esperanzas. Acometer una lucha contra el coloso capitalista que ha logrado aburguesar al proletariado, cuando todo nuestro bagaje consiste en la propaganda realizada por un puñado de elegidos, es una utopía desesperada. En realidad, es sólo la aristocracia obrera, aunque algo numerosa, la que se ha aburguesado, y no la clase trabajadora de conjunto"42. Ambas ideologías eran de conciliación de clases, y liquidaban las bases de la revolución proletaria y del internacionalismo proletario.

Lejos de una integración real y un aburguesamiento, el proletariado seguía manteniendo sus características como clase: su lugar en la producción que lo obligaba a vender su fuerza de trabajo para vivir, lo que a pesar de dichas ideologías interesadas para propugnar la conciliación de clases, no hacían desaparecer su identidad de clase explotada, como luego demostraría, dejando atónitos a estos intelectuales que hablaban de integración y aburguesamiento, el Mayo francés, el Otoño caliente italiano del ‘69, las luchas de la clase obrera inglesa de los ‘70, por nombrar solamente algunos hitos de la lucha de clases y la unidad objetiva de ésta a nivel mundial mundial, pasando por encima, aunque no liquidando el chaleco de fuerzas del orden contrarrevolucionario pactado en Yalta entre el imperialismo norteamericano y la burocracia stalinista, que se expresó en el ascenso revolucionario ‘68-’76, uniendo luchas revolucionarias en los países imperialistas, en los países semicoloniales y en los estados obreros deformados y degenerados.

5. La "crisis de acumulación capitalista" y las transformaciones de la clase obrera

La crisis de acumulación del capital desataría una verdadera guerra de clase contra los trabajadores. El problema central para los capitalistas era revertir la tendencia a la caída de la tasa de ganancia.43 El capital utilizaría dos armas centralmente: la desocupación masiva junto con la precarización del trabajo. El objetivo era depreciar el valor de los salarios, extender la jornada laboral y aumentar el tiempo de trabajo excedente y apropiarse de una parte mayor del valor total producido. En otras palabras, aumentar descomunalmente la tasa de explotación.

Durante estos años se han dado lugar cambios en el proceso de trabajo originarios de Japón, en particular de la fábrica Toyota y conocidos por eso con el nombre de toyotismo. Algunos autores concentrados sólo en las supuestas ventajas de esta innovación organizacional del proceso de producción y asociado a una introducción de la misma mediante un compromiso entre el capital y el trabajo ("modelo" que según ellos se aplicaría en el capitalismo renano o alemán a diferencia de la introducción "salvaje" del "modelo" norteamericano), oponen al toyotismo lo que llaman el posfordismo, este último el más "avanzado" y "civilizado" de los procesos de trabajo. Sin embargo, "la supuesta ventaja de una fabricación calificada y costosa en relación a producciones masivas y baratas es completamente abstracta, y no rige en la realidad de la competencia mundial. En la concurrencia internacional, el posfordismo civilizado es invariablemente aplastado por el toyotismo taylorista".44 Este cambio organizacional (el "toyotismo taylorista") ha sido permitido por el desarrollo de las tecnologías de la información.

Lo cierto es que las descripciones sobre la extensión del uso de las tecnologías, tan solo basadas en sus potencialidades para la producción de valores de uso, son unilaterales, falsas y encubridoras de las verdaderas condiciones de explotación de la fuerza humana de trabajo. El discurso de los trabajadores integrados en el momento del "boom", ha sido reempalzado por el de la "desaparición del proletariado" en la producción de valores o la pérdida de su centralidad, y por ende su desaparición como sujeto revolucionario.

a) El toyotismo y el mayor control y explotación de la clase obrera

La caída en la tasa de ganancia es lo que conduciría al fin de los llamados "años dorados".45 La resolución de estos problemas se encontrarían supuestamente en la japonización del trabajo, país que había logrado un importante aumento de la productividad durante la década justamente de los ‘60 y ‘70.

La implantación en Japón de lo que hoy se conoce generalmente como "toyotismo", fue producto de una verdadera guerra de clases entre la burguesía y el proletariado japonés, donde fue necesaria una sangrienta derrota de la clase obrera para que pudiera imponerse, a mediados de los años ‘50. La burguesía debió quebrar la enorme resistencia obrera, alentada por una fuerte radicalización como producto del triunfo de la revolución china en 1949, cuestión que fue ayudada por el cuadro de devastación y miseria en que quedó Japón luego de la Segunda Guerra Mundial.

Una muestra de la encarnizada resistencia de los trabajadores, lo muestra un libro de un autor japonés: "Habían elaborado (los trabajadores- N.deR.) lo que llamaban entonces ‘lucha en la empresa’ (Shokuva Toso) como medio eficaz para mantener el poder obrero en los lugares de trabajo y de residencia. ‘Los obreros dueños de sus lugares de trabajo’ y el ‘control obrero de la producción’ eran las consignas fundamentales (...) Aquellos que visitaban las minas de Miike en esa época tenían la sorpresa de descubrir a mineros rudos leyendo El Capital (...) Cada noche los trenes traían centenares, después millares de simpatizantes de los huelguistas de Miike para unirse a los piquetes, batirse con los rompehuelgas y la policía (...) Los mineros de Miike y sus simpatizantes eran organizados en secciones de combate y recibían entrenamiento de lucha cuerpo a cuerpo (...) El piquete de huelga alrededor de los almacenes había sido reforzado por más de 20.000 militantes decididos a luchar con palos, picos, mazas o con lo que se pudiera encontrar a mano".46 Tras la derrota de esta oleada de luchas radicalizadas, la burguesía nipona pudo imponer el método de organización del trabajo conocido como toyotismo.

Sin embargo este método no se difundió en Occidente hasta el comienzo de la crisis de acumulación capitalista de comienzos de los ‘70. Las bases de esto están que en el período de crecimiento del "boom", la producción en escala asociada al fordismo permitía una acumulación sostenida del capital. La inestabilidad del proceso de acumulación a partir de los ‘70, en el marco de un agravamiento de la competencia interimperialista, mostró las "rigideces" de la producción en serie obligando a métodos de producción más flexibles, cuestión que se combinó con la resistencia obrera a la cadena de montaje, tanto de la forma que Coriat llama "resistencia rastrera" (ausentismo, sabotaje, etc), como en su expresión radicalizada en el ascenso ‘68-‘76.

Frente a esto, la introducción de los "círculos de calidad" y los "equipos de trabajo" asociados al toyotismo, tuvieron como fin aumentar la productividad mediante el control y el disciplinamiento entre los propios trabajadores "un obrero el trabajo de dos", la rotación de tareas como eje de la flexibilidad laboral con el trabajador multiespecializado, la informatización de la producción y la administración. Todo esto en función de aumentar la intensidad del trabajo y el control sobre el mismo47.

Los apologistas de estas nuevas formas de organización del trabajo dicen que abren espacios sin precedentes para el poder obrero y anuncian una posible liberación "en el trabajo" y "del trabajo" a la vez. Pero chocan con el incontrastable aumento de la intensificación y explotación del trabajo que ha llevado su aplicación48. El efecto sobre los trabajadores, de estos métodos draconianos de dirección son realmente desvastadores: "A medida que la cadena de producción va más rápido y la totalidad del sistema sufre los efectos de la presión, se hace cada vez más difícil mantenerlo. Dado que las tareas han sido concienzudamente analizadas, retocadas y comprobadas, la dirección entiende que cualquier error es debido única y exclusivamente al trabajador. Las luces de la pizarra electrónica identifican inmediatamente a la persona que no sigue el ritmo"49. De encuestas oficales japonesas surge que de 2/3 a 3/4 de obreros de montaje final en la industria automotriz se quejan de fatiga crónica, de estados de agotamiento al final de la jornada. Las grandes firmas los desplazan hacia empleos menos exigentes a los 30 años. Las muertes por agotamiento psíquico (karoshi) no son excepcionales. A su vez, el karoshi se está convirtiendo en un fenómeno mundial. La introducción de tecnologías basadas en computadoras ha acelerado enormemente el ritmo y el flujo de actividad en el puesto de trabajo. El ritmo de producción en las plantas productivas de gestión japonesa, ocasionan a menudo un mayor número de heridos. Trabajo de distintos psicólogos demuestran que, el creciente ritmo en la producción, en los actuales puestos de trabajo, tan solo ha incrementado la impaciencia de los trabajadores, dando como resultado niveles de stress sin precedentes. La aplicación en Occidente de estas formas organizacionales fue una combinación del "team work" (trabajo en equipo) y de mandato autoritario. En ninguna de las fábricas en las que se introdujeron estos cambios se puede hablar de abolición del taylorismo, de la estandarización del trabajo en cadena y de la dictadura del cronómetro. Según encuestas y monografías recogidas por especialistas japoneses, la intensificación del trabajo tropezó por todas partes con la resistencia obrera. Esta se tradujo en especial en el rechazo del kaizen, es decir, el rechazo a presentar propuestas con vistas a mejorar la calidad del producto y el rendimiento del trabajo50. Este aumento de la explotación del trabajo es ocultado tras la fraseologia de la "integración" y "participación" del trabajador en las decisiones, el "enriquecimiento" del trabajador por la multiespecialización o polivalencia (distintas tareas en el mismo puesto de trabajo y distintas tareas en distintos puestos de trabajo). Esta última, que a diferencia de otros cambios organizacionales "toyotistas" (como los círculos de calidad), se ha aplicado generalizadamente, lejos de romper la división parcelaria del trabajo (principio tayloriano), ha conducido a un incremento cuantitativo del mismo.

El argumento a favor más fuerte que se ha esgrimido es, (aunque sólo limitado al caso japonés y sacudido en sus cimientos por la actual crisis de su economía), el del pleno empleo y la estabilidad laboral. Sin embargo, la realidad es que alrededor de las grandes empresas se reúne un abanico de subsidiarias con jornadas de trabajo extensísimas, sin estabilidad laboral, temporarios, en condiciones de trabajo que nada tienen que ver con la supuesta empresa modelo japonesa, atomizando de esta manera a la clase obrera entre trabajadores de primera y de segunda.

En realidad, "el toyotismo es un intento de paliar la improductividad creciente del gerenciamiento científico frente a la aceleración del cambio tecnológico, la saturación de los mercados y la mayor rotación del capital (...) mixtura al igual que el taylorismo, trabajos de distinto grado de calificación, adaptados a una fase más compleja de la producción".51

6. Sobre la supuesta "desaparición del proletariado"

Como demostramos en el artículo anterior, las transformaciones reales en el mundo del trabajo no significan la desaparición del proletariado. Significan cambios en el tipo social de explotación del trabajo y transformaciones en la clase obrera.

La teoría sobre la supuesta desaparición del proletariado, choca con la realidad empírica, verificable estadísticamente, que demuestramás allá de las fluctuaciones periódicas, un crecimiento de la clase obrera en escala mundial y en todos los continentes y no un declive absoluto o relativo. Esto como planteamos es incluso cierto a partir de la crisis de acumulación de fines de los ‘60 y comienzos de los ‘70, que ha tenido la "virtud" de crear áreas de concentración proletarias significativas en todos los rincones del planeta. El número de asalariados no agrícolas en todo el mundo alcanza a 800 millones, a los que deben agregarse cerca de 200 millones de asalariados rurales, es decir una fuerza social de 1000 millones de asalariados, cifra jamás alcanzada en el pasado. Estos datos demuestran que, en términos numéricos, hay una extensión del trabajo asalariado y no existe una evidencia empírica sobre la desaparición de la clase obrera.

Sí en cambio, una transformación de la misma52, con un descenso relativo de la clase obrera industrial con respecto a los trabajadores del llamado sector servicios; una mayor descentralización de los trabajadores de las grandes empresas capitalistas; y por último un aumento de la pauperización a condiciones cada vez más parecidas al siglo XIX con el incremento de la desocupación y la precarización del empleo.Estos cambios han llevado a los ideólogos del capital a cuestionar el rol de la clase obrera como sujeto social revolucionario y el rol del proletariado industrial como vanguardia, ya sea afirmando por un lado, que la clase obrera es una clase minoritaria dentro de la sociedad, como sostienen las teorías posindustrialistas, desde Daniel Bell (en los años del boom) hasta sus ejemplos actuales como Peter Drucker, o por otro lado, afirmando que hay una fragmentación casi absoluta de los trabajadores.

a) La clase obrera es la clase abrumadoramente mayoritaria en los países capitalistas centrales y en gran parte de las semicolonias

Las estadísticas oficiales sobre los sectores de actividad, no nos muestran nada acerca de la realidad social de las clases. Así en los Estados Unidos las estadísticas laborales dividen a los productores de bienes de los productores de servicios. Para Diciembre de 1998 sobre un total de 127.156.000 trabajadores, había 25.272.000 productores de bienes, en donde están incluídas la manufactura (18.557.000) y los trabajadores de la construcción (6.158.000), contra 101.884.000 del sector servicios53. Desde el punto de vista de las clases esto es un burdo ocultamiento de la realidad social. Así, por ejemplo un ferroviario, ya sea en las compañías de transporte privadas o no, está clasificado en el sector servicios54. Lo mismo para el chofer de camión, los inmigrantes que reparan los caminos, los que limpian la fábrica. Por ejemplo en EE.UU. las materias primas como el carbón y el petróleo, son consideradas como mercancías, mientras que la energía eléctrica manufacturada o el gas son considerados como "servicios". Otro ejemplo, si los obreros de la General Motors se ocuparan de la limpieza y la misma no fuera tercerizada, los obreros que hacen esos trabajos no se incluirían en el sector servicios. Como vemos en este ejemplo, no hay cambios dramáticos, pero los sociólogos pueden leer en estas estadísticas la desaparición de la clase obrera gracias a una maniobra contable cambiando el nombre de aquel que ofrece el empleo.

Visto desde el ángulo de la producción capitalista, es indudable que desde la Segunda Guerra Mundial y en forma creciente se ha venido incrementando el trabajo improductivo (improductivo desde el punto de vista que no agrega plusvalor), y que los sociólogos llaman "trabajadores de servicios". Así por ejemplo, los empleados comerciales y los trabajadores del sector financiero han aumentado su número. De igual manera, los servicios médicos y educativos, que ayudan a reconstituir la fuerza de trabajo del obrero (incluída su familia) y cuyo sostenimiento es una porción socializada del salario, han crecido en gran medida como parte de las conquistas que la clase obrera obtuvo luego de la Segunda Guerra, han implicado un aumento de los trabajadores improductivos.

Si viéramos estas estadísticas desde el ángulo de las clases la realidad muestra una tendencia opuesta a este engaño de la "desaparición de la clase obrera". Si la característica estructural que define a la clase obrera es su compulsión económica a vender su propia fuerza de trabajo, entonces dentro de ella se incluyen no sólo el proletariado industrial, sino el conjunto de los trabajadores improductivos que están sujetos a las mismas restricciones que el primero: no son dueños de los medios de producción y carecen de medios de subsistencia por lo cual también se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. De esta definición surge que en los países centrales los trabajadores asalariados, lejos de ser una minoría como estas manipulaciones (que dividen a los productores de bienes y de servicios) quieren mostrar, constituyen el porcentaje abrumadoramente mayoritario de la población económicamente activa total. Digamos al pasar que, para las estadísticas de actividad del gobierno norteamericano, dos de las tres huelgas más grandes de los Estados Unidos en la última década, no habrían sido realizadas por "la clase obrera": la huelga de los trabajadores de correro de UPS y la huelga de los pilotos de American Airlines.

Así, para el año 1996, en los Estados Unidos los asalariados constituyen el 91,6% de la población ecónomicamente activa, en Alemania el 89,5%, en Suecia el 89%, en Japón el 82,1% y en España el 73,7%. Una proporción también alta se da en muchos países semicoloniales de mayor o menor desarrollo como muestran las siguientes estadísticas: Argentina 70,4%, México 58%, Bolivia 52,5%, y en Asia, en Corea del Sur 68,2%, combinándose en los tres primeros países con un importante porcentaje de la población que trabaja por cuenta propia.

Hoy en día una enorme proporción de la población vive y se reproduce a sí misma a través de la relación salarial, independientemente de la naturaleza de la mercancía (bien o servicio) que produce. Esto es más que en cualquier época histórica como en las etapas anteriores a la Segunda Guerra Mundial cuando aún la mayoría de la población mundial dependía del campo. Recordemos que en tiempos de Marx, incluso avanzado el siglo XIX, la mayoría de los trabajadores eran campesinos o trabajadores a domicilio. Pero la importancia no es sólo numérica. El aumento de la asalarización ha implicado que, desde el punto de vista de la lucha de clases, lo verdaderamente nuevo es la potencialidad y concentración de cuatro gremios, que según las estadísticas oficiales serían considerados como parte de los servicios, de los cuales sólo uno tiene tradición de lucha: los camioneros, los trabajadores de correo, los trabajadores de las aerolíneas y los bancarios (que en Corea amenazaron, para evitar los despidos, con paralizar el manejo de los sistemas informáticos de los bancos). Estos cuatro sectores, de los cuales sólo los camioneros tenían una importante tradición de lucha, juegan el rol, podríamos decir, de los ferroviarios y los portuarios en la época de las revoluciones clásicas55.

b) El rol del proletariado industrial. ¿Más concentrado o menos concentrado?

El maestro de los postindustrialistas, Peter Drucker, sobre todo refiriéndose a los cambios de los últimos diez o quince años que ha habido en el proceso de producción industrial, escribió "ninguna clase en la historia ha crecido más rápido que los trabajadores de cuello azul (refiriéndose a los trabajadores industriales-NdeR). Y ninguna clase en la historia ha caído aún más rápido".

Hemos planteado a lo largo de este artículo que los cambios en el proceso de producción, entrañan una gran cantidad de trabajadores a menudo considerados por estos "teóricos" como post-industriales, de la era de la información, etc. Siguiendo la lógica de la evolución del capital, adelantada en forma brillante por Marx, hemos visto que éste plantea que en el proceso de producción, debe considerarse no sólo a los trabajadores manuales sino que debe entenderse al "trabajador, (como un) mero eslabón de este trabajo colectivo, esté más próximo o más distante del trabajo manual directo". Definido de esta manera, y tomando a los Estados Unidos, el paradigma de los postindustrialistas, pero cuyas conclusiones extienden al conjunto de los principales países centrales, el proletariado industrial declinó de alrededor de la mitad del conjunto de los trabajadores del sector privado en los ‘60 al 29% en 1992. En términos absolutos, el proletariado industrial alcanzó un pico a fines de los ‘70 de alrededor de 22 millones de trabajadores y está ahora más o menos al nivel numérico de los ‘60 de más de 20 millones de trabajadores. "La desaparición del proletariado industrial es esencialmente una declinación en proporción debido al crecimiento del sector servicios en los años recientes"56. Ya hemos demostrado cómo las estadísticas oficiales considera como parte de los servicios a muchos trabajadores que son considerados por el marxismo como parte del proletariado industrial. Como afirman Andrew Sayer y Richard Walker en "The new social economy: reworking the division of labor"57 ("La nueva economía social: retrabajando la división del trabajo"): "Si las estadísticas de la fuerza de trabajo fueran divididas según líneas marxistas entre producción y circulación, el resultado sería bastante diferente del actual cuadro de la ‘economía de servicios".

Pero más allá de las estadísticas, el rol central del proletariado industrial está dado por el peso en la economía nacional. Visto desde la economía de conjunto, la proporción del producto bruto interno producido por este declinante número de trabajadores industriales, creció desde el 42,61% en 1960 al 44% en 1989, según el "Reporte económico al presidente" de 1995 del Consejo de Asesores Económicos. La base de este crecimiento está en la mayor tasa de productividad en la manufactura, que es un reflejo de la creciente concentración de capital que estos trabajadores industriales ponen en movimiento (los activos reales por trabajador manufacturero crecieron de U$S 9300 en 1963 a U$S 26.040 en 1987). Es este peso y la relación fundamental con el conjunto de la actividad económica, el que da al proletariado industrial el rol de vanguardia como sepulturero del capital.

Lo que sí se ha dado es una desconcentración relativa del proletariado en las unidades de producción, siempre con respecto al pico de los ‘60 y no históricamente donde hoy sigue siendo superior, acompañada de una concentración y una centralización crecientes del capital. Como plantea Kim Moody, "la expansión a través de la concentración y centralización del capital lleva hacia el desarrollo de capitales más grandes con una creciente concentración de trabajadores no en plantas individuales, sino bajo el mismo capital o empleador. Esto se refleja en el hecho, como puede verse en las estadísticas del Departamento de Trabajo norteamericano, hasta fines de los ‘70 las compañías con múltiples plantas crecieron más rápido que las compañías con plantas individuales, empleando una creciente proporción de trabajadores, y creando un creciente porcentaje de valor agregado en la manufactura". "Los niveles de empleo en las firmas de múltiples plantas muestran un rasgo similar, con 72% de los trabajadores de la manufactura trabajando en las mismas en 1987, comparado con el 68% en 1973. Estas firmas con múltiples plantas producían el 82% de todo el valor agregado de la manufactura en 1987". Esta tendencia responde a razones técnicas (mejor capacidad de control del proceso de producción), financieras (reduciendo el peso de la burocracia administrativa) y políticas (para debilitar su fuerza y unidad como clase y su oposición al control autoritario del capitalista). Aunque no bajo el control de un mismo capital, el desarrollo del subcontratismo, o la tercerización, responde a estas mismas necesidades, es decir, no indica el surgimiento de pequeños capitales pujantes sino que está ligado a la división del trabajo de estas mismas grandes corporaciones.

Algunos autores han señalado que la tesis marxista expresada por Marx en el Manifiesto Comunista de que el desarrollo del capitalismo iría creando un proletariado cada vez más numeroso y más concentrado que lo convertirían en el sepulturero del capital, estaría abolida por los datos arriba expuestos. Aquí hay que separar forma de contenido. Aunque dispersos en distintas unidades de producción, centros de trabajo, oficinas, que pueden dar idea de gran desconcentración, en realidad representa una enorme concentración en gigantescas megalópolis de millones de habitantes que son capaces de paralizarlas cortando su normal funcionamiento. Por otro lado, tras estos cambios en la forma, el contenido que permanece es que el proletariado industrial como vanguardia del conjunto de la clase obrera, aunque esté dividido en distintas unidades de producción, pero bajo el mando de un mismo capitalista, incrementa su capacidad para detener el conjunto de la producción. Huelgas en una planta (Flynn) como la de la General Motors (una de las firmas que más se ha descentralizado en los Estados Unidos, desde su corazón industrial original de Detroit), han paralizado al conjunto de las plantas de la corporación transnacional más grande en facturación y en número de empleados del mundo. Los camioneros franceses, han jugado este rol paralizando la producción sólo en su sector, lo que llevó prácticamente a la paralización del conjunto de la economía francesa. Lo mismo fue el caso de la huelga de la UPS en Estados Unidos que arruinó la producción de innumerable cantidad de fábricas ya que muchas mercancías destinadas a la venta se transportaban por esa vía. Otro ejemplo significativo fue la huelga de los trabajadores de Petrobras de Brasil que al producir un bien tan necesario como el combustible, afectaron al conjunto de las ciudades, así como la producción industrial.

Como muestran estos ejemplos, el proletariado industrial mantiene toda su capacidad para hacerle daño a la producción capitalista. A su vez, a pesar de la creciente desconcentración del proletariado industrial, su grado de concentración sigue siendo más alto que el de cualquier otro sector. Así, los trabajadores manufactureros representan un 23,4% de los empleados que trabajan en plantas de 1000 o más trabajadores. Los transportes, la comunicación y la energía son los siguientes con un 18%. El promedio para la economía privada de conjunto es de un 13%. "La clase obrera industrial en los Estados Unidos en 1990 daba cuenta de casi la mitad de los trabajadores en plantas de 1000 o más empleados, aún a pesar de que eran solo el 29% del total de los trabajadores empleados", según datos del Departamento de Comercio de 199458.

Una vez dicho esto, digamos que en la época que Marx escribió el Manifiesto, la fábrica de la gran industria concentraba a menos de 100 trabajadores. El mismo Trotsky luego de la revolución de 1905 comparando Rusia y Alemania había descubierto que en la "avanzada Alemania" la mayoría de las plantas empleaban menos de 50 trabajadores (dando cuenta del 44% de la fuerza de trabajo), mientras que solo el 10% de los trabajadores en la manufactura trabajaban en 563 fábricas que empleaban más de 1000 trabajadores. Esto es, cincuenta años después de escrito el Manifiesto Comunista. Compárese estos datos con los números actuales para los Estados Unidos: el número de trabajadores en plantas de más de 1000 asalariados era 5.900.000 en 1990, comparado por ejemplo con 562.600 en Alemania o 710.000 en Rusia justo antes de las dos mayores revoluciones que conmovieron a Europa (Rusia 1917, Alemania 1918).

Llegado a este punto, la tesis sobre la pérdida de centralidad de la clase obrera, demuestra ser una pura estupidez. La crisis del proletariado no es social, sino política, producto de sus derrotas como consecuencia de las traiciones de las direcciones tanto stalinistas, socialdemocrátas como nacionalistas burguesas, que han llevado a la impotencia de sus organizaciones en manos de las direcciones contrarrevolucionarias, y el agravamiento de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado.

c) La crisis de acumulación capitalista

y la creciente precarización y flexibilización

de la clase obrera

Hemos explicado cómo la crisis de acumulación del capital ha aumentado el número de desocupados, el trabajo precarizado, siendo cada vez menor el porcentaje de la clase obrera que tiene un trabajo estable. Veinticinco años de crisis capitalista, al mismo tiempo que han significado una extensión del proletariado a nuevas áreas, han redundado en una creciente pauperización del mismo, que hoy se extiende también a las áreas que fueron las únicas zonas de acumulación ampliada, como lo muestra el crecimiento descomunal de la desocupación en el sudeste de Asia.

La existencia de un enorme y creciente sector de desocupados, de un amplio ejército industrial de reserva, es una presión enorme utilizada por el capital para dividir las filas obreras, entre ocupados y desocupados, permanentes y contratados, nativos e inmigrantes, etc. Esta división, fortalecida por la política de las burocracias sindicales, dificulta enormemente la defensa de las reivindicaciones más elementales. Es que, en medio de un mar de desocupación, los obreros comprenden que una lucha parcial, en forma aislada o por fábrica, es impotente para enfrentar la ofensiva del capital.

Así, en todos estos años, estas condiciones permitieron el avance de la ofensiva "neoliberal" apoyándose en la colaboración activa de la burocracia sindical, con su política de "pactos sociales", sus convenios por fábrica, etc., socavando aún más la unidad de las filas obreras.

Muchos sociólogos y "teóricos" toman este aspecto de la realidad y lo aíslan, dándole un valor sin límites, para concluir, que en consecuencia, la fragmentación de las filas obreras es absoluta, lo que le impediría a ésta jugar su rol como sujeto revolucionario.

Sin embargo, el avance de la ofensiva burguesa, como consecuencia del agravamiento de la crisis de acumulación capitalista, al implicar un ataque cada vez más despiadado y una mayor pérdida de sus condiciones de vida para el conjunto de la clase obrera, y no sólo para los sectores más explotados, sino también para sus capas más privilegiadas: la aristocracia obrera, tiende a nivelar hacia abajo la situación de la mayor parte del proletariado.

Esto tiene enormes consecuencias sociales y políticas sobre la composición de la clase obrera. La creciente liquidación de un amplio porcentaje de empleos de trabajadores calificados y su caída hacia los niveles de los sectores más oprimidos de la clase, significa un cambio en la composición de fuerzas internas dentro de la clase obrera. Por ejemplo, en los Estados Unidos, la clase obrera ha cambiado de una clase obrera mayoritariamente blanca, a una de carácter "multinacional" que no tiene desde ya los privilegios de los trabajadores blancos, que estuvieron asociados con el ascenso del imperialismo norteamericano sobre todo en la época del boom. Las estadísticas muestran en qué grado la clase obrera hoy es negra, latina, asiática, nativa, así como femenina. Los estudios más recientes demuestran que los trabajadores blancos ya no son predominantes en la industria. La fuerza de trabajo está hoy compuesta por más de un 40% de mujeres.

Aunque los efectos de la crisis y la enorme desocupación, como hemos señalado, puedan potenciar hoy las divisiones de la clase, debilitando en lo inmediato su capacidad de lucha, el fenómeno de la creciente homogeneización estructural, inducida por la propia ofensiva capitalista, plantea que las condiciones objetivas para la unidad de la clase obrera son hoy mucho más fuertes que en los años del boom, cuando el capital podía mantener la cooptación de una porción significativa de la clase obrera, sobre todo de los países centrales, y de esta manera garantizar la "paz social".

Esto se manifiesta cuando el capital, obligado por la crisis, o por un cálculo equivocado de la relación de fuerzas, lanza ataques de conjunto sobre la clase obrera. Entonces emergen fuertes tendencias a la unidad en las filas obreras, y al frente único contra el ataque. Esto fue notable, por ejemplo, en Francia, cuando a fines del 95, salieron a la huelga los trabajadores estatales, que contaron con la enorme solidaridad del conjunto de la población (a pesar de que ésta se veía "afectada" por la paralización de los servicios públicos y el transporte). Algo similar se registró en Estados Unidos, cuando la huelga de la UPS, que fue vista con gran simpatía, ya que significaba una respuesta al régimen de trabajo parcial que afecta a una gran proporción de la clase obrera norteamericana.

Los voceros del gran capital empiezan a tomar nota de esta dinámica potencial. El semanario imperialista Business Week, plantea que: "La señal del acrecentamiento de las ganancias corporativas coexiste con un contínuo estancamiento de los standares de vida de los norteamericanos, lo cual puede convertirse políticamente en insostenible... En los últimos años... todos salvo los más elitizados empleados han terminado en el mismo bote. Si todos ellos se dan cuenta de su suerte común más que de sus diferencias, esto puede significar problemas tanto para las corporaciones como para los políticos" (resaltado por nosotros- NdeR).

En conclusión, así como las condiciones de crisis capitalista y alta desocupación, dificultan las luchas económicas parciales (sin descartar su vigencia en coyunturas de recuperación), se expresa una tendencia a elevarse a la lucha política, sobre todo cuando hay grandes ataques de conjunto.

En otras palabras, las condiciones estructurales de la lucha de clases tienden a semejarse más al período de entreguerras, aunque hoy la caída del nivel de vida del conjunto del proletariado es más gradual, más extendida en el tiempo y aún no tan profunda, (al menos de conjunto), como llegó a ser luego del crack del ‘29.

Esto no sólo tiene que ver con el hecho de que aún no se ha producido una catástrofe económica de la magnitud del crack (que llevó a una depresión económica durante los ‘30 y a la desarticulación del comercio mundial), sino porque también a la burguesía, a pesar de años de "neoliberalismo", le ha sido difícil destruir el conjunto de las posiciones conquistadas por la clase obrera luego de la Segunda Guerra Mundial.

7. La agudización de la crisis capitalista

El salto en la crisis económica mundial actual ya ha significado un enorme agravamiento de las condiciones de vida del proletariado, con una fuerte descomposición de nuevos sectores que hasta este momento venían de una situación de ascenso absoluto del nivel de proletarización como era el caso de las nuevas concentraciones del Sudeste de Asia. En esta región la desocupación ha crecido a más de 10 millones de trabajadores, y la perspectiva es a que siga agravándose. Es que la magnitud de la depresión del conjunto de la región obliga a las distintas burguesías, así como al imperialismo japonés dominante en dicha zona, ha avanzar en golpes decisivos sobre el proletariado. En el caso de Japón la fuerte caída de las ganancias de las grandes corporaciones las obliga a avanzar en las reestructuraciones, liquidando el llamado "empleo de por vida", cuestión que mantenía atados a los trabajadores a la patronal en las terribles condiciones de explotación del toyotismo. En el caso de Corea, donde la desocupación creció fuertemente sobre todo en las pequeñas fábricas debido a la fuerte resistencia del proletariado más concentrado de los chaebols (huelga de Hyundai), este año se prepara un ataque decisivo sobre los mismos que ya ha llevado a una ruptura del pacto social con la KCTU y a huelgas en algunas fábricas como la KIA. También son crecientes los signos en China de oleadas de resistencia huelguística frente al crecimiento cada vez más abierto de la desocupación.

Pero esta perspectiva de agudización del combate entre las clases no sólo es patrimonio del Asia, el lugar que más retrocedió económicamente como producto de la crisis mundial, como demuestran las jornadas revolucionarias de Indonesia de mayo de 1998 y la creciente entrada del proletariado (ver artículo), sino que teñirán, en distinto grado al conjunto de la realidad mundial. Es que a casi veinte meses del comienzo de la crisis mundial, cuyo punto de partida fue la crisis del Sudeste de Asia, todavía no se avizora su final, siendo las perspectivas para el año 1999 una profundización de la crisis, incluso en la economía norteamericana que hasta ahora se ha mantenido a flote. En este último país, lo que está en discusión no es esto, sino qué grado de profundidad tendrá, incluso no está descartada, si se pincha la "burbuja" de Wall Street, la perspectiva de un retorno a una deflación, depresión y desempleo de masas al estilo de 1930. ¿Será la burguesía norteamericana capaz de lanzar ataques preventivos sobre el empleo y los salarios para mantener las ganancias y las inversiones, que se vienen deteriorando al calor de los signos de deflación mundial? ¿Tendrá suerte el FMI y el imperialismo de hacer pagar la crisis a los trabajadores brasileños con el aumento de la desocupación, el despido de empleados públicos, la caída salarial y evitar que su crisis golpee directamente a Estados Unidos? ¿Podrá la burguesía imperialista europea seguir usando la "tercera vía" -demagogia reformista- que ayudó a desviar relativamente la oleada de huelgas abierta desde 1994-95- en el marco de las perspectivas negativas de la economía a nivel mundial? Será posible esta perspectiva en medio de la crisis que ya la están afectando en forma cada vez más aguda, sin avanzar en nuevos ataques contra las conquistas que aún permanecen del llamado Estado de Bienestar avanzando en el "modelo norteamericano" al que entusiastas se abrazan ahora los gobiernos social-imperialistas?

Todas estos interrogantes muestran que la crisis mundial está preanunciando o acelerando la perspectiva de agudos combates entre las clases. Sus resultados son los que decidirán la suerte de la clase obrera mundial en el nuevo milenio.

Notas:

1. Andre Gorz , "Metamorfosis del trabajo".

2. Toni Negri, "Fin de siglo".

3. K. Marx y F. Engels, "El Manifiesto Comunista".

4. F. Engels, "La situación de la clase obrera en Inglaterra".

5. "Al lugar de los antiguos patronos y trabajadores pasaron grandes capitalistas y obreros, y estos últimos no tenían nunca la perspectiva de elevarse sobre su clase; los oficios fueron ejercidos como en las fábricas, la división del trabajo fue rigurosamente aplicada y los pequeños patrones, que no podían competir con los grandes, fueron empujados a la clase proletaria. Al mismo tiempo, con la supresión del artesanado, hasta entonces existente por la diferenciación de la pequeñoburguesía, le fue quitada al obrero toda posibilidad de volverse él mismo burgués. Hasta entonces había tenido siempre la perspectiva de asentarse en cualquier lugar como patrón estable y tomar, a su vez, con el tiempo, otros trabajadores, pero ahora, cuando los mismos patrones eran arrojados por los fabricantes, cuando para el ejercicio independiente de un trabajo eran necesarios grandes capitales, el proletariado llega a constituir, por primera vez, una verdadera clase, una clase fija de la población, mientras que antes había sido, a menudo, solamente un tránsito hacia la burguesía. El que ahora nacía trabajador no tenía ninguna otra perspectiva que seguir siéndolo toda la vida. Por primera vez el proletariado estuvo entonces en condición de moverse independientemente"- F. Engels, "La situación de la clase obrera en Inglaterra".

6. K. Marx, "Crítica al Programa de Gotha".

7. Idem.

8. Citado en R. Castel, idem.

9. Así E. Hobsbawm señala la importancia "del desempleo estructural y cíclico" en el inicio de la industrialización y precisa que, "en ciertos momentos como el de la crisis de los años 1841-42, más de la mitad de los obreros de las industrias inglesas podían verse privados del trabajo" ("Inglaterra, revolución industrial y vida material de las clases populares").

10. Saint Marc Girardin, "Journal des debats", 8 de diciembre de 1831, citado por E. Hobsbawm, "La era de las revoluciones".

11. Sobre la formación como clase independiente, desde el punto de vista de sus intereses de clase en el plano de la organización y el programa de la clase obrera tanto en el siglo XIX como XX, vease Estrategia Internacional n° 10.

12. Carta de Engels a Marx, 7-10-1858. "Correspondencia Marx- Engels".

13. Lenin, "El imperialismo, etapa superior del capitalismo".

14. Lenin, "Bajo una bandera ajena"- OC t. XXII (1914-15, pag. 245-246).

15. Lenin, "La bancarrota de la Segunda Internacional"- OC t. XXII (1914-15, pag. 339).

16. Lenin, "La bancarrota de la Segunda Internacional"- OC t. XXII (1914-15, pag. 339).

17. Lenin, "Cómo la policía y los reaccionarios protegen la unidad de la socialdemocracia alemana"- OC t. XXII (1914-15, pag. 223).

18. Lenin, "Cómo la policía y los reaccionarios protegen la unidad de la socialdemocracia alemana"- OC t. XXII (1914-15, pag. 223).

19. Lenin, "Tesis para el Segundo Congreso de la Internacional Comunista"- OC t. XXXIII (1920, pag. 299)

20. Lenin, "Segundo Congreso de la Internacional Comunista"- OC t. XXXIII (1920, pag. 354).

21. Lenin "El socialchauvinismo la culminación del oportunismo"- OC t. XXII (1914-15, pag. 414-415).

22. Lenin "Engels y Marx acerca de los obreros ingleses"- "Cuadernos sobre el imperialismo"- OC t. XLIV (1920).

23. Lenin, "Segundo Congreso de la Internacional Comunista"- OC t. XXXIII (1920, pag. 354).

24. Lenin "Qué hacer ahora"- OC t. XXII (1914-15, pag. 203-205).

25. Lenin, "Guerra de clases en Dublin"- OC t.XIX (1912-13, pag. 83).

26. Lenin, Carta a Harry Quelch- OC t. XIX (1912-13, pag. 121).

27. Lenin, "El Congreso Socialista Internacional de Suttgart"- OC t. XIII (1907-1908).

28. Lenin "En Norteamerica" -OC t. XIX (1912-13, pag. 14-15).

29. Lenin "Las clases y los partidos en Rusia"- OC t. XIX (1912-13, pag. 424).

30. Lenin "El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo"- OC t. XXXIII (1920, pag. 156).

31. Trotsky, "Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista" en "Escritos Latinoamericanos de León Trotsky". C.E.I.P.

32. León Trotsky, "Sobre Europa y Estados Unidos".

33. León Trotsky, "Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista".

34. E. Hobsbawm, "Historia del siglo XX".

35. "Todos los problemas que habían afligido al capitalismo en la era de las catástrofes parecieron disolverse y desaparecer. El ciclo terrible e inevitable de expansión y recesión, tan desvastador entre guerras, se convirtió en una sucesión de leves oscilaciones gracias- o eso creían los economistas keynesianos que ahora asesoraban a los gobiernos- a su inteligente gestión macroeconómica. ¿Desempleo masivo? ¿Dónde estaba, en Occidente en los años sesenta, si Europa tenía un paro medio de 1,5% y Japón un 1,3%? Solo en Norteamérica no se había eliminado aún. ¿Pobreza? Pues claro que la mayor parte de la humanidad seguía siendo pobre, pero en los viejos centros obreros industriales ¿qué sentido podían tener las palabras de la Internacional´arriba parias de la tierra’ para unos trabajadores que tenían su propio coche y pasaban vacaciones pagadas anuales en las playas de España? Y si las cosas se les torcían ¿ no les otorgaría el estado de bienestar cada vez más amplio y generoso una protección antes inimaginable, contra la enfermedad...? Los ingresos de los trabajadores aumentaban año tras año en forma casi automática ... La gama de bienes y servicios que ofrecía el sistema productivo y que les resultaba asequible convirtió lo que había sido un lujo en productos de consumo diario, y esa gama se ampliaba un año tras otro" .La pertenencia de Hobsbawm al Partido Comunista y su adaptación a la aristocracia obrera le hace pintar esta visión "celestial" del boom olvidándose nada menos que no sólo "la mayor parte de la humanidad seguía siendo pobre" sino que, en los países centrales, existía una superexplotación de trabajadores inmigrantes que no gozaron de ninguno de los "beneficios" del boom.

36. Distintos intelectuales lo conceptualizarían, como Toni Negri y su "obrero masa" o Andre Gorz y su "utopía del trabajo".

37. K. Marx, "El Capital", tI cap. XIII "Maquinismo y gran industria".

38. C. Katz "Tecnología y trabajo en la economía contemporánea".

39. Idem.

40. Robert Castell plantea que la "taylorización" no fue "una operación homogénea lanzada a la conquista del mundo obrero. Su implantación fue lenta y circunscripta a sedes industriales muy particulares: antes de la Primera Guerra Mundial, solo el 1% de la población industrial francesa había sido afectada por esta innovación norteamericana ... Finalmente, estos métodos desbordarán de las sedes industriales que evoca el ‘taylorismo’ para implantarse en las oficinas, los grandes almacenes, el ‘sector terciario’. De modo que, más bien que de ‘taylorismo’, sería preferible hablar del establecimiento de una dimensión nueva de la relación salarial, caracterizada por la racionalización máxima del proceso de trabajo, el encadenamiento sincronizado de las tareas, una separación estricta entre el tiempo de trabajo y el de no trabajo; el conjunto permitía el desarrollo de la producción en masa. En tal sentido, es exacto que este modo de organización del trabajo regido por la búsqueda de la productividad máxima, por el control riguroso de las operaciones, fue un componente esencial de la constitución salarial moderna". Op. Cit.

41. J Hirsch, "Fordismo y posfordismo. La crisis social actual y sus consecuencias". Al análisis del proceso de trabajo exclusivamente, los regulacionistas añaden su preocupación por cómo mantener el orden social vigente contraponiendo teóricamente formas más "civilizadas" a formas "salvajes" de explotación.

42. Trotsky, "Los cinco primeros años de la Internacional Comunista".

43. Ver Estrategia Internacional n° 7.

44. C. Katz, idem.

45. Ver EI n° 7

46. Muto Ichiyo, "Toyotismo".

47. En un estudio sobre la aplicación de estos cambios organizacionales en el proceso de trabajo en una multinacional en un país semicolonial, en un documento de circulación interna de la empresa se da como justificativo para exigir de los obreros un compromiso total con la "exigencia de calidad", los siguientes motivos: " ‘La satisfacción del cliente es la medida del éxito’. Entre los ‘objetivos y desafíos’ figuran el logro de un ‘menor costo y mayor calidad’ y la ‘satisfacción del cliente mayor al 90%’ (sic). Entre los ‘principios fundamentales del éxito de calidad’ se cuenta el siguiente: ‘Cada empleado es un cliente respecto del trabajo realizado por otro empleador o proveedor, con el derecho de esperar un buen trabajo de otros y el deber de contribuir con trabajo de alto nivel para quienes, a su vez, son sus clientes’. Aparecen en esta cita los dos objetivos de toda política empresaria en pro de una mayor calidad: autoexigencia para cada obrero por separado, y competencia para el conjunto. Es notable además, que el capital intente imponer en las relaciones de producción actitudes y valores que caracterizan a las relaciones de intercambio"-"Cambios en el proceso de trabajo en la industria argentina actual: el caso de la industria automotriz", Fabían Fernandez, PIMSA; Documentos y Comunicaciones 1998.

48. Las posiciones de Toni Negri sobre las posibilidades para los trabajadores que traen asociadas los cambios en el proceso de trabajo contrastan con esta realidad tal como analizamos, lo que demuestra el carácter utópico y reaccionario de su posición. : " ‘La intelectualidad de masas’- que engloba a todas y todos aquellos que, sean trabajadores, desempleados o precarios, detentan el conjunto de competencias y de capacidades más comunes (interpretar, comunicar, imaginar, anticipar...) que el proceso de producción posfordista pone en obra estaría lista para autoconstituirse en poder alternativo, porque ‘el proceso de producción de subjetividad, es decir el proceso de producción a secas (¡!), se constituye ‘fuera de la relación con el capital, en el ‘seno’ de los procesos constitutivos de la intelectualidad de masas, es decir en la subjetivización del trabajo’. El proceso social de producción engendra al sujeto colectivo de poder alternativo (dicho de otra manera: el sujeto de la revolución comunista proletaria)." (La cita es extraída del último libro de Andre Gorz.) Como vemos, los teóricos de la autogestión en los ‘70 o de la autonomía en los ‘90, buscan atajos cada vez más utópicos, fantasiosos, verdaderos inventos de la realidad virtual, y por lo tanto cada vez más reaccionario y embellecedor por "izquierda", "radicalizado", de la mayor superexplotación asociado al llamado posfordismo, para superar la verdadera dificultad de la liberación de los trabajadores del capital, que solo puede ser conseguida mediante la revolución proletaria y la destrucción del estado burgués. A su vez, esta huida hacia delante rehuye a la tarea concreta de luchar contra las burocracias obreras.

49. "Management by stress", Technology Review, Oct 1988, citado por Rifkin "El fin del trabajo".

50. Datos extraídos de Andre Gorz, "Miserias del presente, riqueza de lo posible".

51. Katz, ídem.

52. El ejemplo de una de las ramas de punta del capitalismo, tanto en términos de inversión, de alta concentración, de importante inversión tecnológica, y su carácter transnacionalizado, como es la rama automotriz, sintetiza muchos de los cambios que hemos planteado a lo largo de este artículo: "a) Crece el empleo a nivel absoluto en la rama a nivel mundial; b) Hay una tendencia relativamente creciente a reubicar las actividades industriales que exigen una densidad elevada de mano de obra en los países de salarios más bajos; c) No crece el empleo en la rama o lo hace de manera muy atenuada en los países capitalistas centrales; d) Aumenta la cantidad absoluta y relativa de mujeres en la producción; e) Hay más trabajadores temporarios, tanto en términos absolutos como relativos con respecto al conjunto de trabajadores ocupados en la rama; f) La proporción de trabajadoras temporarias femeninas es mayor que trabajadores temporarios masculinos para el conjunto de la rama; g) La disparidad entre salarios masculinos y femeninos se mantiene o tiende a incrementarse; h) Bajan los salarios reales en los países de ingresos más altos, especialmente entre los trabajadores poco calificados; i) Se reduce la jornada laboral en algunos países de ingresos más elevados, como en Alemania; j) Se incrementan los horarios efectivos de trabajo en los países de ingresos más bajos; k) Hay un importante aumento del empleo en las áreas de comercialización; l) Se achican las diferencias entre los trabajadores peor pagos de los países capitalistas centrales y los mejor pagos de los países capitalistas dependientes"- "Cambios en el proceso de producción en la rama automotriz a escala mundial. Notas introductorias para su descripción", Roberto Tarditti, PIMSA, idem.

53. Datos extraídos de la Oficina de Estadísticas del Gobierno de Estados Unidos.

54. Ya Marx, en contra de Adam Smith, señalaba que los transportes forman parte de la producción material: "Además de la industria extractiva, la agricultura y la manufactura, existe una cuarta esfera de la producción material que también pasa por las diferentes etapas de industria artesanal, manufactura e industria mecánica; se trata de la industria del transporte que traslada personas o mercancías". "Teorías sobre la Plusvalía".

55. También era impensable que los trabajadores de hospitales pudieran jugar en esos años un rol combativo siendo hoy día uno de los sectores, tanto en los países imperialistas como semicoloniales, de mayor participación huelguística.

56. Kim Moody "The industrial working class today: why it still matter or does it?"

57. Blackwell, 1992.

58. Kin Moody, idem.

 

Un programa revolucionario para un sujeto revolucionario

Hemos planteado en los artículos precedentes que el resultado lógico de la acumulación capitalista lleva a una reducción del tiempo de trabajo, reemplazando trabajo vivo por trabajo muerto, y que a medida que la gran industria, y más aún la industria capitalista a fines del siglo XX, abarca cada vez más áreas de la sociedad, el proceso de producción está cada vez más determinado por el avance general de la ciencia y del progreso de la tecnología. O en otras palabras, que es cada vez menos dependiente del tiempo de trabajo inmediato empleado en la producción. Esta es la significancia histórica de los últimos avances tecnológicos, en especial la robótica, cuyo potencial liberador permitiría reducir cualitativamente el tiempo de trabajo necesario, aumentando, masivamente, el tiempo libre o para el ocio. Sin embargo, como hemos planteado a lo largo de este texto, la introducción de la técnica en el capitalismo, incluso la orientación de los mismos avances científicos, no tiene un carácter neutro. La misma es orientada y determinada por la valorización del capital, lo que, en manos de la burguesía, convierte a la tecnología y la ciencia en fuentes de mayor opresión de la sociedad capitalista y no en fuentes de liberación del "reino de la necesidad".

Cuanto mayores son las potencialidades de esta liberación, volvemos a repetir, como podría ser con la generalización de la robótica o las maravillas de internet, o de la organización de la producción que las mismas permiten en escala mundial, más agudamente resalta y se pone de manifiesto el carácter cada vez más irracional de la producción capitalista. Como decía Marx: "El robo del tiempo de trabajo ajeno, sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable comparado con este fundamento, recién desarrollado creado por la gran industria misma". Si esto fue dicho como brillante anticipación, hace casi ciento cincuenta años, cuando el desarrollo de la gran industria en la época de Marx era todavía muy incipiente, cuán miserable se convierte la apropiación privada de la producción cada vez más socializada a fines del siglo XX, lo que muestra el carácter cada vez más parasitario e irracional del modo de producción capitalista y es la muestra más contundente de su decadencia o que ha dejado de ser un sistema de producción que desarrolla las fuerzas productivas.

Cuán diferente sería la cuestión en un régimen sin clases, en donde la apropiación por los mismos productores, significaría por el contrario una reducción progresiva del tiempo de trabajo, y con ello, una liquidación de la división social del trabajo entre productores y administradores, y entre trabajo manual e intelectual, típica de toda sociedad de clases. Esto lo describió Marx en forma brillante en los Grundrisse: "La creación de mucho disposable time (tiempo libre disponible)- aparte el tiempo de trabajo necesario-, para la sociedad en general y para cada miembro de la misma (esto es, margen para el desarrollo de todas las fuerzas productivas del individuo y por ende también de la sociedad), esta creación de tiempo de no-trabajo, se presenta desde el punto de vista del capital, al igual que en todos los estadios precedentes, como tiempo de no-trabajo o tiempo libre para algunos... Su tendencia empero, es siempre por un lado la de crear disposable time, por otro, la de to convert it into surplus labor (convertirlo en plustrabajo). Si logra lo primero demasiado bien experimenta una sobreproducción y entonces se interrumpirá el trabajo necesario, porque el capital no puede valorizar surplus labor (plustrabajo). Cuanto más se desarrolla esta contradicción, tanto más evidente se hace que el crecimiento de las fuerzas productivas ya no puede estar ligado a la apropiación del surplus labor ajeno, sino que la masa obrera misma debe apropiarse de su plustrabajo. Una vez que lo haga- y con ello el disposable time cesará de tener una existencia antitética-, por una parte, el tiempo de trabajo necesario encontrará su medida en las necesidades del invididuo social, y por otra el desarrollo de la fuerza productiva social será tan rápido que, aunque ahora la producción se calcula en función de la riqueza común, crecerá el disposable time de todos. Ya que la riqueza real es la fuerza productiva desarrollada de todos los individuos"1. Y en el mismo sentido: "La economía efectiva- ahora- consiste en el ahorro del tiempo de trabajo; (minimizar-y reducción al mínimo- de los costos de producción); pero este ahorro se identifica con el desarrollo de la fuerza productiva. En modo alguno, pues, abstinencia del disfrute sino desarrollo de power (poder), de capacidades para la producción, y, por ende, tanto de las capacidades como de los medios de disfrute. La capacidad de disfrute es una condición para este, por tanto, primer medio del disfrute, y esta capacidad equivale al desarrollo de una aptitud individual, fuerza productiva. El ahorro del tiempo de trabajo corre parejo con el aumento del tiempo libre, o sea, tiempo para el desarrollo pleno del individuo, desenvolvimiento que a su vez reactúa como máxima fuerza productiva sobre la fuerza productiva del trabajo. El tiempo libre- que tanto es tiempo para el ocio como tiempo para actividades superiores- ha transformado a su poseedor, naturalmente en otro sujeto, en cuanto entra entonces también, en cuanto ese otro sujeto en el proceso inmediato de la producción"2.

La agudización de la contradicción entre las potencialidades liberadoras de las nuevas tecnologías para el desarrollo del trabajo humano y su encorsetamiento en las relaciones de producción capitalista, plantean más que nunca no solo la posibilidad sino la necesidad de la revolución socialista internacional como única salida progresiva para la humanidad. Esta es la única vía para superar la cada vez más miserable base de la producción actual basada en el robo del tiempo de trabajo ajeno, que de no triunfar, condenará a la humanidad a nuevas guerras y catástrofes.

Sólo la revolución socialista internacional puede impedir la perspectiva de creciente descomposición y destrucción de las fuerzas productivas a través de nuevos cracks y depresiones, incluso a través de guerras, sin descartar nuevas conflagraciones imperialistas.

Frente a la cada vez mayor irracionalidad capitalista, se hace cada vez más necesaria la organización de la producción sobre un plan racional. Sólo un régimen de productores y consumidores que base la asignación de recursos en un plan científico y racional democráticamente discutido y elaborado, puede augurar un destino progresivo a la humanidad y utilizar los enormes avances científicos y tecnológicos para liberar a la humanidad de la compulsión del trabajo. Este régimen tiene nombre y apellido: el socialismo, su método, la revolución socialista internacional.

Contra tanta estupidez que ya sea por razones histórico-políticas (fracaso de los llamados regímenes "comunistas", o en términos marxistas, la utilización ideológica por la burguesía de la debacle de la utopía reaccionaria de la construcción socialista en un solo país), o catastrofistas tecnológicos que dan por muerto al proletariado y a su programa la revolución socialista internacional, esta perspectiva sigue siendo la única alternativa realista.

El reparto de las horas de trabajo: una medida transicional a la irracionalidad de la producción capitalista

Hemos planteado cómo con el capital los avances científicos y tecnológicos, lejos de permitir una disminución de la carga del trabajo, significan un aumento del mismo. Esta cuestión no solo es irracional, sino que también es antieconómica ya que, el aumento de la densidad de máquinas, significa una mayor tensión en el trabajo que debe ir compensada con una reducción en la jornada de trabajo. El mismo Marx lo plantea de la siguiente manera: "En un punto determinado (el trabajo) debe perder en intensidad lo que gana en extensión. Pero la misma relación se establece igualmente en el sentido inverso. Reemplazar la cantidad por el grado no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta, hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo resulta de una mayor condensación del trabajo, que incluye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores- velocidad y amplitud masa de las máquinas- se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en la que el aumento de una excluye necesariamente el de la otra"3.

La economía burguesa actual, siguiendo como la sombra al cuerpo las crecientes dificultades de acumulación del capital, por razones de clase jamás podrá entender esto. Su búsqueda de mayor productividad aumentando hasta límites intolerables la carga del trabajo, (cuestión que no ha sido otra que lo que buscan con la flexibilidad laboral y la polivalencia), aunque en lo inmediato aparece como un aumento de la productividad- menos obreros hacen el mismo trabajo- redunda en el mediano plazo en una menor productividad del trabajo tomado este no desde un ángulo "productivista". sino como fuerza productiva. Es esta contradicción la que no pueden entender enceguecidos en su sed de aumentar la valorización del capital, pero deprimiendo a mediano plazo, el valor de uso para el capital de la fuerza de trabajo, única productora de valor y plusvalor.

Pero no se trata de razones económicas las que están en juego: la lucha por la reducción del tiempo de trabajo es una medida indipensable para que la clase obrera no sea convertida por las "usurpaciones tiránicas del capital" en una "bestia de carga", "mejorando física, moral e intelectualmente a la clase obrera" . Como dice Marx en su folleto "Salario, precio y ganancia": "Al esforzarse por reducir la jornada de trabajo a su antigua duración razonable, o, allí donde no pueden arrancar una fijación legal de la jornada normal de trabajo, por contrarrestar el trabajo excesivo mediante una subida de salarios- subida que no basta con que esté en proporción con el tiempo adicional que se les estruja, sino que debe estar en una proporción mayor, los obreros no hacen más que cumplir con un deber para consigo mismos y para con su raza. Se limitan a refrenar las usurpaciones tiránicas del capital. El tiempo es el espacio en el que se desarrolla el hombre. El hombre que no dispone de ningún tiempo libre, cuya vida, prescindiendo de las interrupciones puramente físicas del sueño, la comida, etc, está toda ella absorbida por su trabajo para el capitalista, es menos todavía que una bestia de carga. Físicamente destrozado y espiritualmente embrutecido, es una simple máquina para producir riqueza ajena". Y en los Manuscritos de 1861-63 agrega: "Así, se crea también tiempo libre para los trabajadores, y la intensidad de un trabajo determinado no suprime la posibilidad de una actividad en otra dirección (de otro contenido) que puede por el contrario aparecer como un descanso (recuperación de las fuerzas) y tener este efecto. De ahí las consecuencias excepcionalmente ventajosas que este proceso (la reducción de la jornada normal de trabajo) ejerce - considerado desde un punto de vista estadístico- sobre la mejora física moral e intelectual de la clase obrera". Como vemos, lejos de un humanismo en general, o un individualismo pequeñoburgués, tan común en las posiciones de los intelectuales reformistas, la lucha por la reducción de la jornada de trabajo está indisolublemente ligada a la lucha contra la explotación, y por convertir a la clase obrera en sujeto de la revolución socialista.

Pero el proletariado sólo puede lograr esto mediante su lucha. A fines del siglo XX la burguesía condena más y más a los trabajadores a convertirse cada vez más en meras "bestias de carga", por medio de una ofensiva redoblada sobre sus conquistas, obtenidas luego de enormes esfuerzos y sacrificios de la lucha de la clase obrera mundial.

Las imágenes del capitalismo del siglo XIX y su enorme pauperización de las condiciones de la vida obrera, vuelven a reaparecer en toda su magnitud al lado de los maravillosos adelantos de la técnica. Es que a pesar de que el trabajo históricamente está cada vez más determinado por el desarrollo de la ciencia y de la tecnología incorporada a la producción (trabajo muerto) que por el trabajo vivo, el capital necesita siempre una fuente cada vez mayor de valorización, de robo de trabajo ajeno. Así, a fines del siglo XX, se combinan junto a los adelantos tecnológicos, el aumento en la intensidad del trabajo, el crecimiento de la jornada laboral, un mayor número de horas trabajadas, la mayor precarización del empleo y un aumento descomunal de la desocupación. El capital sólo puede sobrevivir a costa de superexplotar a la clase obrera, rebajando sistemáticamente sus condiciones de reproducción, mientras arroja a decenas de millones a la desocupación, demostrando así que ni siquiera es capaz de mantener y reproducir a sus propios esclavos asalariados. Esto es sin lugar a dudas una muestra más de que el capital debe perecer.

Por eso, en la época imperialista, agudizada actualmente por el salto en la crisis de acumulación del capital, la lucha por la disminución de la jornada de trabajo o el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, se transforma, a diferencia del siglo XIX, en donde el capital todavía desarrollaba las fuerzas productivas, en una cuestión de vida o muerte para la clase obrera como única clase que puede dar una salida progresiva a la decadencia de la sociedad capitalista. Esta prioridad social imperativa no debe ser subordinada a ninguna razón económica, llámese "competitividad" o "rentabilidad de la empresa". Como dice Trotsky en el Programa de Transición: "Bajo pena de entregarse voluntariamente a la degeneración, el proletariado no puede tolerar la transformación de una multitud creciente de obreros en desocupados crónicos, en menesterosos que viven de las migajas de una sociedad en descomposición. El derecho al trabajo es el único derecho que tiene el obrero en una sociedad fundada sobre la explotación. No obstante se le quita ese derecho a cada instante. Contra la desocupación tanto de "estructura" como de "coyuntura" es preciso lanzar la consigna de la escala móvil de las horas de trabajo. Los sindicatos y otras organizaciones de masas deben ligar a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de él por medio de los compromisos mutuos de la solidaridad. El trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y así es como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario de cada obrero permanece igual al de la antigua semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado sigue el movimiento de los precios. No es posible aceptar ningún otro programa para el actual período de transición ... Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la unica clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen de los males por él mismo engendrados, no le queda otra cosa que morir".

Frente al agudizamiento de la crisis económica actual, que ya llevó a la desocupación a decenas de millones de trabajadores en sus dos años de desarrollo, y que amenaza con muchos más, sin que pueda descartarse, incluso, una depresión económica como la del ‘30 (que en la situación actual será veinte veces peor, debido a que se parte de una base muy alta de desocupados), el proletariado debe plantear bien alto su bandera.

En primer lugar, se trata de impedir que los nuevos despedidos sean dejados a su suerte por la patronal. Recordemos lo que decía la Internacional Comunista: "La primera tarea que es preciso proponer a los obreros y a los comités de fábrica es la de exigir el mantenimiento, a cuenta de la empresa, de los obreros despedidos por falta de trabajo. En ningún caso se tolerará que los obreros sean arrojados a la calle sin que la empresa se ocupe de ellos. El patrón debe pagar a sus desocupados su salario completo. He aquí la exigencia alrededor de la cual hay que organizar no solamente a los desocupados sino también a los obreros que trabajan en la empresa, explicándoles al mismo tiempo que el problema de la desocupación no puede ser resuelto en el marco capitalista y que el mejor remedio contra la desocupación es la revolución social y la dictadura del proletariado"4. Desde este ángulo, se trata de levantar un programa transicional, partiendo de medidas mínimas tales como la lucha contra los despidos, un seguro de desempleo inmediato para todos los trabajadores en paro forzoso y otras, articuladas con medidas transicionales como el reparto de las horas de trabajo como el comienzo de un programa del proletariado si éste no quiere cargar el enorme peso de la crisis.

Este programa se plantea como el punto de partida para lograr el frente único de las masas proletarias frente a la ofensiva capitalista, contra la política de dividir las filas obreras, avalada por las direcciones oficiales del movimiento obrero.

En este marco, la consigna de abolición del secreto comercial y el control obrero de la producción juega un papel clave. En momentos de agudizamiento de la crisis capitalista, esta consigna puede jugar un rol central como política transicional antes que el conjunto de la clase haya comprendido la necesidad de la revolución socialista. Como dice Trotsky: "Bajo la influencia de la crisis, el desempleo y las manipulaciones predatorias de los capitalistas, la clase obrera en su mayoría podría estar lista para luchar por la abolición del secreto comercial y por el control sobre los bancos, el comercio y la producción antes de que haya llegado a comprender la necesidad de la conquista revolucionaria del poder".

En condiciones de crisis económica aguda o de agravamiento de la crisis económica estructural del capitalismo, aunque todavía no haya emergido a escena el movimiento de masas, la consigna de control obrero juega un rol fundamental. Es que, como explica Trotsky, preparar al proletariado para una contraofensiva "requiere consignas que determinen la perspectiva del movimiento. El período de propaganda tiene que preceder inevitablemente a la penetración de la consigna en las masas"5. En una situación de enorme desocupación como era el caso de Alemania en los ‘30, Trotsky mostraba el enorme rol transicional de esta consigna como puente para lograr la movilización revolucionaria de las masas hacia la revolución proletaria: "El control de la producción en Alemania contemporánea en las condiciones de la crisis actual, significa no solamente el control sobre las empresas que funcionan, sino también de las que funcionan a medias, o de las que permanecen inactivas. Esto presupone, como es natural, la asociación en el control de los obreros que trabajaban en las empresas antes de que se cerrasen. La tarea debe ser la siguiente: hacer funcionar las empresas muertas, bajo la dirección de comités de fábrica y sobre la base de un plan económico. Esto hace surgir inmediatamente la cuestión de la gestión estatal de la producción, es decir, de la expropiación de los capitalistas por el gobierno obrero. El control obrero no es, por lo tanto, un estado durable, normal como son los contratos colectivos o los seguros sociales. El control es una medida transitoria en condiciones de una tensión extrema de la lucha de clases y solo es concebible como un puente hacia la nacionalización revolucionaria de la industria".

La aplicación de cualquiera de estas medidas no depende de la buena voluntad de los capitalistas sino de la relación de fuerzas que solo puede ser resuelta por la lucha. Sobre la base de ésta, cualquiera que sean los éxitos prácticos inmediatos, los obreros comprenderán la necesidad de abolir el trabajo asalariado al mismo tiempo que constituirán un verdadero aprendizaje para los explotados y oprimidos de cómo es posible planificar sobre bases racionales el conjunto de la economía nacional, cuestión que será lograda mediante la expropiación de la industria, la nacionalización de la banca y el monopolio del comercio exterior, que solo se podrán garantizar quebrando la resistencia de la burguesía y su estado, y conquistando el poder político por los trabajadores: es decir en una dictadura del proletariado basada en los soviets armados.

De la negativa de la burguesía al reparto de las horas de trabajo...

La burguesía es enemiga irreconciliable de la disminución de la jornada laboral. Es que, como plantea Marx, tal medida fortalecería "física, moral e intelectualmente" su enemigo mortal, el proletariado. Toda conquista obrera desde las más mínimas, hasta las más avanzadas, fue subproducto de la acción revolucionaria de las masas. La burguesía jamás concederá gratuitamente ni consentirá en la disminución de la jornada de trabajo.

El caso del gobierno Roosevelt en el medio de la Gran Depresión que se desarrolló luego del crack del ‘29 es ilustrativo. En cuatro años, la desocupación creció en forma descomunal. En octubre de 1929 menos de un millón de personas se hallaban desocupadas. En diciembre de 1931, eran más de diez millones de norteamericanos los desempleados. Seis meses más tarde se elevaba a trece millones. En el pico de la depresión, en marzo de 1933, la cifra se elevó hasta quince millones de personas. Así como ahora, una enorme cantidad de economistas culpó a la "revolución tecnológica" de los años ‘20 de ser causante de la depresión. La enorme catástrofe social provocó millones de hambrientos. Las marchas de hambrientos sacudían los Estados Unidos, como la que alcanzó la ciudad de Washington. La enorme presión llevó a que los dirigentes de la AFL (Federación Americana del Trabajo), argumentaran que si la nación quería evitar la extensión de esta situación y el aumento de los desocupados era necesario que la comunidad empresarial compartiese sus ganancias en productividad con los trabajadores en forma de reducción en las horas de trabajo. El 20 de Junio de 1932, el Comité Ejecutivo de la AFL le exige al presidente Hoover la convocatoria de una conferencia de líderes empresariales y sindicales para poner en marcha la semana de 34 horas con el fin de "crear oportunidades de trabajo para millones de hombres y mujeres desempleados". Algunas empresas como la Kellogg’s, Sears Roebuck, Standard Oil de New Jersey, recortaron de forma voluntaria sus semanas laborales hasta dejarlas en treinta horas. Rifkin relata en su libro que:"la dirección de Kellogg’s argumentaba que sus trabajadores debían poder beneficiarse de los incrementos en productividad disfrutando de semanas laborales más cortas y salarios más altos. La empresa produjo informes en los que se demostraba que la reducción de las horas de trabajo mejoraba el entusiasmo y la eficacia en el mismo. En 1935 la empresa publicó un detallado estudio en el que se mostraba que después de "cinco años trabajando seis horas al día, los costos unitarios estructurales (o generales) se habían reducido en un 25% ... los costes de mano de obra se habían reducido en un 10% ... los accidentes laborales habían disminuído en un 41% ... y el número de personas trabajando en Kellogg’s se había incrementado en un 30% respecto a 1929"6. Esta política se fue extendiendo a otras fábricas. Algunos senadores comenzaron a solicitar, incluso por radio, el apoyo a los americanos para una "enmienda de treinta horas de trabajo por semana" prediciendo que su aplicación conduciría a la inmediata creación de más de 6,5 millones de puestos de trabajo (enmienda Black). Para sorpresa generalizada del país, el día 6 de Abril el Senado aceptó dicha enmienda obligando a toda empresa con negocios interestatales y con el extranjero a una semana de 34 horas. Labor, una publicación sindicalista publicó un titular sensacional: "Gran victoria". La enmienda pasó a la Cámara de Representantes en donde se pronosticaba una rápida aprobación. El país entero creía que iba a ser el primero en trabajar 34 horas. "Pero la excitación en el país iba a durar poco. El presidente Roosevelt- presionado por los principales líderes empresariales del país- se movilizó rápidamente para bloquear el trámite parlamentario. Mientras la Administración reconocía que una reducción en el número de horas trabajadas generaría puestos de trabajo a corto plazo y dispararía el poder adquisitivo, a Roosevelt le preocupaba que tuviera un impacto negativo a largo plazo, por lo que frenó el crecimiento ... La comunidad empresarial, a pesar de estar a favor de las estrategias a corto plazo para la reducción en el número de las horas trabajadas, se oponía a la legislación federal que hubiese institucionalizado una semana de 34 horas y, la hubiese convertido en una característica permanente de la economía americana". La dirección de la AFL capituló a esta política de Roosevelt a cambio de mantener la prerrogativa sobre la negociación colectiva que Roosevelt promulgó.

Este ejemplo, que hemos contado extensamente, ya que se trataba del país más rico del mundo y con mayor productividad, es elocuente de la oposición irreconciliable de la burguesía a la institucionalización de una reducción de la jornada laboral. Los motivos, como demuestra el ejemplo de Kellog’s, no son de "racionalidad económica" (argumento tantas veces utilizado por la burguesía para despedir), ni que no vieran las ventajas inmediatas de tal medida, sino que aceptar una reducción de la jornada de trabajo, liquida o disminuye cualitativamente la principal arma que tiene la burguesía (en tiempos normales cuando todavía no se ve decidida a acudir al fascismo), para reducir o deprimir el valor de la fuerza de trabajo, y por tanto aumentar la explotación: el ejército industrial de reserva. Con artera conciencia de clase, el capital más concentrado era conciente de que una medida de este tipo no sólo cuestionaría a mediano plazo sus ganancias sino que, lo peor de todo, fortalecería a su enemigo de clase. La breve recuperación coyuntural del empleo a mediados de los ‘30 fue una muestra de esto: luego de luchas heroicas de resistencia como la de los teamsters de Minneapolis o las automotrices de Toledo, con la recuperación económica coyuntural se generalizaría una oleada de huelgas en Estados Unidos que llevaría a la conformación de la CIO (Congreso de Organizaciones Industriales).

Hoy, en el medio de la agudización de la crisis de acumulación capitalista, y cuando el desempleo se ha transformado en un problema estructural y crónico, esperar que la burguesía y sus gobiernos reduzcan voluntariamente la jornada de trabajo, es no sólo el peor de los reformismos, sino utópico y reaccionario. El caso francés donde el gobierno de Jospin ha aprobado una ley en este sentido, es una total farsa que va ligada a la introducción de la flexibilidad laboral y a una disminución del salario, a parte de que la misma queda sujeta a una serie de resguardos en su aplicación a disposición de la patronal. El mismo Jospin se encargó de mostrar el carácter propatronal de la misma cuando dijo: "Si la semana de 35 horas fuera establecida inmediatamente y pagada como si fuera de 39 horas, representaría un costo inaceptable para las empresas y por ende, sería una decisión antieconómica". Una muestra del carácter estafador de esta política, aprobada en Junio de 1998, en un primer balance hecho a fines de Enero, festejado por la burocracia sindical de la CFDT, es que la reducción de la jornada laboral al "estilo francés" ha permitido desde el año 1996, la creación de sólo ... cincuenta y cuatro mil nuevos puestos de trabajo, y ha evitado la destrucción de otros veinte y un mil. Como se ve, una miseria. Es que, lejos de una "medida progresiva", encubre una política reaccionaria que busca desviar el justo reclamo del conjunto de la clase obrera. Es que, como hemos explicado a lo largo de todo este artículo, el desempleo no es "tecnológico" ni "demográfico" ni "natural", sino que es un arma conciente de la patronal para precarizar el empleo, flexibilizar el trabajo y reducir los salarios. Creer que el capital cederá a este reclamo en una mesa de negociaciones es negar el capitalismo, sus leyes de acumulación y creerse el cuento (la mentira interesada) de los agentes a sueldo de la patronal, las burocracias sindicales, socialdemócratas o neocomunistas de que es posible un "capitalismo humanizado". Contra la guerra declarada del capital, sólo es posible la lucha revolucionaria bajo un programa intransigente del proletariado que comience con el reclamo del reparto de las horas de trabajo en su lucha contra la explotación capitalista. No hay atajo reformista posible. Como dice Trotsky: "Sobre la base de esta lucha, cualquiera que sean los éxitos prácticos inmediatos, los obreros comprenderán, en la mejor forma, la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista"7.

... a la resignación de los intelectuales liberales y la izquierda reformista

La guerra declarada de la patronal sobre la clase obrera, la llamada "ofensiva neoliberal", o en otras palabras, el intento de la patronal de reducir el valor de la fuerza de trabajo sin recurrir a la guerra civil (fascismo) contra las posiciones de la clase obrera, sino con el arma de la hiperdesocupación, que va asociado a un debilitamiento de los sindicatos, y que sólo fue posible luego del desvío-derrota del ascenso revolucionario del ‘68-’76, ha llevado a muchos intelectuales liberales y a la izquierda reformista, a resignarse teórica y políticamente a la misma. Incapaces de comprender que lejos de una "crisis del trabajo" hay una crisis de la relación social que se basa en la explotación del trabajo asalariado, esto es, una crisis de acumulación capitalista. Es así que sus políticas combinan la aceptación de la "racionalidad económica" del capital en la producción8 (renunciando conciente o inconcientemente a toda sociedad superior), con una sarta de propuestas utópicas y reaccionarias que si no son directamente propatronales, embellecen la ofensiva capitalista en el mejor de los casos. Es necesario marcar a fuego estas políticas que pueden sembrar la mayor confusión, sobre todo en el movimiento de desocupados, debido a la situación de sin salida en que el mismo se ve como consecuencia no solo de la crisis capitalista, sino de la política de las burocracias sindicales que controlan los sindicatos que deja a aquel, el sector más pauperizado de la clase obrera, librados a su suerte. Más aún, el peor crimen de esta política, es que divide la lucha de ocupados y desocupados contra la ofensiva capitalista.

Así, Rifkin plantea como salida a la desocupación, lo que el denomina el "tercer sector". Este "tercer sector", hasta el momento, fue "colocado en los márgenes de la vida pública, apartado por el creciente dominio del mercado y de las esferas del gobierno", y visto que el sector privado y público en cuanto a su utilización de empleo vienen decayendo, plantea la "posibilidad de resucitar y transformar el tercer sector y convertirlo en vehículo para la creación de una interesante era posmercado". Frente a la disminución de las prestaciones sociales del Estado, Rifkin plantea que "las organizaciones comunitarias y las asociaciones sin ánimo de lucro asuman mayores responsabilidades para la atención de las necesidades tradicionalmente atendidas por el gobierno", y propone promulgar una legislación adecuada para proporcionar a los millones de americanos desempleados un trabajo útil en servicios útiles del tercer sector, a cambio de reducciones impositivas como salario o lo que el llama un "salario social".

En otras palabras, esta política lejos de ser una salida para la desocupación es cómplice del ataque a la reducción de las prestaciones sociales que busca la ofensiva capitalista, creando una fuerza de trabajo barata que se haga cargo de las mismas y aumentando la presión sobre el salario y el empleo de los trabajadores del Estado. Es una medida claramente antiobrera que no por casualidad fue rechazada abiertamente hasta por las organizaciones sindicales de los empleados públicos en Estados Unidos dirigida por la burocracia de la AFL-CIO. La historia sindical del movimiento obrero norteamericano está lleno de ejemplos de luchas contra la utilización de trabajadores "voluntarios". Pero lo más reaccionario de esta política es que la plantea como una "alternativa a los pagos y beneficios de la asistencia pública, para los empleados permanentes dispuestos a ser reeducados y empleados en el tercer sector". Es decir que propone su política como alternativa de los subsidios al desempleo. La identidad de esta política con la política neoliberal de liquidar o reducir el mismo, con la excusa cínica de que el subsidio no genera el incentivo para que el desocupado vuelva a trabajar, no es mera casualidad. El "neoliberalismo social" de Rifkin, no es otra cosa que neoliberalismo. No por casualidad, fue asesor de Clinton.

Gorz propone como variante lo que el llama "espacios de autoactividad". Como ejemplos de estos últimos en su libro "Metamorfosis del Trabajo", plantea el ejemplo de "los habitantes de un inmueble o de un barrio que en lugar de comprar el pan caro en la panadería, se asocian para instalar un horno a leña y fabricar, durante su tiempo libre, pan biológico"(sic). En su último libro, retoma la idea de los "círculos de cooperación" que permita a la gente cambiar directamente entre ellos prestaciones o productos, sobre la base no del dinero clásico, sino sobre la base de una "moneda-trabajo" o "moneda-tiempo". Estos círculos, "no abolen la moneda ni incluso el mercado; pero abolen el poder del dinero, las ciegas leyes del mercado y su opacidad". Esta caricatura de reformismo de Gorz, de conquistar "espacios de autoactividad" al margen del mercado, es poco menos que ridículo. Cuando la lógica del capital penetra hasta el último poro de la sociedad, como hemos mostrado, hasta en los trabajos más inmateriales como el del programador por nombrar solo uno, cuando la lógica de la valorización capitalista se impone en todos los ámbitos de la producción, este dualismo que propone, es no solo utópico sino reaccionario y medieval. Su lógica de generar espacios de reproducción artesanal cuando las posibilidades de la ciencia y la tecnología permiten, como muestran las transnacionales, organizar la producción planificadamente, no sólo al interior de una firma, sino sobre el conjunto de la economía mundial si se liquidara la apropiación privada de la riqueza.

Pero lo más pernicioso de la propuesta de Gorz y otros intelectuales es el llamado "ingreso de ciudadanía". Esto es, la asignación de un ingreso que no esté ligado al empleo. Contra el "ingreso de existencia" (mínimo), Gorz opone un "ingreso suficiente". Liberales y reformistas discuten lo que llaman el precio de la "exclusión". El engaño del ingreso universal se transforma ahora en un arma de guerra contra la seguridad social. Gorz intenta desligarse de estas variantes, pero conciente o inconcientemente, el llamado "ingreso de ciudadanía" desalienta a los desocupados a la lucha por el trabajo para todos y a los trabajadores ocupados a dar la pelea por el reparto de las horas de trabajo. Lo más nefasto de todo es que al separar el derecho al empleo del derecho al ingreso, separa la lucha de ocupados y desocupados, ayudando objetivamente a la ofensiva de la patronal y el regimen capitalista de explotación, que busca perpetuar al ejército de reserva para pauperizar las condiciones de existencia del conjunto de la clase obrera. La respuesta al carácter utópico en el marco del capitalismo, de un "ingreso de ciudadanía" desligado del problema del empleo, la dio el jefe de la patronal francesa contra el reclamo del movimiento de desocupados, cuando dijo: "Si la diferencia entre el salario mínimo y los subsidios es demasiado poca, la incitación a buscar empleo se debilita"9.

Por su parte, la tesis de la exclusión social juega este mismo rol reaccionario separando a la "exclusión" (desocupación) del avance de la explotación del conjunto de la clase obrera. Todas estas políticas sólo pueden desalentar y son un obstáculo en la necesidad de lograr la unidad de la clase obrera en su lucha contra el capital.

Las direcciones oficiales del movimiento obrero, cómplices y parte de la "racionalización capitalista"

Como hemos demostrado a lo largo de este dossier, la crisis de acumulación capitalista, y desde los ‘80 la llamada ofensiva neoliberal, ha significado un cambio en la forma de explotación del trabajo y una transformación de la clase obrera con el aumento de la precarización, el subempleo, el desempleo y el trabajo en negro. Esta ofensiva reaccionaria ha tenido resultados desiguales según los países, siendo los Estados Unidos dentro de los países imperialistas, el lugar donde más se ha avanzado. Esto se explica por la enorme desocupación de los años ‘79- ‘82, tan solo en la industria automotriz se perdieron 200.000 empleos, en donde la economía norteamericana estaba en recesión, la más fuerte desde la posguerra, así como las derrotas sufridas por la clase obrera, en especial al inicio del gobierno de Reagan, la derrota de la huelga de los controladores aéreos, que envalentonó la ofensiva patronal. La recesión del ‘90, el fin del gobierno Bush, comienzo de Clinton, permitió una nueva vuelta de tuerca de esta ofensiva antiobrera. Sin embargo, esta ofensiva antiobrera no podría haber pasado si no fuera por la complicidad y claudicación de las direcciones oficiales del movimiento obrero que se hicieron parte de los planes racionalizadores de las empresas. En los nuevos convenios contractuales, las direcciones sindicales cedieron concesiones en cuanto al salario (desindexación parcial, fórmulas de reparto de las utilidades que hacen depender el salario de las utilidades logradas por la empresa) y las condiciones de trabajo ("círculos de calidad" y "grupos de trabajo"), a cambio de algunas contrapartidas (en lo general, con respecto a la formación, y a menudo moratorias o suspensiones de cierres de fábricas anunciados por las compañías). Su inicio corresponde a la renegociación del contrato de la Chrysler en el momento que ésta estaba cerca de la quiebra en el año 1982, y donde bajo la presión formidable del gobierno norteamericano, que hace depender un préstamo de la Chrysler de concesiones pedidas al sindicato, la UAW (el poderoso sindicato de la industria automotriz) firma un contrato leonino con enormes pérdidas de conquistas (suspensión del aumento automático y sistemático del salario por hora nominal, de los aumentos ligados a la inflación, y el abandono de los días feriados pagados), luego de años de avances en la negociación colectiva. Luego esta política de adaptación de las direcciones sindicales se generalizó al conjunto del movimiento obrero y ha significado un enorme retroceso de las conquistas de la clase obrera. Esto es lo que explica el "milagro" de la creación de empleos en Estados Unidos.

En Europa, la socialdemocracia en el gobierno no propone nada mejor, como muestra el hecho de que, para bajar el desempleo, esta agencia de los imperialismos europeos, propone como ejemplo el "modelo americano". En el IV Congreso de los socialistas europeos, en lo que los analistas burgueses consideran la apertura de una "nueva era" en la política laboral europea, el hasta entonces representante del ala "izquierda" de la socialdemocracia alemana, del ala con mejor relación con los sindicatos, Oskar Lafontaine, señaló que: "Europa debe seguir el ejemplo del modelo de trabajo norteamericano si quiere relanzar su crecimiento económico y su lucha contra el desempleo". Esto muestra la bancarrota de estos socialchauvinistas, que frente a los quince millones de desocupados que hay en Europa, sólo pueden prometer el futuro de empleos basura que hoy son cada vez más normales en los Estados Unidos.

Esto muestra que las direcciones oficiales del movimiento obrero son un obstáculo para luchar contra la desocupación y contra la precarización y flexibilización del empleo. Aún en países donde los trabajadores dieron grandes luchas obligándolo al gobierno a retroceder frente a la admisión legal del despido masivo, como en Corea a principios de 1997, frente al estallido de la crisis económica, la dirección de la nueva central sindical "combativa" de la KCTU, aceptó a comienzos de 1998 determinados despidos para integrarse en una mesa de negociación con el gobierno recientemente electo de Kim. A su vez, las concesiones sindicales son una práctica corriente de todas las burocracias de los países semicoloniales como es el caso de Argentina, México, Chile, Brasil, etc. Derribar a estas direcciones de los sindicatos y reemplazarlas por direcciones revolucionarias es un problema de vida o muerte para los trabajadores si estos no quieren que los sindicatos sean convertidos en instrumentos de la aplicación de la política de racionalización capitalista de la gran patronal.

Por la unidad de las filas obreras

Pero el peor daño que las direcciones oficiales del movimiento obrero realizan, es mantener divididas a las filas obreras, entre ocupados y desocupados, contratados y efectivos, nativos e inmigrantes, sindicalizados y no sindicalizados. En la mayoría de los países los sindicatos, por las políticas de las burocracias sindicales, han visto disminuir su cantidad de miembros constituyendo una minoría considerable de la clase obrera. La burocracia sindical rechaza abiertamente que los desocupados formen parte de las organizaciones sindicales. La mayoría de las direcciones sindicales se niega a luchar por la efectivización de los contratados. Y tanto en los países imperialistas como en los semicoloniales, utilizan argumentos chauvinistas contra los trabajadores inmigrantes negándose a defenderlos, en especial a los inmigrantes indocumentados. Frente a la crisis capitalista que agrava la desocupación, la burocracia sindical de los distintos sindicatos extienden este chauvinismo a la búsqueda de medidas proteccionistas en "defensa del empleo", política que encubre el alineamiento con las necesidades de "sus" burguesías nacionales.

Ejemplo de esto es la oposición de comunistas y socialistas en el gobierno de Francia o de los dirigentes del sindicato francés Force Ouvriere, que participa con el gobierno en el control de las cajas de seguridad social, frente a la emergencia del movimiento de desocupados en Francia

(Action contre le chomage-AC), o su reticenciaa apoyar abiertamente al movimiento de sans papiers, inmigrantes indocumentados, incluídos algunos grupos que se reclaman del trotskysmo como Lutte Ouvriere. En este mismo país, la acción de la burocracia sindical del conjunto de las centrales sindicales francesas, al negarse a llevar hasta el final una lucha contra el gobierno de Juppe y el regimen de la V República, levantando un programa que uniera al conjunto de la clase obrera, evitó que la huelga general de los empleados públicos que duró casi 21 días se transformara en una verdadera huelga general con la participación de los obreros de las industrias privadas, la mayoría de ellos con convenios flexibilizados, y de los desocupados.

En Alemania, la política de la dirección de la IG Metall, que luego de una de las huelgas más largas de la historia alemana desde la II Guerra Mundial en 1984 por las 35 horas, aunque no logró la aplicación inmediata de estas, las huelgas se tradujeron en acuerdos sucesivos que, progresivamente pero claramente, han hecho disminuir la duración legal del trabajo (desde 1984 se aseguró el paso a 38,5 horas. En 1989 se obtuvo a un nuevo progreso con el paso a 37 horas semanales en las industrias mecánicas y hasta 36 horas semanales en la siderurgia del Ruhr).

Sin embargo la otra cara de este proceso es una degradación de las condiciones de vida y de trabajo de las capas no organizadas y no protegidas por el sindicato o por los trabajadores no contemplados en el acuerdo. Esta política que "se encierra en sus estrechos intereses corporativos o gremiales y se limitan diligentemente a mejorar su propia situación" (Lenin), se fue volviendo en contra del sector más poderoso de la clase obrera alemana, ya que la patronal fue utilizando la dualidad del mercado laboral contra las conquistas de la misma, obligándola luego en otra relación de fuerzas a hacer concesiones como fue el acuerdo de la Volkswagen o la realidad de la clase obrera alemana en la mayor parte de los ‘90.

En la Argentina, tanto la CGT como las centrales "opositoras" (CTA, MTA), no han movido un dedo en defensa de la campaña reaccionaria contra los inmigrantes indocumentados. Más aún, el sindicato de la construcción abiertamente salió a pedir la expulsión de los inmigrantes de los países limítrofes, que trabajan superexplotados y en negro al libre arbitrio de la patronal. En el Sudeste de Asia, la crisis es utilizada para expulsar trabajadores inmigrantes que hicieron el "milagro" como es el caso de los vietnamitas o los filipinos en varios de los llamados nuevos NIC’s (Nuevos Países Industrializados).

Contra esta ofensiva antiobrera de la patronal en todo el mundo, la clave para detenerla y pasar a la contraofensiva pasa por conquistar la unidad de las filas obreras superando los obstáculos que los lugartenientes del capital en el movimiento obrero, la burocracia sindical de todo pelaje, ponen entre efectivos y contratados, ocupados y desocupados, nativos e inmigrantes, sindicalizados y no sindicalizados.

La unidad de las filas obreras se plantea como un problema decisivo si la clase obrera quiere pesar en la escena nacional, y agrupar tras de sí a sus aliados los pobres de la ciudad y el campo. Es su división azuzada por la patronal y la burocracia la que impide que toda su fuerza objetiva, su control de los bancos, del comercio, de los caminos, de los puertos, de las escuelas, de los aeropuertos, de la industria, se unifique en una acción común contra la burguesía y empiece a identificarse como clase.

Sin embargo en los últimos años, a partir de la huelga general contra Berlusconi en Italia, y luego con la huelga general de los estatales franceses, como un punto de inflexión, la clase obrera ha tendido a superar estos obstáculos como muestra la tendencia a la huelga general que antes del estallido abierto de la crisis mundial abarcaba a los cinco continentes como mostró el ejemplo coreano en 1997, los paros nacionales en Argentina, en Ecuador, la huelga general en Dinamarca, por nombrar solo algunos ejemplos, y como hoy está nuevamente mostrando Ecuador.

Por una política revolucionaria independiente del proletariado

La lucha por el trabajo para todos que se expresa en la lucha por el reparto de las horas de trabajo debe estar indisolublemente ligada a una política independiente del proletariado basada en su movilización revolucionaria contra la gran patronal y el Estado capitalista, cuyo objetivo debe ser la abolición del trabajo asalariado mediante la revolución socialista. Es que el desempleo, lejos de una cuestión coyuntural, es una cuestión estructural que denota la decadencia del sistema imperialista, de la cada vez mayor irracionalidad del capitalismo. Es decir, es expresión de una crisis aguda del capital. La ilusión de que es posible obtener el reparto de las horas de trabajo en forma voluntaria por la burguesía o mediante una legislación en los marcos nacionales o supranacionales como la de la Unión Europea como propone la LCR de Francia, no solo es reformismo utópico, sino reaccionario ya que no prepara la organización de una estrategia independiente de ocupados y desocupados, es decir del conjunto de la clase obrera, basada en su movilización independiente revolucionaria. El ejemplo de socialdemócratas como Spaak o De Man en Bélgica en los ‘30 es una muestra trágica de lo que decimos. Una vez en el gobierno, su intento de concentrar todos los esfuerzos en reducir el desempleo para "evitar el desarrollo del peligro fascista", aún a costa de conceder importantes posiciones de fuerza y más importante aún de la capacidad de combate de la clase obrera, llevó a pesar de todos sus esfuerzos al crecimiento del fascismo. Sólo la movilización revolucionaria de la clase obrera puede dar una salida progresiva al desempleo y a la crisis de la sociedad capitalista. Para esto el proletariado necesita una política independiente, su independencia de clase con respecto a su enemigo de clase en el camino de luchar por la dictadura del proletariado. Esta es la orientación estratégica de los revolucionarios.

Una política revolucionaria debe pasar en primer lugar por tomar las reivindicaciones de los sectores más explotados de la clase en lucha permanente contra la política de las burocracias sindicales que dejan a estos últimos librados a su suerte. Para esto los consejos de la III Internacional mantienen total validez: "Mientras que los capitalistas aprovechan al ejército cada vez más numeroso de los desocupados para ejercer una presión sobre el trabajo organizado tendiente a una reducción de los salarios y los socialdemócratas, los independientes, y los jefes oficiales de los sindicatos se apartan cobardemente de ellos, considerándolos simplemente como sujetos a la beneficiencia gubernamental y sindical, y los caracterizan políticamente como un lumpenproletariado, los comunistas deben tomar conciencia claramente de que en las condiciones actuales el ejército de desocupados constituye un factor revolucionario de gran valor. La dirección de este ejército debe ser tomada por los comunistas. Mediante la presión ejercida por los desocupados sobre los sindicatos, los comunistas deben apresurar la renovación de estos últimos, y en primer lugar su liberación de la influencia de los jefes traidores. El partido comunista al unir a los desocupados a la vanguardia del proletariado en la lucha por la revolución socialista, alejará a los elementos más revolucionarios e impacientes de los descupados de actos desesperados aislados y capacitará a toda la masa para apoyar en condiciones favorables el ataque comenzado por un grupo de proletarios, para desarrollar este conflicto más allá de los límites dados y convertirlo en el punto de partida de una decidida ofensiva. En una palabra, transformará toda esta masa, y de un ejército de reserva de la industria a un ejército activo de la revolución. Al tomar con la mayor energía la defensa de esta categoría de obreros, al descender en las profundidades de la clase obrera, los partidos comunistas no representan los intereses de un sector obrero contra otro sino los intereses comunes de la clase obrera, traicionados por los jefes contrarrevolucionarios en beneficio de los intereses momentáneos de la aristocracia obrera. Cuanto más amplio es el sector de los desocupados y de los trabajadores semidesocupados, en mayor medida sus intereses se convierten en los intereses comunes de la clase obrera, en mayor medida los intereses momentáneos de la aristocracia obrera deben ser subordinados a aquellos. El criterio que se apoya en los intereses de la aristocracia obrera para volverlos como un arma contra los desocupados o para abandonar estos últimos a su suerte, destruye a la clase obrera y es, en los hechos, contrarrevolucionario. El partido comunista, en cuanto que representante de los intereses generales de la clase obrera, no puede limitarse a reconocer y destacar, mediante la propaganda, esos intereses comunes. Solo puede representarlos eficazmente si conduce en determinadas circunstancias, al grueso de las masas más oprimidas y más pobres, al combate contra la resistencia de la aristocracia obrera"10. En estas líneas maestras, están planteados los principios centrales de una política y una estrategia independiente de la clase obrera. Estas tienen total actualidad, ya que, como hemos mostrado, las transformaciones que afectan a la clase obrera implican que hoy día incluso en los países centrales, a diferencia del boom, los sectores más explotados y pauperizados se convierten en la mayoría de la clase obrera. Por eso resumámoslos:

a) Los desocupados son parte de la clase obrera y constituyen un factor revolucionario de gran valor;

b) Los partidos revolucionarios deben esforzarse por dirigir a los mismos y ligarlos a la vanguardia proletaria evitando que su acción aislada los lleve a actos desesperados;

c) Debe luchar para incorporar a los desocupados en los sindicatos y utilizar su presión para renovar la dirección de los mismos;

d) El partido revolucionario no representa los intereses de un sector obrero contra otro sino los intereses comunes de la clase obrera;

e) Su programa y su política expresan a los sectores más explotados de la clase que en épocas de crisis estructural tienden a transformarse en la mayoría de la clase, y no subordinándose a los intereses momentáneos de la clase obrera;

f) En determinadas circunstancias esto puede llevar al enfrentamiento físico con la burocracia y la aristocracia obrera en que se apoya.

Contra tanta impostura pequeñoburguesa que ve a los desocupados como objeto de caridad o como menesterosos, queremos remarcar aquí cómo constituyen un factor revolucionario de gran valor, un aliado decisivo para que un arma poderosa de la clase obrera como son las huelgas pueda ser utilizadas en forma efectiva contra la patronal, levantando la moral del conjunto de la clase obrera, y no sean utilizados como rompehuelgas. La clave para esto pasa por la construcción de organizaciones propias de los desocupados estrechamente ligadas a la lucha de las organizaciones sindicales, utilizando su presión contra la política divisionista de la burocracia sindical, imponiendo en los hechos la unidad del proletariado.

El llamado al frente único, por parte de las organizaciones de desocupados, obligando a las direcciones oficiales de los sindicatos a tomar en sus manos la lucha contra el problema de clase de la desocupación, juega un rol central para que los trabajadores sindicalizados vean en la acción el carácter traidor de estas direcciones. Un ejemplo de esto fue la lucha dada por el pequeño grupo de trotskystas norteamericanos, peleando contra la corriente, cuando el movimiento de desocupados era dirigido por los stalinistas a principios de los ‘30. Esta lucha preparó las condiciones para el triunfo de la huelga de Minneapolis de los teamsters, una de las primeras huelgas que salió victoriosa luego de tantas luchas derrotadas como consecuencia del terror de la desocupación y de la división de la clase.

Las importantes lecciones estratégicas de este triunfo son señaladas por Cannon en un artículo aparecido en New International donde hace el balance de la oleada de huelgas que permitió un giro a la izquierda del movimiento obrero norteamericano, luego de cinco años de crisis. En dicho artículo Cannon sostiene que: "Cinco años de crisis han hecho su trabajo. Los trabajadores, casi muriéndose de hambre en su trabajo, no tienen más miedo de arriesgar su empleo en una huelga. Ha sido demostrado en una escala nacional que los desocupados no carnerearán si los sindicatos establecen una conexión adecuada con ellos. Por el contrario, los desocupados pueden ser organizados como un aliado poderoso de los huelguistas. En Toledo, esto fue primero demostrado efectivamente por la iniciativa del American Workers Party en organizar a los desocupados para los piquetes masivos. Tomando de ejemplo esta experiencia, los miembros de la Liga Comunista, la fuerza dinámica en la dirección de la huelga de Minneapolis, adoptaron la misma política con respecto a los desocupados con no menos éxito. Los miembros del MCCW (la organización de Minneapolis de los desocupados), jugaron un gran papel en la heroica línea de piquetes del Local 574. Uno de ellos, John Belor, pagó por ello con su vida. La necesidad de una unión estrecha entre los ocupados y los desocupados es una de las más grandes lecciones en estrategia huelguística que se derivan de las experiencias de los recientes meses"11.

Como muestran estas lecciones sacadas por Cannon, la clave de una estrategia proletaria revolucionaria pasa por establecer una conexión adecuada entre los desocupados y los sectores más concentrados o de vanguardia de la clase obrera.

Esto presupone una política hacia los sindicatos. Los que se niegan a tener una política hacia ellos, basándose en que la mayoría de los trabajadores están excluidos de los mismos o que son inservibles por estar en manos de la burocracia traidora, condenan la lucha de la clase obrera a una acción impotente o en el mejor de los casos, empujan a los elementos más revolucionarios e impacientes de los desocupados y de las capas más explotadas a actos desesperados aislados.

Por eso, como define Trotsky en el Programa de Transición, "Es necesario establecer firmemente esta norma: el autoaislamiento de carácter capitulador respecto a los sindicatos de masa, que equivale a traicionar la revolución, es incompatible con la pertenencia a la Cuarta internacional. Al mismo tiempo, la Cuarta Internacional rechaza y condena resueltamente el fetichismo sindical, igualmente característico de los tradeunionistas y de los sindicalistas."

La guerra de clases contra la clase obrera de los últimos años (la llamada "ofensiva neoliberal"), ha debilitado la influencia de los sindicatos, que han perdido enorme cantidad de miembros. Por ejemplo, en los Estados Unidos, alrededor de medio millón de miembros fueron abandonando los sindicatos cada año. En 1992, cuando asumió Clinton, el número de trabajadores industriales en los sindicatos era la mitad de hace veinte años. Hoy sólo el 11% de los empleados del sector privado están organizados. Francia es otro ejemplo: las centrales francesas en su lento proceso de declive han llegado a la cuota más baja de afiliados de toda Europa, el 9,1%.

Sin embargo, esta no ha sido una tendencia absoluta. A fines de los 70 y principios de los 80, en países como Brasil y Sudáfrica, hubo importantes procesos de organización proletaria, subproducto de los cuales surgieron grandes sindicatos de masas como la CUT y el COSATU respectivamente. Esta tendencia también se dio más recientemente en Corea del Sur (con la KCTU) y en otros países del sudeste Asiático. Después de años de declinación, en Estados Unidos, hay una revitalización de la vida sindical. Ejemplo de esto es la conquista, después de una larga lucha, del reconocimiento de la organización sindical de los trabajadores frutihortícolas en California, siendo la gran mayoría de ellos inmigrantes latinos. Más recientemente el sindicato de Empleados de Servicios ha organizado a unos 74.000 trabajadores de atención domiciliaria en Los Angeles en lo que algunos consideran la más importante victoria organizacional sindical desde 1937, cuando la UAW ganó su pelea para representar a los trabajadores de la General Motors y que inició la sindicalización masiva en los Estados Unidos en los ‘30. Estos trabajadores que se ocupan de cuidar a domicilio ancianos y discapacitados son en su mayoría inmigrantes, mujeres, negros, latinos, y de otras nacionalidades oprimidas. Muchos trabajan de doce a catorce horas pero son a menudo pagados por una fracción de las horas realmente trabajadas, recibiendo sólo un salario mínimo de U$S 5,75 la hora y ningún beneficio social.

No obstante, los sindicatos no pueden agrupar más que a una minoría del proletariado. Por eso, conserva toda su validez las tesis del programa de Transición, que, cuando los sindicatos eran más fuertes que en la actualidad, afirmaban: "Los sindicatos, aún los más poderosos, no abarcan a más del 20 a 25% de la clase obrera, y, por lo demás, predominantemente las capas más calificadas y mejor pagadas. La mayoría más oprimida de la clase obrera se ve arrastarada a la lucha sólo episódicamente, en períodos de auge excepcional del movimiento obrero. En tales momentos es necesario crear organizaciones ad-hoc que abarquen a las masas en lucha en su conjunto, comités de huelga, comités de fábrica y, finalmente, soviets."

"En consecuencia" prosigue el programa de Transición "las secciones de la Cuarta Internacional deben esforzarse constantemente no sólo en renovar la dirección superior de los sindicatos, proponiendo valiente y resueltamente, en los momentos críticos, a dirigentes combativos en lugar de los funcionarios rutinarios y de los arribistas, sino también en crear, en todos los casos posibles, organizaciones de combate independientes que se adapten más estrechamente a las tareas de la lucha de masas contra la sociedad burguesa, no titubeando, si es precioso, ni siquiera ante la ruptura abierta con los aparatos conservadores de los sindicatos. Si es criminal volver la espalda a las organizaciones de masas para alimentar tinglados sectarios, no lo es menos tolerar pasivamente la subordinación del movimiento revolucionario de masas al control de camarillas burocráticas abiertamente reaccionarias, o disimuladamente conservadoras ("progresistas")."

Es sobre esta base de principios, programa y estrategia, que el proletariado puede alcanzar una posición independiente al calor de su movilización revolucionaria, arrastrando a las capas pauperizadas de la pequeña burguesía y a los oprimidos, (lo que en los países semicoloniales significa ubicarse como caudillo de la nación oprimida), única manera de que la descomposición de la sociedad capitalista no lleve a nuevas catástrofes, sino a la única salida progresiva y necesaria: La revolución socialista internacional.

La lucha por la reducción de la jornada de trabajo se plantea objetivamente en el terreno del internacionalismo proletario

En el pasado, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la lucha por las ocho horas de trabajo, se convirtió en una bandera del conjunto del proletariado mundial, que en cada Primero de Mayo ponía este estandarte como objetivo de lucha. Esta bandera fue incorporada a la pelea de la Segunda Internacional. Hoy en día, el proletariado debe recuperar la bandera del internacionalismo proletario en su lucha contra la explotación capitalista y la reducción de la jornada laboral si no quiere perecer como la única clase progresiva que con su liberación libera al conjunto de la humanidad.

Hoy en día, el avance significativo de los lazos de la producción como ha mostrado por ejemplo la reciente huelga de la General Motors de Flynn, cuya paralización afectó a plantas no sólo en Estados Unidos sino en Canadá, México, Brasil muestran que la transnacionalización del capital implica un avance en la internacionalización de la producción. Esta última hace más concreta la lucha por la unidad de los trabajadores por encima de las fronteras, mucho más que cuando Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista su llamamiento: "trabajadores del mundo uníos".

Sin embargo las divisiones nacionales, raciales, étnicas, y de sexo permanecen como un gran obstáculo para lograr tal objetivo, azuzados no sólo por los grandes grupos capitalistas, sino por las direcciones reformistas y burocráticas que se oponen a la necesaria unidad internacional de los trabajadores. Superarla constituye el principal objetivo de los que nos reclamamos revolucionarios para evitar que nuestra clase termine en la peor de las derrotas.

En concreto esto implica, en primer lugar, luchar contra la dominación imperialista de los países semicoloniales, exigiendo en los países imperialistas la cancelación de la deuda externa que agobia a los países semicoloniales, la liquidación de todo régimen de excepción que beneficia la transferencia de remesas, royalties y patentes a las casas matrices de las firmas transnacionalizadas, el apoyo a la expropiación de estos grupos en caso de llevarse a cabo, y en caso de guerra, luchar por la derrota de su propio imperialismo ubicándose incondicionalmente del lado de la nación oprimida. Como decía Marx, el proletariado que oprime a otros pueblos es incapaz de liberarse a sí mismo. Esto mismo es válido en relación a la multiplicación del problema nacional a fines del siglo XX debido a las fronteras creadas artificialmente por el imperialismo para dividir a los pueblos. En los países semicoloniales, la clase obrera debe dotarse de una estrategia independiente de su propia burguesía nacional, que le permita ganar la hegemonía sobre sus aliados como el campesinado o los sectores medios arruinados y ligar su suerte a la lucha de sus hermanos de clase, el proletariado de los países imperialistas. Sólo estas condiciones pueden lograr la unidad internacional de la lucha proletaria, necesidad que a fines del siglo XX se plantea en forma más urgente como arma efectiva contra la dominación imperialista. Esta pelea sólo puede ser llevada hasta el final por la acción conciente de un estado mayor revolucionario, la IV Internacional reconstruida.

Notas:

1. K. Marx, "Grundrisse".

2. K. Marx, idem.

3. K. Marx, "Manuscritos de 1861-63".

4. Tercer Congreso de la Internacional Comunista.

5. Trotsky explica cómo el partido revolucionario debe romper todo doctrinarismo en la aplicación de esta consigna explicándola lo más sencillamente posible a las masas: "La campaña a favor del control obrero puede comenzar según las circunstancias, no desde el ángulo de la producción sino desde la del consumo. La reducción de los precios de las mercancías ... al mismo tiempo que la reducción de salarios, no se ha llevado acabo. Esta cuestión no puede menos que absorber a los más atrasados estratos del proletariado quienes están muy lejos de pensar en la toma del poder. El control obrero sobre los gastos de la producción y sobre los beneficios comerciales es la única forma real de luchar por la reducción de los precios. En las condiciones de descontento general, comisiones obreras en las que participen obreras amas de casa para controlar las causas del alza de la margarina, pueden convertirse en un comienzo efectivo del control obrro de la producción. Claro está que esto no es más que uno de los muchos caminos posibles que hemos citado como ejemplo".

6. J. Rifkin, "El fin del trabajo".

7. León Trotsky, "Programa de Transición".

8. Así, Andre Gorz en "Capitalismo, socialismo, ecología" (Galilée, 1991) no deja lugar a dudas: "No existe, en materia de gestión de empresas, ninguna otra racionalidad que la capitalista".

9. Le Monde, 21-01-98.

10. III Congreso de la III Internacional.

11. Cannon "The strike wave and the left wing", Sept. 1934, New International- subrayado nuestro, NdeR.

12. Trotsky, "Los cinco primeros años de la Internacional Comunista".