Estrategia Internacional N° 10
Noviembre/Diciembre  - 1998

A MODO DE EDITORIAL

Consejo Editorial

SOBRE LA ORIENTACIÓN ESTRATÉGICA DE TROTSKY Y LOS TROTSKISTAS PRINCIPISTAS

El problema de los problemas a fines del siglo XX es que el agudizamiento de las condiciones objetivas para la revolución proletaria se da en el marco de que aún no estallan revoluciones “clásicas” en ningún país, y la crisis de dirección revolucionaria del proletariado aún no tiende a superarse. Para esta paradoja objetiva, tan objetiva como la crisis del capitalismo, existen distintas respuestas que determinarán el contenido y la actividad de los reformistas, los centristas y los revolucionarios a fines del siglo XX. Están los que buscan atajos que, lejos de acortar el camino, conducen al precipicio de la convergencia con los reformistas (tal como plantea el ex Secretariado Unificado), liquidando las fronteras entre reforma y revolución. Por otro lado están los que sostienen que la clave es retirarse a sitios “más seguros” donde la teoría y el programa no puedan “infectarse” del movimiento obrero real y la lucha de clases, condenando la actividad de los revolucionarios a un mero propagandismo estéril alejado de las masas. Desde la Fracción Trotskista-Estrategia Internacional nos proponemos un camino opuesto a la práctica de ser consejeros de las direcciones traidoras y reformistas como del academicismo. Luchamos por contribuir para que los jalones que la propia clase obrera conquiste de sus luchas, se plasmen en avances en su independencia de clase; esto es en la confianza en sus propias fuerzas y en los objetivos históricos de sus combates.

En su “Historia de la Revolución Rusa” en el capítulo del “Doble Poder”, Trotsky da una definición novedosa y genial de la necesidad de la independencia de clase como pre-requisito para el triunfo de la revolución proletaria: “La mecánica política de la revolución consiste en el paso del poder de una a otra clase. La transformación violenta se efectúa generalmente en un lapso muy corto. Pero no hay ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de dominadora en forma súbita, de la noche a la mañana, aunque esta noche sea la de la revolución. Es necesario que ya en la víspera ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto a la clase oficialmente dominante, más aún, es preciso que en ella se concentren las esperanzas de las clases y de las capas intermedias descontentas con lo existente, pero incapaces de desempeñar un papel propio”.

¿Significa que la clase obrera debe convertirse en la clase hegemónica culturalmente antes de ser la clase políticamente dirigente, en el sentido que tantos seguidores de Gramsci le han dado a las formulaciones centristas del autor de los “Cuadernos de la cárcel”, justificando así una política reformista de ocupar “posiciones” en la dirección de la sociedad sin la toma y transformación del poder del estado? No, el sentido de la afirmación de Trotsky (el organizador de la insurrección de octubre de 1917 y fundador del Ejército Rojo) es opuesto a este camino reformista ya que el proletariado no puede conquistar la hegemonía cultural en el seno de la sociedad burguesa frente a su enemigo de clase -a diferencia de la burguesía, cuando era una clase oprimida por el feudalismo, cuyo dominio económico le permitió obtener la hegemonía cultural y la conciencia de sus objetivos como clase independiente antes de conquistar el poder político mediante la revolución contra el orden feudal. Precisamente la necesidad de la revolución y de la dictadura del proletariado dirigida por el partido revolucionario “proviene del hecho de que el capitalismo no permite el desarrollo moral y material de las masas” (L. Trotsky, “Dictadura y Revolución”, Escritos, Octubre 1937). Por lo tanto, la afirmación de Trotsky sólo puede significar, que la estrategia de la independencia de clase -en este sentido amplio que le da Trotsky-, implica que en los momentos preparatorios el partido revolucionario (sea una liga, un partido de vanguardia o un partido con influencia de masas), debe buscar -en lucha dialéctica con las instituciones del movimiento obrero real- fusionarse con los elementos más perspicaces y radicales del mismo, creando de esta manera, las precondiciones para que en los momentos decisivos el partido revolucionario no sea una secta estéril o en el otro extremo claudicante, y logre mantenerse fiel a su estrategia de la dictadura del proletariado y la revolución socialista nacional e internacional. En segundo lugar, el concepto de hegemonía del proletariado -que era un viejo concepto del marxismo ruso- con respecto al resto de las clases explotadas y oprimidas de la sociedad -pobres urbanos y campesinado- la independencia de clase significa para Trotsky que, lejos de diluirnos en el movimiento del campesinado y el pueblo en general, sometiéndonos por lo tanto a sus direcciones circunstanciales, éste -el proletariado- dirija a la amplia alianza revolucionaria de clases imprescindible para derrotar la burguesía. Esto en el siglo XX sólo puede lograrse mediante una lucha a muerte contra las direcciones traidoras que impiden el desarrollo de cada tendencia de la clase a marchar en este sentido. Esta fue la orientación estratégica de la pelea de Trotsky, tanto en la lucha contra el fascismo en Alemania -expresándose allí como unidad defensiva de la clase como frente único de socialdemócratas y comunistas-, como contra la política del frente popular en Francia poco después -expresándose aquí como lucha sin piedad contra la política pro-imperialista de colaboración de clases de los partidos obreros con los partidos burgueses. Es decir, que lejos de haber un Trotsky “genial” en la lucha contra el fascismo y un Trotsky “sectario” en el combate contra el frente popular, la estrategia por la independencia de clase en este sentido amplio es la lucha por preparar en cada etapa las precondiciones para la revolución proletaria. En el momento negro de reinado del fascismo y el stalinismo, y en vísperas de la segunda guerra mundial, esta estrategia se concentró en la fundación de la IVInternacional, que fue expresión organizativa de la misma (ver artículo de Emilio Albamonte y J. Sanmartino, “La historia del marxismo y su continuidad leninista-trotskysta y el álgebra de la revolución proletaria).

Es necesario hoy retomar esta estrategia para que la lucha por reconstruir la IV Internacional no se transforme en un mero slogan como es en el caso de las corrientes centristas que usurpan el nombre del trotskysmo, cuya práctica cotidiana, electoralista, sindicalista, tacticista, teoricista, propagandista, niega día a día las banderas por las cuales dicen pelear pisoteando la lucha por la independencia de clases y convirtiendo su políticas de construcción en meras políticas de engorde de sus propios aparatos centristas.

Este es el “para qué” de nuestra lucha por reconstruir la IV Internacional y sus secciones nacionales, es decir, aportar en la medida de nuestras fuerzas a la resolución de la crisis de dirección del proletariado. Este es el sentido de nuestra lucha contra centristas y reformistas, que buscan socavar la independencia de la clase obrera, atando los sindicatos al estado burgués, practicando políticas de conciliación de clases, y en los momentos del surgimiento de organismos de doble poder como los soviets o consejos obreros, impedir que los mismos adquieran un carácter independiente y se conviertan en organismos conciliadores (ver proyecto de programa “Premisas objetivas y subjetivas de la revolución socialista a las puertas del siglo XXI”).

Las elaboraciones teóricas, políticas, programáticas y estratégicas que en todo este año y en este número en particular intentamos realizar desde la Fracción Totskista - Estrategia Internacional, busca preparar militantes revolucionarios para incidir en cada combate del movimiento obrero real y fusionarnos con sus sectores más perspicaces, desde esta orientación estratégica.

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Presentamos el último número en este año de Estrategia Internacional. A lo largo del mismo, no sólo hemos cambiado el formato y pasado a editar bimensualmente nuestra revista, sino que al calor de los grandes cambios de la realidad política mundial y de los enormes problemas que enfrenta el marxismo revolucionario a fines del siglo XX, hemos intentado avanzar en una mayor elaboración teórico-política sin la cual sería imposible orientarnos revolucionariamente en el difícil momento actual y aspirar a fusionarnos con los sectores más perspicaces de la clase obrera. En el número 7 avanzamos en un análisis marxista de la crisis mundial actual y del funcionamiento del capitalismo a fines del siglo XX, que exacerban las características del capitalismo en su fase de decadencia imperialista, separandonos tanto de aquellos que subiéndose a la moda del capital, hablaban de una supuesta “nueva fase” distinta a la época de crisis, guerras y revoluciones, como de las corrientes catastrofistas para las cuales el derrumbe del capitalismo está a la vuelta de la esquina, negando estas dos interpretaciones, por vías distintas, la necesidad de la revolución socialista como acto conciente, esto es, la necesidad de derribar al estado burgués mediante la acción decisiva de las masas a través de sus propios organismos de autoorganización dirigidos por el partido revolucionario. En el número 8 avanzamos en aplicar nuestra visión sobre la situación del capitalismo hoy, que no es otra que la profundización de la crisis de acumulación abierta desde los ‘70, al intento de las burocracias restauracionistas apoyadas en el imperialismo mundial de restaurar el capitalismo en los ex estados obreros deformados y degenerados, separándonos de todo análisis unilateral. Tanto de los que absolutizan los cambios en la superestructura como la formación de gobiernos burgueses que buscan concientemente derribar las viejas formas de propiedad, como de los que siguen repitiendo las viejas caracterizaciones de estados obreros deformados y degenerados sin ver que la liquidación de la planificación económica y del monopolio del comercio exterior han significado un avance cualitativo en la descomposición de los estados obreros deformados y degenerados. Ambas corrientes niegan, en esta situación transitoria, el conflicto temporal entre la superestructura y la formación económico-social, conflicto temporal agudizado por la crisis económica y política mundial del imperialismo y porque las masas de estos países no han sido liquidadas como factor histórico independiente; ambas corrientes son incapaces de prepararse para intervenir revolucionariamente en el proceso convulsivo y no pacífico que implica la consumación de la restauración capitalista. En el número 9 dimos cuenta de la importancia del fenómeno campesino en América Latina que se ha adelantado a la participación decisiva del proletariado, separándonos de toda visión abstencionista y obrerista que niega la enorme potencialidad revolucionaria contra los gobiernos y regímenes de la región, así como de aquellas corrientes populistas que embellecen el rol independiente de las direcciones campesinas renegando de la necesidad de la dirección del proletariado sobre la alianza obrera y campesina para la resolución íntegra y efectiva de las demandas agrarias en los países semicoloniales dominados por el imperialismo.

Este número 10 de Estrategia Internacional está centrado en dos secciones, una “Situación mundial y sus perspectivas” donde damos cuenta en cuatro artículos de la crisis económica y política del imperialismo al fin del “ciclo neoliberal”; y otra, centrada en las tareas y el programa del marxismo revolucionario ante el mismo. Continuamos también con nuestro seguimiento permanente de la realidad latinoamericana analizando las primeras respuestas obreras a la crisis en nuestro continente, así como de la lucha de los campesinos del Chapare. En las páginas de actualidad internacional, denunciamos el acuerdo reaccionario entre Milosevic y el imperialismo contra los albano kosovares y seguimos el desarrollo del proceso revolucionario en Indonesia. Presentamos además una polémica con las corrientes del centrismo “trotskysta” en México. Por último, al final de la revista, tenemos el agrado de contar con un reportaje exclusivo del gran director de cine británico, Ken Loach realizado por nuestra corresponsal en Londres, a quien agradecemos habernos dado la oportunidad de realizar esta entrevista.